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Por qué Viena es una gran ciudad para descubrir al genial Velázquez


Si tuviera que elegir un lugar donde poder disfrutar de la producción artística de Diego Velázquez y no pudiera escoger el Museo del Prado, mi destino no podría ser otro más que Viena. No solo porque el Museo de Historia del Arte exhibe en su sala X nueve cuadros que llevan su firma, sino porque la capital austriaca luce en una de sus calles céntricas, la siempre bulliciosa Karlsplatz, la figura del maestro con su atuendo en la que resalta la Cruz de Santiago en el pecho, una distinción que logró en 1659 de la mano de Felipe IV cuando fue nombrado caballero de esta orden militar.

Es esta una imagen que recuerda a la que preside el Museo del Prado madrileño y se alza en el Künstlerhaus, la antigua Casa de los Artistas, convertido en el Museo Albertina Modern. A este museo, renovado con un coste de 60 millones de euros, se le considera desde 2020 el mejor museo de arte moderno y contemporáneo que puedes pisar en la capital imperial y curiosamente en su fachada principal aparece la figura de Velázquez acompañada por las de Leonardo Da Vinci, Tiziano y Bramante. La estatua de mármol, a la derecha de este póquer de maestros del arte, fue realizada por el artista Anton Brenek y se inauguró en 1909. Hoy está orientada hacia la popular Karlsplatz de Viena.


Cafetería y patio del museo Albertina Modern


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Durante su vida Velázquez viajó fuera de España, sobre todo a Italia, pero curiosamente nunca se desplazó a Austria a pesar de que la dinastía de los Habsburgo reinaba en el imperio. Justo cuando la Corona española, encabezada por Felipe IV, entraba en bancarrota y se sentía acorralada por las guerras contra franceses, ingleses y portugueses, Diego Velázquez enfilaba su última etapa pictórica después de haber triunfado en la corte papal en 1650. Entonces el maestro recibía muchas peticiones de la Corona, sobre todo retratos, para plasmar la imagen del monarca y de las infantas antes de que naciera su hijo varón, Felipe Próspero, fruto de su matrimonio con Mariana de Austria en 1650.

En la actualidad el Museo Albertina Modern, el lugar donde se alza la estatua del pintor sevillano a solo diez minutos a pie del ‘buque-insignia’ Albertina, se extiende sobre 2.500 m² ofreciendo cada año nuevas exposiciones de artistas contemporáneos, tanto austriacos como internacionales. Es el caso de la actual muestra, ‘La belleza de la diversidad’, que presenta hasta el 18 de agosto obras de mujeres artistas, LGBTI, personas de color, perspectivas aborígenes y autodidactas junto a los maestros antiguos. La exposición busca la belleza en lo grotesco y reprimido, dando visibilidad a lo marginado.

Un mes antes de la clausura, del 17 al 20 de julio, se celebrarán los EuroGames 2024, un evento deportivo del LGBTI que reivindica la diversidad, la igualdad y la inclusión a través del deporte y la cultura con un ramillete de emocionantes competiciones deportivas, eventos culturales y actividades sociales.

Imagen principal - El complejo Albertina continúa su vertiginoso crecimiento como apuesta cultural de Viena. Arriba, el Museo Albertina Modern, el lugar donde se alza la estatua del pintor sevillano. Junto a estas líneas, un rincón del Salón de Estado del Palacio Künstlerhaus, hoy Albertina Modern. A la derecha, el Albertina Klosterneuburg, abierto en abril
Imagen secundaria 1 - El complejo Albertina continúa su vertiginoso crecimiento como apuesta cultural de Viena. Arriba, el Museo Albertina Modern, el lugar donde se alza la estatua del pintor sevillano. Junto a estas líneas, un rincón del Salón de Estado del Palacio Künstlerhaus, hoy Albertina Modern. A la derecha, el Albertina Klosterneuburg, abierto en abril
Imagen secundaria 2 - El complejo Albertina continúa su vertiginoso crecimiento como apuesta cultural de Viena. Arriba, el Museo Albertina Modern, el lugar donde se alza la estatua del pintor sevillano. Junto a estas líneas, un rincón del Salón de Estado del Palacio Künstlerhaus, hoy Albertina Modern. A la derecha, el Albertina Klosterneuburg, abierto en abril
El complejo Albertina continúa su vertiginoso crecimiento como apuesta cultural de Viena. Arriba, el Museo Albertina Modern, el lugar donde se alza la estatua del pintor sevillano. Junto a estas líneas, un rincón del Salón de Estado del Palacio Künstlerhaus, hoy Albertina Modern. A la derecha, el Albertina Klosterneuburg, abierto en abril
Fotos: Albertina Modern/Rupert Steiner – WienTourismus/Paul Bauer – eSeL Fotografie

No cabe duda que el complejo Albertina continúa su vertiginoso crecimiento como apuesta cultural de Viena en una ambiciosa estrategia. Si hasta ahora su museo principal, emplazado al lado de la Ópera de Viena, era una visita clásica e imprescindible en la capital para admirar las obras de algunos maestros del arte como Durero, Monet, Renoir, Cezanne, Matisse, Miró o Picasso, su propuesta aumentó en mayo de 2020 con la inauguración del Modern, su segunda franquicia, para apoyar a creadores de otros continentes como Australia, África, Asia y América del Sur. El recorrido por sus salas siempre estimula y además se agradece que siempre haya calefacción en invierno y aire acondicionado en verano para disfrutar de decenas de dibujos, acuarelas, esculturas, grabados y fotografías en una oferta de arte contemporáneo como pocas en el mundo. El arte pop de Andy Warhol y Roy Liechtenstein se encuentra en los fondos de este edificio construido entre 1865 y 1868, al igual que otras obras de Jonathan Messe, Damien Hirst y Anselm Kiefer.

Por último, este año, en abril, ha abierto el Albertina Klosterneuburg, el tercero de los Albertina con 8.500 m² de superficie, para mostrar la colección más importante de arte austriaco contemporáneo desde 1945, una colección de alrededor de 65.000 piezas que lleva el nombre de Essl con representantes del realismo fantástico, accionismo vienés y también del posmodernismo y del arte contemporáneo. El nuevo museo se halla en las afueras de la capital, cerca de otro lugar histórico donde Carlos VI, el candidato de los Habsburgo derrotado por Felipe V en la Guerra de Sucesión española a principios del siglo XVIII, levantó el Monasterio de Klosterneuburg, el ‘Escorial vienés’. Esta fue la obra cumbre que dejó el Archiduque Carlos de Austria, bisnieto por parte materna de Felipe II, en la capital de Austria. Otra conexión española en el corazón de Europa.




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