El bautismo de vuelo en globo incluye muchas risas (a veces motivadas por los nervios) y una buena dosis de asombro. Es un proceso con diferentes etapas, la reserva, la confirmación el día anterior al despegue (si el tiempo lo permite), el madrugón (la cita es a las 8.00 de la mañana), el suspense (¿esa brisa será suficiente para anular el vuelo?) y finalmente la barquilla que se eleva hacia el cielo, con la monumental Segovia a los pies.
Un fin de semana de temporada alta puede haber doce o quince globos grandes en el campo de despegue de la calle del 3 de Abril, con vistas al Alcázar. No en vano los profesionales dicen que Segovia es uno de los mejores lugares de España para realizar este tipo de actividad. Según José Luis Calderón, piloto desde 2006, aquí puede haber trescientos días de buen tiempo (traducción: días con poco viento) al año. «Quedamos al amanecer, porque es cuando la atmósfera está más en calma. Una mañana normal con buenas condiciones suele soplar a menos de 5 km/h. A más de 15 no se podría despegar. Luego, ya en el aire, el globo puede ir a 15-20 km/h, a una altura que oscila entre los 500 y 1.000 metros».
En Segovia trabajan unas siete empresas, que en primavera empiezan su temporada alta. En el amanecer castellano sus pilotos, entre ellos Calderón, trabajan entre globos que poco a poco llenan de aire caliente con la ayuda de un quemador, de forma que ese aire atrapado bajo la tela es menos denso que el aire del exterior. Y así hasta que están en condiciones de empezar el viaje, que suele durar una hora.
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Cuánto cuesta. Un vuelo de una hora suele costar 205 euros por persona. Incluye pícnic, vídeo y fotos.
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Dónde. Todas las empresas despegan desde un terreno situado en la calle 3 de Abril s/n, enfrente del Alcázar de Segovia.
Los clientes esperan mientras observan la maniobra. Para muchos será la primera vez. Otros -comentan- ya lo han probado en otras zonas clásicas como Capadocia, en Turquía, o en el paisaje de volcanes de la Garrocha, en Gerona. Explica Calderón que, últimamente, se han instalado en Segovia empresas con capital turco que operan entre las formaciones rocosas (chimeneas de hadas) de Capadocia. Y muchos de sus clientes suelen ser coreanos, que empiezan a incluir el vuelo sobre Segovia en su apretadísima agenda en España y en Europa.
El aterrizaje suele ser tranquilo, pero no hay que descartar (ocurre en un 30 por ciento de las ocasiones, estima Calderón) que el viento arrastre la barquilla al tocar tierra y se desplace unos pocos metros. Hay que agarrarse con firmeza y flexionar las rodillas para prevenir un susto o una pequeña lesión. Luego, si no tiene puerta, también es posible que haya que gatear para poder salir, lo que aumentará las anécdotas para contar a los amigos. Hay diferentes modelos de barquilla, con o sin puerta, y también hay diferentes tamaños, de cuatro a veinte personas.
Desde el siglo XVIII
En 1783 los hermanos Montgolfier, inventores, lanzaron su primer vuelo de demostración pública en París y poco después en Versalles ante el rey Luis XVI. Primero llevaban algún animal como pasajero, pero meses después empezaron a hacerlo con dos aeronautas que al volver brindaban con champán, tradición que se mantiene en la actualidad en todo el mundo. El aterrizaje, de nuevo las risas, un pequeño pícnic y una botella que se descorcha. A continuación, los pasajeros ayudarán a recoger la tela.
El primer vuelo de globo aerostático tripulado con fines militares fue en El Escorial ante el rey Carlos IV y el conde de Aranda el 14 de noviembre de 1792. Según explican en la Academia de las Ciencias y las Artes Militares, la demostración ante el rey fue el resultado de las pruebas realizadas en el Real Colegio de Artillería de Segovia, dirigidas por su profesor de química, Louis Proust. Aquella demostración llevaría al nacimiento de la Aerostación Militar que se concretó en el Servicio Militar de Aerostación, afecto al Arma de Ingenieros por Real Decreto de 24 de diciembre de 1884, con base en Guadalajara, donde se encontraba ubicada la Academia de Ingenieros desde 1883. Precisamente fue en el Servicio Militar de Aerostación donde se completó en 1906 el primer dirigible español diseñado por el científico Leonardo Torres-Quevedo.