Es crucial recordar hoy a las mujeres indígenas de Estados Unidos, que viven en una situación de extrema vulnerabilidad: 1 de cada 4 vive en la pobreza; 4 de cada 5 sufren violencia y el asesinato es su tercera causa de muerte, una tasa diez veces mayor que la media nacional. En 2022 se denunciaron 5.487 casos de mujeres nativas desaparecidas. El movimiento MMIW (Mujeres Indígenas Desaparecidas y Asesinadas), con el lema #NoMoreStolenSisters (No Más Hermanas Robadas), es una respuesta contra las secuelas persistentes de la colonización.
Por eso, cambiar las representaciones de las mujeres indígenas es fundamental: se necesitan modelos positivos para combatir los estereotipos sutiles, pero arraigados, sobre los que se sustenta la discriminación. Recientemente, hemos visto en el cine “Los asesinos de la luna”, de Martin Scorsese (2023), que rescata del olvido la violencia sufrida por los nativos Osage en la década de 1920. Pero el foco sobre los perpetradores –y salvadores– blancos es problemático, igual que describir la magistral interpretación de Lily Gladstone (Piegan Blackfeet / Nez Perce) como “dignidad”, “grandeza” o “dolor del pueblo indio”. Más constructiva es la serie “Reservation Dogs” (tres temporadas, 2021-2023), de Taika Waititi y Sterlin Harjo, que ofrece una mirada realista sobre la vida y el espíritu de los jóvenes indígenas hoy, e incluye imágenes de mujeres fuertes como la Mujer Ciervo, denunciando el racismo, pero también reivindicando valores como la relacionalidad y el humor.
En literatura descubrimos una tercera generación de autoras nativas que construyen nuevas heroínas indígenas caracterizadas por su fortaleza, que experimentan traumas relacionados con el racismo heredado pero se resisten a ser consideradas víctimas. Entre las numerosas publicaciones dirigidas al público juvenil destacan dos primeras novelas.
“Hija del guardián de fuego”, de Angeline Boulley (Chippewa Sault Ste. Marie), se sitúa en 2004 en una tribu ficticia de Michigan. Su protagonista, Daunis Lorenza Fontaine, de 18 años, es inteligente y decidida, y la complejidad de su caracterización es el mejor antídoto frente a los estereotipos. Daunis se enfrenta a preocupaciones comunes a los jóvenes contemporáneos –amigos, citas, estudios o búsqueda de un lugar en el mundo– y también a las derivadas de la violencia racista que afecta a su tribu. Convertida en informante del FBI por las tragedias producidas por la metanfetamina que asola la reserva, Daunis, que navega entre dos mundos por su herencia y educación mixtas, aprende a compatibilizar el conocimiento tradicional y el enfoque científico. La novela de Boulley contribuye a definir la resiliencia nativa como una herramienta decolonial de empoderamiento y soberanía personal y comunal.
“Ellie y los perros fantasma”, de Darcie Little Badger (Lipan Apache), se caracteriza por la mezcla de géneros –narrativas Lipan Apache, novelas de detectives, historias de vampiros o mitología clásica– y reivindica los roles y valores tradicionales de las mujeres nativas de hoy. Mientras investiga el asesinato de su primo, Ellie descubre una trama compleja y antigua de explotación de las tierras y las personas indígenas que, de otra manera, aún perdura. Ellie actúa como un modelo que desafía los límites de su identidad de género y raza, y desempeña el rol de una guerrera contemporánea. Su “superpoder” es la capacidad de moverse entre diferentes mundos, conectando lo humano y lo no humano, el presente y el pasado. Además de visibilizar y denunciar la explotación de los nativos, la novela reivindica el valor tradicional de la relacionalidad, reinterpretado para adaptarse al mundo contemporáneo.
Estas obras ofrecen un acercamiento al proceso de autodefinición de las mujeres nativas y nos interesa descubrirlas para aprender sobre otras culturas y porque son lecciones sobre otras formas más equilibradas y factibles de vivir en este mundo.