Un tormento llamado Nico Williams puso a la Roja en órbita y dejó a Italia a los pies del extremo del Athletic. El chaval tuvo en jaque al equipo transalpino y fue la etiqueta de una España muy consistente, creativa y gobernante. Con vértigo y pausa. Una España que mereció mucho más, por fútbol y carácter. Remató y remató y tuvo bloqueado al grupo transalpino, al que no concedió ni una. Pese al torrente ofensivo español -mucho mayor que ante Croacia- el gol llegó por un tropezón de Calafiori. Por supuesto, previa jugada de Nico Williams, graduado a lo grande un torneo de tronío con solo 21 años. De paso, el equipo español se garantizó el primer puesto del grupo. Ya es una España de octavos, con ocasión de darse un respiro el próximo lunes ante Albania, donde no estará Rodri, que se ganó una liberadora tarjeta que le supondrá sanción.
El fútbol es puñetero. A una España más marchosa y autoritaria que ante Croacia se le negó demasiado el gol, suerte que le sonrió una y otra vez ante los balcánicos. Una España con muchos registros. Da el palique justo y necesario a la pelota, ya no tan morosa como en tiempos cercanos. Ahora, sin monsergas, porque la banda sonora que le distingue pasa por dos críos con descaro, subversivos.
La Roja tiene alas y bien que lo padeció Italia, con Di Lorenzo martirizado como nadie. Nico Williams le resultó ulceroso en cada duelo esgrimista, que fueron muchos. A la otra orilla, Lamine, también picante, aunque más enchironado por Dimarco y Pellegrini. El partido no era pendular. España contra Donnarumma, muy inspirado. De carga en carga en el rancho italiano, donde se batía un pelotón de brigadistas de Luciano Spalletti. No siempre eficaces. Pedri, el español con menos pértiga, cabeceó a un palmo del portero italiano, ágil en su vuelo. Por supuesto, previa jugada de Nico, que al minuto ya sacaba la cadena al turbado Di Lorenzo.
Los muchachos de Luis de la Fuente exploraban rutas imprevistas, como que Morata asistiera al flequillo de Nico, al que se le fue el remate por una falange. Poco después, Lamine pidió la vez, dejó a rueda a cuanto italiano se le cruzó y el tiro de Morata lo desvió Donnarumma con los pies.
Nadie acuna mejor a Nico y Lamine que Rodri, aguador para todos. Un jugador con un observatorio ilustrado. A su paso el juego tiene muchas direcciones, en corto y en largo, en horizontal y en vertical. Y bien que le secunda Fabián. Con ambos, además, España tiene una amenaza exterior, porque no les falta metralla cuando disparan desde el horizonte. Solo una añoranza en la Roja, Pedri, infrecuente e irregular en el primer tramo, más activo tras el intermedio.
Atornillada Italia, la selección española apenas le concedió una ocasión, ya al borde del descanso, con un tiro al graderío de Chiesa. Un Chiesa cautivo de Cucurella, de nuevo un jabato como centinela y con piernas para tocar la corneta en ataque. Al equipo transalpino no le falta trasiego, pero le sobran futbolistas a granel. Defiende con abnegación, pero más allá de Barella no tiene faros. Y el ataque queda supeditado a Scamacca, un delantero grúa, que se mueve mejor de espaldas a la portería que con la red a la vista.
El segundo acto fue un calco del primero. Italia estrujada, España dale que dale, voraz en la presión en campo ajeno. La pelota era un artefacto para los italianos, siempre en las cuerdas. A la Roja solo el gol, tan maldito a veces, le era esquivo. La batería de ocasiones era considerable, por tierra y por aire. Y un desvelo: desde el paleolítico a Italia le va como a nadie el papel de resistente. Incluso en su versión más chata, Italia es capaz de dar puntillas inopinadas aunque no haya chapoteado siquiera en la meta contraria. Con la “azzurra”, siempre conviene estar en vilo.
Como en el fútbol no hay logaritmo que valga, la diana española llegó por un accidente de Calafiori. Nico, siempre Nico, hizo la enésima diablura. Su centro lo peinó Morata, lo acarició Donnarumma y el desvío le rebotó en una rodilla al zaguero del Bolonia. Un emboque chusquero, tras casi una hora en la sala de espera del gol, con oportunidades variadas, algunas articuladas de forma versallesca.
A España le faltaba cerrar el choque. Y Nico, el jugador de la jornada, lo tuvo a un palmo. Su trallazo reventó la escuadra izquierda de Donnarumma. Antes, también a Pedri se le escurrió el gol tras otra estupenda aventura de Cucurella. De la Fuente ha acercado al canario al gol, y tiene instinto para aparecer, pero no es un chacal.
El seleccionador español intervino y retiró a Pedri y Lamine en favor de Baena y Ferran. Más frescura. También Spalletti agitó el equipo, pero nadie logró dar con una Italia expansiva hasta que en los últimos minutos España reculó y la pelota se le hizo más borrosa. Ayoze no pudo con Donnarumma y la Roja se vio ante un angustioso final. Hasta que dio carpetazo a un partido que glorificó a Nico y subrayó las expectativas españolas. La Roja pinta bien.