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Metáfora del campo concreto

“El campo es una metáfora”, escribe Miguel de Unamuno en “Andanzas y visiones españolas”. Y también que un cuadro enseña como un libro y aún más y mejor, desde luego, cuando es bueno. Todo artista pinta de memoria, dice, hasta lo que está viendo. Y es que el artista pinta la imagen que recibe del objeto presente y esta imagen es un recuerdo siempre, hasta cuando la ve por primera vez. Todo imaginar y hasta todo conocer es un recordar, lo sabía ya Platón, y “todo recuerdo es una metáfora”, añade.

La metáfora, concluye, es el fundamento de la conciencia de lo eterno, y por eso ningún gran paisajista lo ha sido de vastos panoramas, porque el genuino paisaje es de pequeños rincones, que es donde se coge el alma del campo. Una reflexión con la que no podría estar más de acuerdo Agustín García Benito, cuyo trabajo, expuesto en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo, es sin duda metáfora de su tierra castellana, de su meseta desértica y con frecuencia helada, de los campos arados, de horizontes sin fin sólo interrumpidos por campanarios de iglesia y palomares, hasta el punto de que en otra exposición paralela que acaba de clausurar en Espacio Local de Gijón mostraba su serie de dibujos en los que las palomas descargan sus nubes de plomo y rematan las piezas con sus excrementos.

Obra que forma parte de la exposición. LNE


Nacido en Fompedraza (Valladolid) en 1961, se licenció en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco y ha sido profesor de volumen de la Escuela de Arte de Oviedo, donde reside, pero al final siempre vuelve a sus orígenes, aunque lo haga con cierta distancia: “Miro mis obras como miro la casa familiar que habité y que ya no me pertenece”, escribe en el catálogo. La exposición de Gijón se titulaba “Geometrías habitadas”, porque es consciente, con Ortega y Gasset, de que existe una “geometría de la meseta” y de que en ésta todo son líneas rectas, puesto que “¡Caballero, en Castilla no hay curvas!”. La de Oviedo se titula con un latinajo defectivo, “Coepi”, y es una retrospectiva que supone para él un nuevo comienzo y sintetiza al tiempo más de veinticinco años de trabajo.

Presenta dos series, la primera de las cuales, la denominada “Blanca”, la inició en los años noventa. Es una serie “áspera y dura”, como la define su comisario, el galerista y también artista Pedro García, quien subraya la necesidad por parte de Agustín García Benito de “dejar constancia del paso del tiempo sobre la superficie, añadiendo pigmentos, recomponiendo, reafirmando gestos, imprimiendo ritmos nuevos, creando otras geometrías, sumando pinceladas y añadiendo texturas, tachando, cubriendo, rayando, rasgando, quebrando, hollando. Mientras se permite que el blanco asome, anegue y oculte, asumiendo la imposibilidad de un final, porque no puede haber un final para una obra, ni debe anclarse en un principio”.

Son obras que nunca van a estar concluidas, porque, pasado un tiempo, el artista vuelve sobre ellas. De esta manera, describe el propio autor, “el blanco se nos aparece como el estadio avanzado de un proceso de depuración formal, de búsqueda de la esencialidad, en el que progresivamente el vacío, la luz y la materia afirman su presencia. La superficie, su piel, se presenta como registro del paso del tiempo, como paisaje de la memoria, como un territorio que habla de su propia historia. Las pinturas dejan adivinar las numerosas obras que a través de los años se han ido acumulando, unas sobre otras, para mostrarnos su orografía. La materia y el espacio vacío dan paso a un silencio vivo”. En el catálogo, la vicerrectora de Extensión Universitaria y Proyección Cultural, Pilar García Cuetos, que es historiadora del arte, reincide en la idea de superficie y de “la piel como metáfora”, en un sentido diametralmente opuesto a lo superficial, pues el artista “ha optado por abordar lo trascendente” y mostrar sin disimulo “las heridas de guerra, los daños de vida, las batallas, las derrotas y las victorias”.

La otra serie expuesta, más vistosa y con más color, se denomina “Estratos” y es continuación natural de la serie “Blanca”. Se define como “una mirada a través del tiempo y un paso en favor de la corporeidad de la obra y de la incorporación del espacio y la luz a la misma”. Agustín García Benito es también doctor en Prehistoria, Arqueología, Antropología Social y Técnicas Historiográficas por la Universidad de Valladolid y, a modo de memoria de una excavación, muestra a las claras las diferentes capas de las que se compone su trabajo, alimentado, ya se ha dicho, de un paisaje concreto que en ocasiones adquiere hasta dimensión volumétrica, como sedimentos de un campo de visión fundamental en el que no se recurre a la anécdota sino que se sintetiza a través de la metáfora, que, como también decía Ortega y Gasset, “es probablemente la potencia más fértil que el hombre posee”.

Obra que forma parte de la exposición LNE


Coepi 

Agustín García Benito 

Edificio histórico de la Universidad de Oviedo, calle San Francisco 3, Oviedo. Hasta el 26 de noviembre  



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