Mientras miles de lectores jóvenes se lanzan hacia el género de la ‘romantacy’ (la fantasía con elementos de romance), una novela de misterio con cierto grado de horror monstruoso y muchas intrigas familiares en las regiones pantanosas de Alabama es la que domina, y de forma avasalladora, en el campo de la novela de género para adultos. Mientras la fantasía migra hacia lo juvenil (en un sentido cronológicamente cada vez más amplio), ¿podrá la novela de terror y misterio ocupar realmente ese espacio vacante, al alimón con la novela negra y el romance más o menos disimulado? ¿O el éxito de ‘Blackwater’ es un fenómeno puntual? Quizá los lectores de la saga de Michael McDowell se queden allí. O quizá vuelvan a novelas familiares del estilo de las que obtienen premios Planeta. Pero si realmente se ha abierto una nueva ventana para la literatura de terror, ofrecemos unas cuantas pistas para perseverar en este camino. A Stephen King, aún productivo, no le faltan seguidores que siguen ofreciendo lecturas de interés.
John Langan, escritor y miembro de la junta del premio Shirley Jackson, que destaca cada año los mejores títulos de horror, suspense psicológico y fantasía oscura publicados en EEUU, cree efectivamente que el género está en plena forma en cuanto a producción. Aunque apunta que, muy probablemente, lo que ha hecho triunfar ahora al ‘revival’ de Michael McDowell y hace poco a ‘Juego de Tronos’ sea no tanto el misterio o la fantasía como “su condición de drama familiar, que posiblemente sea parte de lo que explica su atractivo”.
Gótico sureño
Si realmente es ese elemento familiar el que ha atraído al lector, lo encontrará en una manera u otra en otros títulos que son exponentes de la versión más ligera del ‘Southern Gothic’, una etiqueta que agrupa a autores del sur de EEUU que oscilan entre el realismo tremendista y el costumbrismo decadente, y con nombres como William Faulkner o Flannery O’Connor, pero del que nos quedaremos aquí con lo que podríamos calificar de ‘dixie horror’. Primos hermanos de McDowell que mezclan cosas oscuras que acechan en los pantanos o en sierras endogámicas, convenciones sociales aún marcadas por un pasado esclavista, familias extensas y absorbentes y elementos de horror siniestro.
Mientras llegan las reediciones del resto de la obra de Michael McDowell desde la editorial a la que le ha tocado el gordo, Blackie Books, nos permitimos sugerir la versión desenfadada que desde Carolina del Norte propone Grady Hendrix: ‘Cómo vender una casa encantada’ (Minotauro), con predicadores que utilizan inquietantes muñecos encantados; ‘Ens hem venut l’ànima’ (Obscura), con heavies torturados, o ‘El exorcismo de mi mejor amiga’ (Minotauro), con una adolescente poseída que canta a voz en grito el himno confederado. También Daryl Gregory, tras haber satirizado casi cada subgénero fantástico, excava en los horrores del subsuelo de Tennessee en ‘La reveladora’ (Blackie Books) y Clay McLeod Capman chapotea entre pesadillas marinas con monstruo pelágico incluido en la costa de Virgina en ‘Qué clase de madre’ (Runas).
Así que el terror lucha por desplazar a la fantasía (con permiso del fenómeno de Brandon Sanderson, que volverá a España dentro de un año en el festival Celsius 232 de Avilés) entre las preferencias del lector adulto, con avanzadillas más amables y una retaguardia más oscura. Algo que la escritora canadiense Gemma Files cree que es un signo de los tiempos. “Hay una curva por la que pasa el horror todo el tiempo. Cuando las cosas van bien, la gente rechaza el horror. Cuando las cosas realmente se ponen mal, la gente se da cuenta de que hay una razón para tener miedo. Y ahora estamos en esa fase. Y la gente también tiene razones para sentir culpa, porque siempre las hay. Puedes negarlo a través de la ira, como hace ahora mucha gente blanca en EEUU, o admitirlo y sentirte mal. Ambas cosas generan horror, es fascinante”.
Autores en alza
Como se ve, el género de terror ofrece muchos más horizontes que las sagas familiares entre cenagales. Y podríamos proponer al lector de McDowell que se mueva hacia ellos, si ha sido el misterio, y no el culebrón familiar, lo que le ha motivado. Pongamos sobre la mesa otras cinco propuestas interesantes, de autores que están llamando fuerte a la puerta del público lector.
Stephen Graham Jones, que desde unos inicios en que se movía entre lo experimental y la reivindicación de su legado indígena norteamericano, ha tocado la tecla del gran público con sus últimos libros. El último publicado en España, premio Kelvin 505 a la mejor novela de género traducida en 2023, es ‘Mi corazón es una motosierra’ (La Biblioteca de Carfax), en el que reformula tanto el tópico del cementerio indio como el de la ‘final girl’, la chica que sobrevive entre gritos y salpicaduras de sangre a una masacre de serie B.
Catriona Ward, de la que entre sus cuatro últimas novedades deberíamos destacar ‘La casa al final de Needless Street’ (Runas), la engañosa historia de un supuesto asesino desde los ojos de su gata, y ‘Sundial’, con una historia de experimentos animales en el desierto y homenaje incluido a Shirley Jackson. En octubre llegará la que fue su novela debut, ‘Rawblood’.
En tercer lugar, uno de los grandes nombres de la nueva generación que sigue los pasos de Stephen King, Paul Tremblay: su último libro, ‘La canción del superviviente’ (Nocturna), escrito bajo el impacto de la pandemia, ha recibido el habitual aplauso del maestro King.También ha sido bendecido por él el neerlandés Thomas Olde Heuvelt: en su último libro, ‘Eco’ (Nocturna) parece que se ha complicado un poco la vida, así que sería más recomendable su entretenido debut, ‘Hex’, con bruja con labios cosidos conviviendo con los habitantes de una ciudad del interior de Nueva York.
Y rematemos con dos autores hasta ahora más confinados entre los lectores más exigentes del género pero que este verano han impresionado a quienes les han escuchado en su visita al festival Celsius 232 de Avilés y a quienes hayan abierto sus últimos libros de relatos, en que el horror se encarna en nuestro día a día más contemporáneo: Gemma Files, capaz de trasladar el miedo a la casa encantada a un AirBnb, con ‘En ese infinito, nuestro final’, y John Langan, con ‘Bocadáver y otras autobiografías’, ambos en la editorial sevilllana especializada en el género La biblioteca de Carfax.
De Buenos Aires a Castellón
En lengua castellana hay también mucho donde elegir. Desde el Cono Sur llega otro gótico sureño, en absoluto desconectado de la influencia del ‘Southern Gothic’. O del gótico a secas, o del horror metafísico de Lovecraft o Ligotti. En primerísimo lugar, Mariana Enríquez, con su reciente ‘Un lugar soleado para gente sombría’ (Anagrama), un libro de relatos donde actualiza su catálogo de miedos en un Buenos Aires actual. Y también Agustina Bazterrica y ‘Las indignas’ (Alfaguara), un grupo de mujeres rodeadas de un mundo posapocalíptico, confinadas y sometidas a un culto misterioso en la Casa de la Hermandad Sagrada.
En el mercado español, mientras, Emilio Bueso (‘Naturaleza muerta’, Ediciones B, con marismas y monstruos también, ojo) ha regresado al horror tras un largo paréntesis dedicado a una trilogía espacial. Cree que vivimos es “una fase de un movimiento pendular” que puede ser perfectamente efímero. “En el año 2000 había un alud de novelas de zombis terrible, y de eso no queda casi ni rastro”, recuerda. “Siempre hay nuevas formas de trabajar el miedo, la fantasía y el sentido de la maravilla, y yo siempre trato de encontrar al público; sería estúpido por mi parte no hacerlo”, añade. También tiene marismas abiertas a otros mundos inquietantes otro autor valenciano, Guillem López, con ‘Ardiente sol de la infancia’ (Runas).
Y, mientras, la ‘romantacy’ arrasa
Entre tanto, en el campo de la ficción fantástica topamos, por un lado, con el parón creativo de Patrick Rothfuss y George R. R. Martin, el hiato en espera de su nueva serie el año próximo de Joe Abercrombie y los fiascos (algunos relativos, otros absolutos) de series de ‘streaming’ con capacidad de reactivar la atención sobre las novelas que adaptan (‘The Witcher’, ‘La rueda del tiempo’ o ‘La Casa del Dragón’). Y, por el otro, el público lector se desliza masivamente hacia la fantasía con elementos románticos destinada a una audiencia entre juvenil y veinteañera, predominantemente femenina.
A. Y. Chao, autora de ‘Shanghai inmortal’, con elementos de romance muy contenidos, apunta que la industria tiene muy claro es peso de este sector del mercado, aunque a menudo no reciba una atención mediática proporcional (en este diario, Judit Bertran sí nos mantiene puntualmente informados). “Históricamente, el romance es el género que más ingresos genera, al menos en la literatura en inglés, y como se trata de mujeres escribiendo para mujeres se lo menosprecia. Pero la demanda, con un crecimiento del número de lectoras jóvenes y no tan jóvenes, no para de crecer y ahora se dirige al campo de la fantasía, con una particularidad, los libros con cubiertas especiales, que los hacen coleccionables”. Las grandes triunfadoras en este campo han generado un auténtico fenómeno fan a su alrededor, como Rebecca Yarros, Cassandra Clare, Sarah. J Mass o Leigh Bardugo. Aunque no toda la prosa que se produce en este ámbito convence a Chao: “Cuando leo cosas como ‘ella me vio y me di cuenta de que sus pechos se animaron de alegría’, me digo: ‘no, la anatomía humana no funciona así…'”.
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