Tenía ganas porque siempre parecía que había alguien mejor que él. ¿Mejor que Van Aert? Cuando no ganas te entran las dudas, ¿qué estoy haciendo mal? Y en un ciclismo cada vez más científico, apenas hay errores en la preparación de carreras como la Vuelta. Wout ganó por fin, toda la temporada esperando un momento así, una etapa en su colección de triunfos, en uno de los palmareses más nutridos, en el cajón de trofeos de una verdadera estrella del pelotón mundial.
Ganó Van Aert, más rojo que el domingo si cabe, más feliz, porque por mucho que se pusiera de líder en la segunda etapa, él es un ganador nato y no le gusta caer derrotado ante nadie, sea Kaden Groves en la Vuelta… y, por supuesto, ante su enemigo irreconciliable, Mathieu van der Poel, con quien protagoniza duelos eternos en cualquier terreno, salvo la alta montaña -en el caso de Van Aert porque no quiere- desde que eran unos críos. Por internet circulan fotos de Van Aert y Van der Poel siendo niños y ya liándose a pedaladas, unas veces gano yo y otras te corresponde a ti.
Bronce en los Juegos de París
Van Aert es un lujo de corredor. Es el mejor velocista cuando se pone en ello. Es un contrarrelojista capaz de triunfar en el Tour y colgarse la medalla de bronce en los Juegos de París. Es el gregario que todo líder de equipo querría tener. Medio Tour de 2022 le debe Jonas Vingegaard, a quien siempre honrará por cómo lo ayudó a deshacerse de Tadej Pogacar en la ya histórica etapa de Hautacam de hace dos años.
¿No sube Van Aert? Porque no le da la gana, pues ya ha demostrado que, si quisiera, podría ser el mejor escalador. “Puedo subir un día como el mejor escalador, pero en 10 etapas como habrá en la Vuelta, no”, dijo tras la victoria. Se le recuerda pasando primero por el Ventoux y se le ve subir por los puertos del Tour, todo el pelotón o los pocos supervivientes que van quedando con cara de sufrimiento y con alguna oración para que este astro flamenco afloje un poco el ritmo.
Seis meses sin ganar
Seis meses llevaba sin ganar. Y eso es una eternidad para un talento como Van Aert. Se dio un leñazo tremendo en la carrera denominada A través de Flandes, prueba menor que sirve para preparar el Tour de Flandes, que se quedó huérfano sin su presencia. Fue obligado pasar por la mesa de reparación ósea del quirófano y preparó luego en plan espartano, junto a Vingegaard, el Tour, demasiado deprisa y en poco tiempo. Se encerraron en un hotel de Tignes; Vingegaard entrenó con discreción, pero Van Aert, más extrovertido, fue colgando las rutas en la plataforma de Strava. Y, la verdad, asustaban las sesiones que ambos hacían; tanto, que sirvió de testimonio para que al menos Pogacar se preocupase un poquito, sabedor que frente a Vingegaard tendría la victoria en el Tour más complicada que en el Giro.
Desde el principio de temporada ya se sabía que Van Aert vendría a la Vuelta. De hecho, si no se cae en su país, una Bélgica flamenca que tiene el corazón dividido entre Remco Evenepoel y Van Aert, habría ido al Giro. A él le gusta tener el cariño de la afición belga, pero sobre todo el de Eddy Merckx. ‘El Caníbal’ siempre ha mostrado una predilección hasta Wout, tal vez porque teme que algún día Evenepoel alcance buena parte de su palmarés.
Así que se vino a Lisboa con su mujer y sus dos hijos, por el nacimiento del segundo se perdió el año pasado los últimos días del Tour. Sabían que marido y padre iba a disfrutar de la Vuelta porque aquí, aquí sí puede llenar el maletero de su coche de medallas, copas y placas. Nunca la había disputado. De hecho, comenzó a correr en España en enero del año pasado cuando participó en el primer ciclocrós de Benidorm, segundo tras Van der Poel. Volvió este año y ganó para disputar luego, ya en febrero, la Clásica de Jaén, que discurre por tramos de gravel. Sin olvidar que estuvo en 2023 en los tres días que el Tour pasó en Euskadi.
Los bomberos refrescan al pelotón
Y ahora llegará a territorio español, este martes, primera meta en alto, tierras extremeñas, en el Pico de Villuercas, donde en 1956 Joselito cantaba como un pequeño ruiseñor. Subirá vestido de rojo, pero ya con la cabeza puesta en ayudar a Sepp Kuss que quiere volver a ganar la Vuelta.
A Castello Branco llegó la Vuelta bajo las llamas del infierno, con 36 grados que parecían las hogueras que por la noche se encienden en el santuario de Fátima, cuya ciudad acogió a parte de la expedición de la ronda española. Hasta los bomberos portugueses tuvieron que sacar las mangueras para refrescar al pelotón. Larga recta, arrancó Van Aert y ganó vestido de rosa, ¿quién da más? “Esta victoria ha sido especial porque representa el final de un largo camino en un año muy difícil para mí. Me he acordado de cuándo gané de amarillo en el Tour”, confesó con su vozarrón de gran corredor.