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‘La reina del baile’ de Camila Fabbri: el fin del amor y otros desastres

En el principio de todo hay una mujer que no sabe adónde iba y tampoco de dónde viene, una mujer que no sabe nada. Se llama Paulina, tiene treinta y tantos, y está atrapada dentro de su Peugeot 307 junto con un perro y una adolescente, tras sufrir un accidente. Huele a nafta, le duele todo, no es capaz de abrir los ojos ni de moverse y le llega el eco lejano de una conversación en la radio en la que suenan palabras como dólar o inflación. Y ese principio es, en realidad, el final de una historia, la de una mujer que se/nos contará en primera persona cómo ha llegado hasta aquí, hasta ese desastre, y sabremos que todo comenzó (aunque quizá fue mucho antes) cuando su novio le dice que no aguanta más y se larga, justo en ese momento en que ese hombre era ya un cepillo de dientes, una conversación en cada cena y una película en el sofá, justo cuando habían llegado a ese punto de viajar juntos, prometerse cosas y tener hijos, por qué no.

Y esa ruptura, ese fin del amor, ese otro desastre, es el germen de aquel otro con el que empieza ‘La reina del baile‘ (Anagrama), de la argentina Camila Fabbri, finalista del Premio Herralde de novela 2023, una historia que le toma prestado el título a aquella canción de ABBA para contarnos cómo se siente una cuando la dejan, qué sucede cuando esa idea de comunidad se desintegra y los vínculos desaparecen, cuando la intimidad perdida deja un agujero enorme y descubres que tu relación con la realidad es otra y perdiste el lenguaje para comunicarte con ella y con los demás. “Una cosa es un final y otra muy distinta es un desamparo”, le dirá un tipo a Paulina, y de eso, pero no solo, va esta novela cuya protagonista pareciera estar buscando una identidad nueva y distinta y propia después de la hecatombe, como si se preguntara quién eres tú cuando ya no eres con otro.

Camila Fabbri (Buenos Aires, 1989) es actriz, dramaturga, directora de teatro y acaba de debutar como directora de cine con la película ‘Clara se pierde en el boque’, estrenada en la última edición del Festival de San Sebastián. En la literatura debutó antes, en 2015, con Los accidentes, un libro de relatos al que siguió ‘El día que apagaron la luz’, su primera novela de no ficción, y un segundo libro de relatos, ‘Estamos a salvo’. En 2021 fue seleccionada por la revista Granta como una de los 25 mejores narradores en español menores de 35 años. Lleva tres meses viviendo en Madrid, en una residencia de escritura del Festival Eñe y AECI, en la que ha comenzado un proyecto de no ficción sobre el músico Charly García. Días antes de regresar a su país, Fabbri explica en una conversación con este diario que, tras la llegada de Milei al poder y las medidas que ha empezado a aplicar, está “en shock, lo único que tengo en este momento es miedo y ansiedad, no sé cómo vamos a hacer para vivir, esto va a explotar y sabemos que va a reprimir y va a ser muy duro”.

Cómo hacen los humanos

Fabbri establece en ‘La reina del baile’ un paralelismo entre dos colisiones, la de ese accidente de coche y la del desamor, cuando a Paulina “el mundo se le da la vuelta, de alguna manera, cuando sufre una ruptura”. La autora estructura el soliloquio de su protagonista, una mujer que habla y habla, pero a la que se le da mejor pensar que hablar, en un relato que alterna episodios del pasado con los de ese presente en un coche destrozado y construye una voz afilada, seca, corrosiva y brillantísima. La de una mujer distanciada y desconectada de la realidad, la de alguien que no sabe cómo comunicarse con Maite, su mejor amiga, o con ese tipo llamado Felipe que, cuando la está dejando le pregunta si le parece normal “vivir tan ensimismada”. Y esa voz es la de alguien, explica Fabbri, que se pregunta “cómo puede la gente llegar a esos extremos de intimidad y que eso después se desarme como si se descolgara la ropa, como si nada de eso hubiera sucedido, y hay algo sobre la comunidad y la intimidad que quizás sea una especie de obsesión de Paulina, que trata de entender cómo hacen los humanos para entrar y salir de esos vínculos, de esas relaciones”.

Dice Paulina que “existe la farsa de agarrarse de las manos, de intercambiar saliva y de chuparse el cuerpo” y, cuando eso se termine, pensará en congelar óvulos mientras busca en su ordenador porno con planteamiento, nudo y desenlace, como si tuviera querencia por una trama que en su vida ha dejado de existir tras la ruptura. Maite no entiende por qué los tipos con los que se acuesta no se enamoran de ella y por qué siempre acaba volviendo a casa sola, pidiendo fuego para sus Marlboro y hablando en voz alta. Paulina también habla sola, se lo dirá el tipo del taller que la ridiculizará y culpará de haberse cargado las pastillas de freno por no saber conducir, y con ese coche Paulina y Maite se marcarán un ‘Thelma & Louise’, y se irán al campo, a una chacrita perdida en la provincia de Buenos Aires en la que vive el padre de Maite, con una piscina de agua verde infestada de mosquitos, en ese pueblo en el que vive Lara, que cumple 15 años y las invitará a una fiesta en la que será la reina del baile y con la que inaugurará ese mandato de la vida adulta del que saldrá huyendo en ese Peugeot 307 que se estrellará en una carretera.

No es sororidad, es compañía

‘La reina del baile’ es una historia de mujeres que se sienten solas, que parecen estar esperando que suceda algo, ese accidente que las saque de donde están, ese anhelo de catarsis que lo cambie todo. Y, a pesar de que esos vínculos entre ellas atraviesan toda la historia, “no hay un registro sororo en la novela y, aunque es verdad que los lazos más fuertes son entre ellas, no fue buscado”, cuenta Camila Fabbri, “no es que yo quisiera escribir una historia de mujeres, pero se fue dando así porque las personas más fuertes que me fueron rodeando este último tiempo eran mujeres, pero ellas no son incondicionales porque, secretamente, cada una está velando por su terreno y en ese cuidar lo propio necesitan hacerse compañía, pero no están creando una idea de sororidad”.

La autora aclara que esta no es una novela de vocación feminista, pero es cierto que en su historia están presentes algunos imperativos de género como el de la maternidad, ese que siente una mujer de treinta y pocos años que cree que “hay que tomar una decisión, como que llega esa especie de oráculo que no hay forma de desatender, algo que ya está establecido culturalmente y que es como una batalla histórica. Pero, ¿qué pasa cuando una mujer de esa edad se separa? Un hombre no tiene esa preocupación y una mujer va cargando eso de una manera tácita”. A Fabbri, que presentó la novela al Premio Herralde con el seudónimo de Sarah Connor, la jefaza a la que dio vida Linda Hamilton en la saga ‘Terminator’, se le nota su carrera de guionista y de dramaturga en sus diálogos brillantes e imprevisibles y en su visión casi escenográfica de las situaciones, muchas de ellas en interiores: un dormitorio, una oficina, la habitación de un hospital, el interior de un coche o una piscina de agua sucia.

Es la de Fabbri una escritura magnética, de extrema conciencia y atenta a las grietas, capaz de construir un universo algo demente que va del letargo a la claustrofobia, en el que dosifica de forma sutil la violencia de sus personajes masculinos y la aparición de los nuevos vínculos y apegos que va creando su protagonista. Paulina terminará su viaje con un grito y, justo después, una frase: “Ahí está, volvió mi voz, la había olvidado”.  

‘La reina del baile’, de Camila Fabbri. Cedida




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