El 12 de julio de 2022 la historia de Arcachón y el bosque de la Teste de Buch quedó marcada por dos incendios que estuvieron a punto de desmoronar uno de los rincones naturales más bellos de Francia encabezado por la Duna de Pilat, salvada por la entrega de los bomberos. Dos años después, los vecinos vuelven a disfrutar de esta bahía protegida en el Atlántico con pinares, bancos de arena, playas ideales para el surf, embarcaderos y cabañas ostrícolas. Un destino natural de 6.800 hectáreas, incluyendo la duna y la masa forestal, a menos de una hora de Burdeos.
Los edificios de la Belle Époque
En la Ville d’Hiver, la ciudad de invierno que se alzó en la parte más alta de Arcachón, destacan trescientas villas que son el testimonio más completo del urbanismo costero. Brèmontier, Alexandre Dumas, Villa Teresa, Bayard o Toledo se construyeron en la mitad del siglo XIX, hacia 1864, y otras en el comienzo del siglo XX. En un laberinto irregular de calles se agolpan estas construcciones neogóticas, barrocas y moriscas con las que los aristócratas y las familias de la alta burguesía imitaban de alguna manera a los chalets suizos o ingleses muy abiertos al exterior. Sus ocupantes entonces se sentían atraídos por los baños terapéuticos del mar, que combatían la tuberculosis y otras enfermedades, y disfrutaban del Parque Maurenge y sus árboles centenarios, el único que conectaba la ciudad de invierno con la de verano a través de un ascensor todavía en funcionamiento. En la actualidad se puede recorrer esta ruta a pie o en bici eléctrica y culminarla en el Observatorio de Sainte-Cecile, un mirador con escaleras de caracol que construyó Paul Régnauld con la ayuda de Gustave Eiffel en 1863. Desde la cima, la vista de Arcachón es asombrosa.
Dos cabañas de pilotes, la postal
En el corazón de la bahía se alzan las famosas siluetas de las dos cabañas tchanquées de la Isla de los Pájaros (Île des Oiseaux). Este símbolo de la bahía servía de refugio y de vigilancia a los ostricultores entre las fuertes mareas que sacuden el lugar cada seis horas. Fueron construidas sobre pilotes en la recta final del siglo XIX y nunca han disfrutado del agua dulce o de electricidad, pero los visitantes siempre quieren acercarse para contemplarlas. Ese objetivo se consigue con más garantías utilizando alguna de las embarcaciones que se pueden contratar en Arcachón, aunque su interior no se visita. El valor de estas dos cabañas está entre los 600.000 y los 900.000 euros.
La duna gigante
Para percatarse de su tamaño lo más indicado es subir a la cima por una pendiente muy pronunciada desde el bosque. Es la duna más grande Europa, con casi tres kilómetros de longitud, 106 m de altura y más de 600 m de ancho, «aunque cada año crece entre cinco y diez metros hacia el interior boscoso», según nos comenta la guía Christel. Después de más de 20 años de trabajo en esta duna, que tiene 55 millones de metros cúbicos de arena, recomienda visitarla al amanecer o por la tarde con la puesta de sol, divisando desde la altura el Banco de Arguin, una reserva natural (desde 1972) con islotes arenosos cuyas formas cambian según las mareas, las corrientes y el viento. En verano es posible llegar en barco, al tiempo que se divisan algunos búnkeres que instaló el ejército nazi entre 1940 y 1944.
El paraíso de las ostras
La actividad económica más tradicional es la ostrícola: 3.600 granjas de cultivo, 270 empresas, mil empleos directos y 30 pueblos y puertos están dedicados al cultivo de la ostra y a su consumo. Los parques de ostras están delimitados por los ‘pignuts’, los palos de madera de pino emplazados junto a las cabañas para almacenar, reparar el material y organizar las degustaciones de los visitantes con los pies en el agua. Todos los años se producen entre 8 y 10 toneladas de ostras y se pueden saborear en muchas cabañas como la Cabane d’Hortense (www.lacabanedhortense.com) en Cap Ferret. Unos 30 euros por 18 piezas (6 pequeñas, 6 medianas y 6 grandes).
El Faro de Cap Ferret
Desde el embarcadero de Thiers d’Pier en Arcachón, una lanzadera marítima traslada a los visitantes en menos de media hora a Cap Ferret. También se puede alquilar un ‘pinasse’, una barca tradicional del siglo XVI de casi seis metros. A principios del siglo XX, se añadió un motor a esta embarcación y hoy existen unas treinta empresas que recorren, por ejemplo, todo el litoral del Cap Ferret con algunos de los pueblos más encantadores de la bahía, como L’Herbe, el más pintoresco y auténtico con sus cabañas coloreadas y la capilla de Villa Algérienne, de aire oriental. Un poco más al sur de esta península resplandece la silueta del Faro de Cap Ferret, al que se puede ascender superando 258 escalones, y La Pointe, o Punta de Cap-Ferret, la playa que ofrece unas vistas de ensueño de la duna de Pilat.