Diez euros. Esa es la cantidad simbólica que recibe el ganador del Premio Goncourt, el galardón literario más prestigioso de Francia, que suele traducirse en un boom de lectores que convierte al elegido o elegida en algo parecido a un semidiós. El año pasado, el afortunado fue Jean-Baptiste Andrea, oriundo de Cannes y hasta hace muy poco un completo desconocido en el mundillo literario porque se había dedicado al cine y trabajado la mayor parte de su carrera en Los Ángeles. De su novela ‘Cuidar de ella’ (AdN) podríamos decir que es como las de antes, una mezcla de aventuras y emoción. Está ambientada en la Italia prefascista y gira en torno a la improbable amistad entre un aprendiz de escultor y la heredera de una familia rica que aspira a hacer algo más en la vida que casarse bien.
-¿Cómo alguien instalado en Los Ángeles y dedicado al cine acaba ganando el Goncourt?
-El cine ha sido un medio para llegar a la novela. Siempre tuve muy claro que quería ser escritor, porque en la literatura puedo expresarme sin filtros. En el cine las ideas cuestan dinero, cada detalle está calculado. Nunca sentía que podía ser yo mismo. Cuando escribí mi primer libro en 2016 tuve una sensación absolutamente indescriptible. No quiero volver al cine.
-¿No dudó al dejar un trabajo bien pagado por un mundo, el literario, donde las posibilidades de vivir de lo que uno escribe son escasas?
-Diría que incluso en el cine es raro llegar a ganar dinero. No conozco a nadie que se dedique a hacer películas por dinero, excepto los productores. Escribir había sido el sueño de toda mi vida y pensé que podría mantenerme. La verdad es que he tenido mucha suerte. Y estoy contento porque el premio me ha permitido ganar algo de dinero.
-‘Cuidar de ella’ es una novela como las de antes, de aventuras y emoción, casi una rareza hoy que estamos rodeados de libros muy anclados en el presente y el yo.
-Para mí, el hecho de contar una historia es algo casi sagrado. Los escritores disponemos de una herramienta increíble que es la imaginación. Me parece un crimen utilizar la imaginación para limitarla a temas cotidianos o del yo. Podría matizar lo que acabo de decir, pero no me apetece porque me encantan los relatos. Tengo muchas ganas de que me cuenten grandes historias. No me parece casualidad que Carlos Ruiz Zafón tuviera tanto éxito en todo el mundo porque fue alguien que no tuvo miedo de contar un gran relato.
-La novela habla sobre lo difícil que es a veces escucharse a uno mismo y apostar por una vocación.
-Creo que todos mis libros hablan de una manera u otra de la lucha que tuve que librar para convertirme en escritor. Elegir la vía artística es una lucha constante. En el mundo no hay sitio para los artistas, la sociedad solo tiene sitio para ellos cuando han triunfado, entonces de repente a todo el mundo le encantan.
-¿Siempre quiso ser escritor?
-Desde que tenía 9 años. Hice un desvío al cine porque ahí me sentía más cómodo. Todo el mundo me decía que no me dedicara a la literatura. Mi familia tenía miedo de que me muriera de hambre, pero a la vez fueron ellos quienes me expusieron al mundo del arte, a los libros. Elegí estudiar una carrera muy seria y aburrida, Ciencias Políticas, para complacer a mis padres.
-¿Cómo dio el salto a las letras?
-Encontré un trabajo como traductor del inglés, pude independizarme y ahí es cuando empecé a escribir. Descubrí que en el mundo, al menos en Francia, no tienen cabida los escritores. Estamos condenados a subsistir para existir. Hasta que no se publicó mi primera novela nadie me hacía mucho caso. Y ahora, con el Goncourt, parece que me he convertido en una especie de dios en la tierra. Pero yo sigo siendo el chavalín que ignoraron durante 35 años.
-¿Todo el mundo tiene una vocación?
-No creo que sea necesariamente una vocación artística. Pero sí que hay un momento en el que pasa todo, entre los 12 y los 14 años, cuando uno decide qué hacer con sus sueños infantiles. Hay gente que entra en el sistema y llevará una vida más o menos tradicional y serán felices así, y eso está super bien. De la mitad que queda, hay gente que tiene sueños y solo un 1% los perseguirá. Veo a mucha gente con talento que no hace nada con él. La sociedad, en general, no reconoce a la gente que tiene ganas de crear algo. No se valora.
-Hablemos de Mimo, el aprendiz de escultor protagonista. Padece enanismo, pero a uno se le olvida leyendo la novela.
-A Mimo lo creé porque no quería hablar de Viola en primera persona. Él me sirve para contemplarla y explicarla. Como bien dices, su estatura es importante y a la vez no lo es. En el fondo es el mismo tema que la creación artística, me encanta la gente que tiene que luchar para conseguir algo. Viola, por el hecho de ser mujer, tiene una lucha adicional, y Mimo, por su tamaño, también. Siempre digo que mi libro no es feminista, que va más allá, porque la palabra feminismo no debería existir. Es humanista. Lo que me interesa es lo que arde dentro de todos nosotros.
-¿Quién le inspiró el personaje de Viola, tan precoz, ambiciosa y superdotada?
-Me crie con una madre muy feminista y me sorprende constatar que incluso hoy sigue siendo más difícil haber nacido en el cuerpo de una mujer que en el de un hombre. En la novela, Viola lucha por su libertad entre 1916 y 1948. Ha habido mejoras desde entonces, pero hay cosas de base que no han cambiado. Eso y el auge del fascismo hace que la novela sea, en el fondo, muy contemporánea.
-¿En qué sentido se considera feminista?
-He crecido rodeado de mujeres muy fuertes, inteligentes y libres, pero me di cuenta de que ellas mismas se ponían límites en algún momento de sus vidas. Decían cosas como: ‘No puedo hacer esto’, cuando para mí eran capaces de hacer cualquier cosa que se propusieran.
-¿Por qué cree que sucedía eso?
-No es porque tuvieran límites, aunque ellas así lo creyeran. Creo que piensan eso por la tiranía antifeminista que todos acarreamos desde hace siglos. Es como una especie de voz, dentro de ellas, que les dice: este no es el sitio para una mujer. Estoy hablando de mujeres que luchaban activamente por la igualdad y el derecho al aborto, pero no eran capaces de reconocer que la amenaza surgía de su propio interior.
-¿A qué se refiere?
-Las mujeres no solo deben luchar contra un enemigo identificado, el machismo, sino también contra algo más viciado: ese mismo enemigo enmascarado en su interior. Es un enemigo que ha sido digerido. Porque es tan viejo que no se lo considera una amenaza. Es difícil de explicar, pero es contra lo que lleváis luchando toda la historia: el sexismo. Ser feminista tiene algo de ir contra natura. Viola no existe, pero he visto su lucha en muchas mujeres a las que admiro.
-Las vidas de Mimo y Viola se ven atravesadas por la guerra, el fascismo y la política, ¿está olvidando Europa que eso puede volver a suceder
Sí, y creo que es un problema de educación. Hay muchísima gente que sufre y eso les mueve a votar a los extremos, no es porque sean malvados. El sufrimiento, la frustración y el olvido de la historia son peligrosos. Pero siempre digo que no hay nada escrito que siempre estaremos a tiempo de impedir los extremos.