En las tres exposiciones actuales de Laboral Centro de Arte de Gijón, primeras de pleno dominio de su nuevo director de actividades, Pablo de Soto, se muestran a las claras cuáles son sus poderes. La primera, procedente de la Fundación Onassis de Atenas, forma parte del Programa Cultural de la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea y cuenta con el apoyo de la Fundación EDP, la Fundación Caja Rural de Asturias, el Foro Cultural de Austria, Acción Cultural Española y la Universidad de Southampton. La segunda es un proyecto realizado en un programa de residencia de la European Media Art Platform en Laboral Centro de Arte con el apoyo del Programa Cultura Europa Creativa de la Unión Europea y producido gracias al Departamento de Cultura y Cohesión Social del Senado de Berlín, el Institut für Auslandsbeziehungen y la Alexander Tutsek-Stiftung. Mientras que la tercera ha sido producida con la Dirección General de Memoria Democrática del Principado de Asturias en colaboración con la Asociación Fosa Parasimón, la Sociedad de Ciencias Aranzadi y el Euskal Prospekzio Taldea.
El gijonés Pablo de Soto, o DeSoto, como suele firmar, es máster en Arquitectura por el Real Instituto de Arquitectura de Estocolmo y doctor en Comunicación y Cultura por la Universidad Federal de Río de Janeiro. Fue cofundador de Hackitectura, colectivo de arquitectos, programadores y activistas responsables de proyectos pioneros de intervención del espacio público con tecnologías críticas, cuyos trabajos han sido expuestos por ejemplo en el centro ZKM de Karlsruhe (Alemania). Además, ha desarrollado proyectos en instituciones artísticas como el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, el Chelsea Collage of Arts, el SESC de São Paulo o, más recientemente, en Matadero Madrid, dentro de las actividades para la Nueva Bauhaus Europea. En Laboral ha ganado sus principales premios, como el Cyberspaces y la primera edición del Joven Experimenta, concedidos en 2007, o la VI Beca de producción DKV Seguros-Álvarez Margaride en 2018, junto a su amigo Román Torre, de Rotor Studio. Es hombre de la casa, artista multidisciplinar surgido de allí, y formó parte del colectivo Puxa Laboral, que salió en defensa del centro gijonés cuando se dudó sobre su continuidad.
Para la exposición principal, que retrotrae a tiempos mejores, cuando no había limitaciones presupuestarias, tal es la ambición de su planteamiento, ha realizado la adaptación al contexto español y asturiano incorporando piezas de Víctor Mazón, Rotor Studio y Pablo de Lillo y conformando, en colaboración con Patricia Villanueva, el taller de investigación “Asturias, de Paraíso Natural a Refugio Climático”, que contó con participantes de la Cátedra de Cambio Climático y la Facultad de Comercio, Turismo y Ciencias Sociales de la Universidad de Oviedo, el Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano Universidad Politécnica de Madrid, la Universidad de Aarhus en Dinamarca o la Escuela Politécnica de Zúrich, entre otros. El taller dio lugar a un documental, que fue presentado en la pasada edición del Festival de Cine de Gijón. También ha traducido la publicación que la complementa, “Palabras del tiempo y del clima”, que es un glosario de terminología meteorológica definida desde una perspectiva filosófica, crítica y creativa, con la colaboración de escritores y artistas que trabajan sobre los medios, la justicia y la estética medioambientales.
El proyecto, basado en “Weather Engines”, exposición producida por el centro Onassis Stegi de Atenas en 2021 dentro del proyecto europeo “Studiotopia: Arts meets Science in the Anthropocene”, se titula “Motores del clima” a su paso por Laboral Centro de Arte y mantiene como comisarios a la escritora Daphne Dragona y el académico especializado Jussi Parikka. Su propósito, en esa cada vez más frecuente interrelación entre arte y ciencia, es hacer justicia al clima, avisando de la urgencia climática, denunciando las desigualdades planetarias, llamando la atención sobre sus dimensiones políticas, haciendo crítica de las tecnologías del medio ambiente, a través de una treintena de proyectos de autores internacionales, individuales y colectivos. Es el arte procesado, convertido en mecanismo de traducción e interpretación de realidades complejas.
Pero hacer justicia al clima no es lo mismo que hacer justicia al arte. De hecho, casi ninguno de los términos recogidos en el glosario tiene aplicación artística, no obstante su utilidad para la ecología y la lucha medioambiental. Sería distinto si se hubiera tratado del tiempo, que es una categoría mucho más apropiada. Lo decía Herbert Marcuse: “La función crítica del arte, su contribución a la lucha por la liberación, reside en la forma estética; una obra de arte es auténtica o verdadera no en virtud de su contenido, ni tampoco por su forma ‘pura’, sino por el contenido convertido en forma”. Y el tiempo es una dimensión añadida por el arte contemporáneo a esa forma, así como lo es el espacio. El tiempo entendido como proceso, pero no en el sentido de las fases de elaboración de una idea, en una clara sobrevaloración del acto “creador”, sino en el del tiempo introducido en la propia obra de arte, como bien se mostraba por ejemplo en la exposición “El proceso como paradigma”, celebrada en 2010. También lo time-specific, el arte hecho para un momento concreto y convertido en acontecimiento. En arte no preocupa tanto el qué sino el cómo, y en la exposición, sobrecargada de datos, abundan las políticas y las tecnologías, pero son, salvo honrosas excepciones, menos frecuentes las poéticas, las incardinaciones de forma y contenido, que huyan de la narración lineal, de la transmisión de información excesivamente duradera.
Motores del clima (Poéticas, políticas y tecnologías de la meteorología)
Laboral Centro de Arte y Creación Industrial, calle Los Prados 121, Gijón. Hasta el 25 de mayo