Pese a que el paso del tiempo no ha dejado de hacer mella en la capacidad visual de Alba García, su ambición no ha dejado de crecer. Relegada a la categoría T11 por su continúa pérdida de visión, la madrileña demostró en el estreno del Stade de France su acertada apuesta por el salto de longitud.
La lluvia hizo acto de presencia y condicionó las pruebas de la jornada matinal. El agua caía sin parar y los intentos en el foso de la arena iban siendo cada vez más difíciles de superar una primera tanda que marcó la prueba. En ella, Alba consiguió volar hasta los 4,76 metros, a tan solo quince centímetros de la plata.
Con tan solo 22 años y en sus segundos Juegos Paralímpicos, siendo ya una de las abanderadas de la nueva generación de atletas españoles, se colgó la primera medalla para la delegación española en el atletismo.
Una superación constante
Su poca visibilidad debido a la amaurosis congénita de Leber que le diagnosticaron con pocos meses de vida no le ha impedido nunca ser una más. “Mis padres me enseñaron a manejarme sola desde pequeña, me dieron los recursos para desenvolverme e interactuar con más personas, y así no crear ninguna dependencia“. Su prematura madurez ha sido una de las claves tanto en su vida como en su carrera deportiva.
Amante del deporte empezó con la natación, pero su ‘feeling’ con la piscina no fue el esperado. El atletismo le dio una segunda oportunidad para poder ser parte de grandes citas y tras empezar en las pruebas de velocidad decidió apostar por los saltos de longitud.
En Tokio pudo probar lo que era una cita de tal calibre y pese a los grandes resultados obtenidos en el camino hacía la cita nipona, su actuación no fue la deseada. Pero lejos de hundirse, Alba volvió a superarse una vez más y pese a sufrir el varapalo de su bajada de categoría, volvió a crecerse. Rozó el bronce en el Mundial de París 2023. Un solo centímetro la dejó sin subir al podio, pero aquello fue el inicio de un gran sueño ya cumplido; la medalla en París 2024.
Su camino hasta aquí tampoco ha sido fácil. Las lesiones hicieron mella y la obligaron a perderse el Mundial de Kobe en el mes de mayo, pero su recuperación fue perfecta. Acudía a la capital francesa con esperanzas en el salto y pese a que la lluvia la dejó lejos de su marca, Alba saboreó por primera vez un podio olímpico con un salto para el recuerdo.