A lo largo de los años muchas son las películas de ciencia ficción cuya trama ha girado en torno a los viajes al espacio, una fantasía que hoy día está empezando a cobrar vida gracias a los incontables avances tecnológicos que están reforzado la industria, pero lo cierto es que el turismo espacial no es nada nuevo. En 2001 el multimillonario estadounidense Dennis Tito se convirtió en el primer turista en volar a la Estación Espacial Internacional (ISS) -en la que permaneció casi una semana-, una exclusiva experiencia por la que pagó 20 millones de dólares. Veintidós años después, empresas como Virgin Galactic, Blue Origin y SpaceX compiten por acercar a los clientes de alto poder adquisitivo un nuevo concepto de escapada de lujo.
El pasado mes de agosto, Virgin Galactic completó con éxito su primer vuelo privado al espacio. El VSS Unity despegó de Nuevo México acoplado a una gran nave nodriza de doble fuselaje con tres clientes a bordo, la empresaria Keisha Schahaff y su hija, las cuales ganaron sus pasajes en un sorteo para recaudar fondos, y el exolímpico Jon Goodwin, aventurándose más de 80 kilómetros por encima de la superficie terrestre en una ruta que duro 70 minutos y que les permitió experimentar la ingravidez durante unos instantes. Este hito supone un paso más en la comercialización de este tipo de vuelos, eso sí con un precio que ronda los 450.000 dólares por persona, una cifra no apta para todos los bolsillos. Pese a su alto coste, la empresa fundada por el multimillonario británico Richard Branson ya cuenta con cientos de reservas para sus próximos vuelos.
Por otro lado, la empresa española HALO Space se ha incorporado recientemente a esta carrera por conquistar el espacio tras completar con éxito la segunda serie de vuelos de prueba en California (Estados Unidos) con el objetivo de hacer viajes comerciales a partir de 2025 –año en el que prevé obtener la certificación de la FAA– transportando a 3.000 pasajeros en unos 400 viajes al año a un precio que parte en los 200.000 euros.
Su propuesta consiste en una cápsula con capacidad para nueve personas que combina comodidad, un moderno diseño y tecnología avanzada que permitirá a los pasajeros disfrutar de vistas increíbles del espacio y de la grandeza de la curvatura de la Tierra desde una altitud de 35 kilómetros en un viaje de unas cinco horas. Además, cada pasajero podrá personalizar completamente su escapada con cocina gourmet y experiencias de hospitalidad para disfrutar con familiares y amigos antes del despegue. Incluirá, también, una sesión informativa donde los participantes se familiarizarán con la cápsula y los procedimientos de vuelo.
El primer hotel con vistas a la Tierra
Pero la cosa no se queda ahí, la compañía ABOVE SPACE, antes conocida como Orbital Assembly, quiere dar un paso más allá creando el primer hotel espacial con vistas a la Tierra. Pensada para acoger inicialmente a 24 huéspedes y cuatro miembros de personal interno que atiendan sus necesidades, la Estación Pioneer podría abrir sus puertas al público en 2027.
Según indica Tim Alatorre, uno de los fundadores de la compañía, están trabajando en una estación espacial de gravedad artificial para que la estancia sea más agradable mitigando así los efectos perjudiciales de la ingravidez en la salud. Este concepto consta de varios módulos conectados por ascensores que forman una rueda giratoria que orbita alrededor de la Tierra. Cerca del centro de la estación no habría gravedad artificial, pero a medida que se desciende hacia el exterior de la misma la sensación de gravedad aumentará. Entre las diferentes instalaciones no faltarán restaurantes, gimnasio y otras áreas dedicadas al entretenimiento.
La intención inicial es que las estancias sean de unos cuatro días y una vez se vaya aumentando el complejo con nuevas instalaciones se alargue hasta los diez días ampliando también su capacidad hasta los 400 huéspedes. Además, los visitantes no solo disfrutarán como turistas, sino que también tendrán la oportunidad de participar activamente en las investigaciones que puedan llevarse a cabo más allá de nuestras fronteras terrestres.
La idea es que de aquí a unos diez años unas vacaciones en el espacio no cuesten más de 10.000 euros, siendo así accesible a un mayor número de personas, que no a toda la población, pero para ello, según explica Alatorre, habrá que reducir los costes sin escatimar en seguridad y confort, una premisa que poco a poco se ha ido logrando. De hecho, en la década de los 60 enviar un kilogramo al espacio costaba alrededor de 8.000 euros y ahora esa cifra ha bajado hasta los 3.500 euros.
Abróchense los cinturones porque esta experiencia espacial está a punto de comenzar.