Ya está el Girona en posiciones europeas. La preocupación que pudiera existir con el inicio de la Liga no tiene razón de ser. Arriba continúa la revelación de la pasada campaña, que va repitiendo fielmente los resultados que cosechó cuando agitó el campeonato. Empató ante el Betis, perdió con el Atlético, ganó a Osasuna y también venció al Sevilla. Los números que le elevaron a la Champions, donde debutará a la vuelta del parón, con dos platos fuertes: el Barça en Montilivi (fue un 4-2 hace meses) y visita (inédita) al París Saint-Germain.
Dos goles de Iván Martín y de Abel Ruiz de penalti, reforzarán el ánimo de quienes dudaron después de los dos primeros partidos, saldados con un punto. El criticado Gazzaniga se resarció. Protegió dos veces la ventaja mínima, ante dos disparos de Lukébakio, el segundo flojo, que evitaron el resurgir del Sevilla. Eficaz el meta y eficaces los delanteros.
Un Girona más sosegado
A Míchel no le gustó el primer tiempo de su equipo porque en ningún momento tuvo la iniciativa del juego ni el control. Anduvo bastante sometido al ritmo que deseaba imponer el Sevilla, más físico y más directo; un ritmo que el cuadro hispalense pagó después. No pudo sostenerlo. No encontró la forma ni los espacios ante un Girona más sosegado con la ventaja del gol.
Con más pulmones que cerebro, careció del criterio y la calma que caracterizan al Girona, confuso en el inicio, porque lo suyo es correr con el balón y no correr tras el balón, como había sucedido. La prueba se halló en las estadísticas: el cuadro gerundense cometió todas las faltas (seis) antes de que el Sevilla provocara la primera. O que Daley Blind, invisible antes del descanso, transmitió paz a sus compañeros dando un recital de pases con sangre fría pese a la presión de los hispalenses, cuando fueron ellos los que empezaron a correr para recuperar el balón.
Más criterio
La entrada de Jhon Solís y el debutante Arnaut Danjuma por Yangel y Tsygankov en el descanso permitió mejorar al colectivo por la espesa actuación de los dos sustituidos. Pero, sobre todo, pretendía aprovechar los espacios de la zaga sevillista, con los dos centrales muy separados de los laterales y sin que los dos mediocentros les protegieran. Hubo un mayor criterio en la construcción de las jugadas, y las llegadas al área poco a poco abundaron. Si en el primer tiempo solo había disparado Miguel un punterazo antes del gol de Martín, Abel y Danjuma dispusieron de una doble oportunidad para fusilar a Nyland antes del 0-2, tras un penalti de VAR por manos de Isaac. Abel Ruiz, molido a palos por Badé y Marcao, tiró relajado al verse solo, sin que nadie le atosigase por la espalda.
El resultado era ya un abismo para el Sevilla que, como el Girona, sigue igual que la temporada pasada, pero en su caso hundido en la tabla. La mano de García Pimienta se ve en las pretensiones futbolísticas que muestra su equipo, un grupo a medio construir con fichajes que no han elevado aún el nivel. El argentino Valentín Barco, que debutaba como Danjuma enfrente, brilló por ser el contrapunto a sus compañeros con su fútbol reposado y técnico. Será de mayor utilidad jugando en el centro del campo que desaprovechado de lateral izquierdo, su posición inicial.