“Estoy viviendo un sueño”, decía el estadounidense Ben Harper en el escenario a su paso por el festival. “Siempre me siento agradecido por lo bien que me trata la organización y el corazón tan grande que tiene el público de este festival”, admite José Mercé a El Periódico de España. El Tío Pepe Festival, que se organiza en el marco de las bodegas González Byass de Jerez de la Frontera (Cádiz) ha celebrado este año su décima edición. Sin embargo, desde hace unos años, que la bodega decidió ampliar el programa y enmarcarlo en un ciclo llamado Veranea en la bodega, que se desarrolla en verano en diferentes instalaciones de la compañía, el festival ha dado un salto de gigante. No lo ha hecho en el aforo, que se sigue manteniendo entre mil y dos mil asistentes (según el concierto). Tampoco en ampliación de fechas (el ciclo de conciertos dura aproximadamente un mes), pero sí en relación al cartel.
“Este festival tiene una atracción especial para los artistas, porque es un poco diferente por la cercanía con el público y la calidad del sonido, pero también por el entorno en que se hace”. Beatriz Vergara Domecq (Jerez, 1970) es la directora del festival desde sus inicios y la responsable de la división de enoturismo de González Byass. El espacio al que se refiere es justamente la propia bodega, que está en funcionamiento y que permite la organización de este tipo de conciertos en sus instalaciones. Esa atracción que sienten los artistas por el espacio, confiesa, también se refleja en el interés que tienen algunos por volver. Raphael lo ha hecho este año, después de que actuó el año pasado por primera vez (inició su gira en el festival y tenía previstas dos actuaciones, pero tuvo que cancelar la segunda), India Martínez o La Oreja de Van Gogh son otros que ya han estado aquí en varias ocasiones.
La edición de 2024 del festival la abrió Ana Mena el 12 de julio y la cerrarán Los Secretos el próximo 16 de agosto. En medio, han pasado por su escenario este año nombres como Luis Fonsi, José Mercé, Take That, Miguel Poveda, Amaral, La Oreja de Van Gogh (que también ha querido repetir) o Santiago Auserón. En la de 2023, algunos de los artistas que subieron a su escenario fueron Rubén Blades, Ben Harper, Tom Jones, Andrés Calamaro, Luz Casal o Pat Metheny.
Diez años creciendo en torno a la música… y el vino
“Hace diez años vimos que no había en la provincia de Cádiz ninguna oferta de calidad musical que se combinase con la propia cultura local y su identidad”, explica Vergara sobre el origen del festival. “Empezamos haciendo un solo concierto, para probar, y funcionó muy bien. Al año siguiente fueron tres fechas. Luego le añadimos la gastronomía. Después, el flamenco y la música clásica, el pop…”. La clave, explica la directora, fue ir escuchando las necesidades del público y el resultado es un festival que atiende a diferentes estilos -y por lo tanto, a diferentes edades-.
Poco a poco se fue configurando la idea de hacer un ciclo completo, Veranea en la bodega, que se desarrolla a lo largo de un mes (entre julio y agosto). Pero entonces, vino el parón provocado por el coronavirus. Pese a que el programa se desarrolla al aire libre, con la reducción de aforos y la necesidad de distancia, nacieron los dos últimos ciclos en incorporarse al programa: uno de flamenco y otro dedicado a la comedia. Tras pasar las dificultades derivadas de la pandemia, decidieron dar el salto y, dado el éxito que el festival tiene entre los propios artistas, quisieron apostar por traer pesos pesados de la música.
La oferta de conciertos de verano al aire libre en la zona ha crecido mucho, pero Vergara reivindica la identidad de esta cita. “Nosotros no somos un festival boutique, la nuestra es una propuesta puramente vivencial”, afirma. “No es un festival que se monta totalmente de la nada en un gran espacio abierto: este es un festival que se adapta a una bodega, que está en funcionamiento, y los conciertos están vinculados con otras experiencias, como la restauración y la posibilidad de alojarse en el hotel propio, dentro de un conjunto monumental y en un entorno histórico de la ciudad”.
Sin intención en crecer en aforo
Otro de los elementos que distinguen a Veranea en la bodega es que, pese a que con los años han ido incrementando actividades y, por tanto, asistencia, no quieren crecer en aforo. “Para nosotros es muy importante seguir respetando que sea un festival cercano, y para eso los aforos tienen que ser pequeños”, explica Vergara.
Artistas como Luis Fonsi, Miguel Poveda o Raphael, por citar algunos de los que han pasado por su escenario este año, son habituales de espacios como las plazas de toros de las ciudades medianas o los pabellones de deportes de las grandes ciudades, en los que se suelen vender en torno a las 15.000 localidades para llenarlos. El Wizink Center de Madrid, por citar uno de ellos, tiene un aforo de 16.000 personas. En Jerez, actúan para un máximo de 2.000, que es el público que cabe en los teatros que albergan festivales en la Gran Vía madrileña.
Tampoco el precio es una barrera: aunque depende del artista, los precios de las entradas oscilan entre los 40 y los 80 euros. Y aunque acude público local y de los alrededores, la mayoría de los asistentes son turistas que se acercan a conocer la zona. El crecimiento del ciclo, dice su directora, viene porque el público que acude decida pasar varios días y aumentar las actividades y conciertos a los que acude. “A nosotros no nos interesan tanto los volúmenes, sino que sea una experiencia de calidad”.
Bodegas históricas y a pleno rendimiento
González Byass es una de las grandes marcas del marco jerezano. La compañía (y la primera bodega, llamada como su vino más icónico, Tío Pepe) echó a andar en la ciudad en la primera mitad del siglo XIX, y sus instalaciones son hoy un conjunto monumental y uno de los enclaves de este festival, en el casco histórico de la ciudad. A diferencia de lo que ocurre con otras bodegas del marco, y también en otras ciudades, las instalaciones históricas no han quedado desmanteladas, absorbidas por el propio crecimiento de la ciudad, sino que se mantienen activas -aún hoy se lleva a cabo el envejecimiento del vino-. Tampoco se encuentran alejadas del núcleo poblacional, pegadas a los viñedos de los alrededores.
La empresa ha reformado las instalaciones de la bodega Tío Pepe y en el espacio que antiguamente albergaron viviendas para los trabajadores ahora hay un hotel, además de dos restaurantes que durante el ciclo Veranea en la bodega acogen la residencia de chefs con estrellas Michelín (en un ciclo llamado La cenas de las estrellas). En su patio, desde hace dos años, se desarrollan algunos de los conciertos, como el ciclo de flamenco Solera y compás que se ha desgajado de la programación principal del Tío Pepe Festival y el ciclo de comedia.
El otro escenario del festival, con mayor aforo, está en la bodega Las Copas, situada a las afueras de la ciudad y construida a en la segunda mitad del siglo XX. Una de sus curiosidades es que fue proyectada por el ingeniero José Antonio Torroja Cavanillas, padre de la cantante Ana Torroja (que trabajó en esta tarea junto al arquitecto Humberto Patiño Sánchez). Como en el caso de las Tío Pepe, es una bodega en activo (en ella se realiza la mayor parte del proceso de elaboración del vino desde que se recoge la uva). “Esta semana ya hay que desmontar las estructuras muy rápido, porque esta semana entran en este espacio los camiones que reciben la vendimia”, confirma la directora del ciclo.
Para el futuro de Veranea en la bodega, Vergara quiere seguir creciendo precisamente en la incorporación de nuevos espacios de la bodega al festival, además de integrar los viñedos en las actividades. “Es todo un reto que tenemos por delante”, concluye.