Bajo una lluvia fría y copiosa, los bibliotecarios de Barcelona, en huelga este lunes, han aprovechado el pregón de Sant Jordi para visibilizar su protesta por sus condiciones laborales. Por primera vez, el pregón de Sant Jordi iba a celebrarse en una biblioteca, la flamante García Márquez, pero la alta demanda de entradas ha hecho que el acto, protagonizado por el escritor británico de literatura infantil David Walliams, se trasladase al Born Centre Cultural.
Allí, a la entrada, una treintena de bibliotecarios protestaban estoicamente bajo el chaparrón y dentro, otra treintena le ha hecho entrega a Walliams una de sus camisetas con el lema #defensemBibliosBcn ante el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni. Walliams ha mostrado su apoyo, recordando que las bibliotecas también son un lugar muy importante para él, al que sus padres le llevaban de pequeño con frecuencia, y ha aceptado con una sonrisa la camiseta. “La profesión de bibliotecarios es una de las más importantes del mundo y ninguno de nosotros estaríamos aquí sin ellos”, ha improvisado en mitad de su discurso, antes de pedir un aplauso para ellos. “Nunca debemos olvidar a las bibliotecas ni perder a sus bibliotecarios”.
Fenómeno infantil
Walliams es el primer escritor de novela infantil encargado de dar el pregón de Sant Jordi. Es todo un fenómeno, con traducciones en más de 50 países y millones de libros vendidos. Casi todos sus títulos tienen un punto irreverente y gamberro y, sin embargo, no renuncian al mensaje, que casi siempre tiene que ver con la empatía y la aceptación de lo diferente. “Como dijo Oscar Wilde, la empatía es el sentimiento más importante que puedes tener. ¿Quién quiere vivir en un mundo en el que a nadie le importa lo que está ocurriendo en Ucrania o Israel?”, se preguntó Walliams, un niño al que su hermana mayor solía disfrazar con vestidos de niña, una experiencia que le sirvió para escribir su primer cuento, ‘La increíble historia del chico del vestido’, todo un superventas. Walliams confesó en una charla con la periodista Anna Guitart que también hay algo de su abuela en ‘La abuela gánster’ y que contesta personalmente todas las cartas de sus pequeños fans, que son muchas.
De pequeño, Walliams no era lo que se dice exactamente un gran lector. “Mis padres me dejaron tener una televisión en blanco y negro en mi habitación y me enganché al wrestling masculino”, ha explicado, divertido, haciendo gala de unas tablas que han hecho que su pregón sea uno de los más divertidos que se recuerdan, sembrado de chistes. “Poco a poco, gracias a un cómic y a las visitas con mis padres a la biblioteca donde tomaba prestados libros sobre dinosaurios y volcanes, me aficioné a la lectura. Hasta que llegué al libro que cambió mi vida, al que considero un libro que ha cambiado la historia de la literatura, un incunable. Y ese libro es… ‘Cincuenta sombras de Grey’… ¡Es broma! El libro que me cambió la vida es ‘Charlie y la fábrica de chocolate’”, bromeó.
Roald Dahl es el escritor favorito de Walliams y lo es, confiesa, por la oscuridad, el miedo y lo “electrizante” de relatos como ‘Las brujas’. “Los niños son aspiracionales, siempre quieren leer algo que esté prohibido, que lleve una antorcha del peligro, que sea para niños más mayores… por eso intento que en mis libros haya asesinatos y cosas así. Uno de los últimos que he escrito se me ocurrió intentando hacer una versión infantil de ‘El resplandor’, que es de lo más terrorífico que he leído en mi vida”.
Los primeros lectores
Walliams también se ha enfrentado como padre a la titánica tarea de llegar a los primeros lectores. “Cada vez es más difícil”, reconoce, porque la televisión en blanco y negro donde de niño veía a hombres semidesnudos pelearse se ha convertido hoy en un sofisticado catálogo de distracciones: “El iPhone, el iPad, Youtube, TikTok, Instagram, Snapchat, PlayStation, Nintendo, Twitch, Netflix”, millones de horas de entretenimiento disponibles a un solo click, tal y como comprobó recientemente cuando su hijo de 12 años descubrió Los Simpson… “y los 763 episodios disponibles en Disney +”. “Todos somos culpables de tener un teléfono en nuestras manos todo el rato. ‘Scrolling’, ‘scrolling’, ‘scrolling’: siempre sin saber lo que estás buscando y nunca encontrándolo”.
El escritor ha cerrado su discurso con una defensa acérrima del placer. “Leer por placer es algo que deseo transmitirle no solo a mi hijo, sino a todos los niños del mundo. Las mentes se ensanchan con cuentos, no con exámenes”.