Después de sacudir el mundo de las letras españolas con ‘Vengo de ese miedo’, estremecedor relato en primera persona de una devastación familiar, el malagueño Miguel Ángel Oeste (1973) publica ‘Perro negro’ (Tusquets), una hermosa novela sobre la deriva de unos personajes obsesionados con el músico inglés Nick Drake, de cuya prematura muerte se cumple este año el 50 aniversario.
¿Cómo nació ese interés suyo por Nick Drake?
En 1998 o 1999 un amigo me hizo escuchar ‘River man’, y fue como un rayo. Bum. Me pareció una cosa supermoderna y única. Para mí fue una especie de revelación. Su música conecta con ese lugar extraño de la inconsciencia que te hace querer saber más, o al menos en mi caso fue así. Y empecé a buscar sus discos y a rastrear toda la información que pude encontrar sobre él, que tampoco era mucha. Incluso fui a visitar su tumba en Tanworth-in-Arden.
De aquella obsesión nació un primer libro sobre el músico, publicado en 2014.
Entre 2002 y 2005 estuve documentándome, y escribí un libro titulado ‘Far Leys’, que es el nombre de la casa familiar en la que Drake murió a los 26 años. Se publicó en una tirada muy pequeña y lo leyeron tres gatos. Aquel libro tenía un enfoque mucho más biográfico que este [‘Perro negro’]. Ahora lo he reescrito a fondo y la primera parte, por ejemplo, es completamente diferente. Para mí este es un libro nuevo.
“La escena musical de los años 60 era más fascinante y libre que la actual, en la que todo es más opaco”
La novela revela también una gran fascinación por la escena musical y artística de la Inglaterra de finales de los años 60 y principios de los 70.
Sí, totalmente. Era un momento en el que parecía que la música iba a cambiar el mundo, con un montón de músicos experimentando y produciendo unas cosas alucinantes, mucho más novedosas y rupturistas que las que salen ahora. Y llevando esa experimentación a otros terrenos. Nick Drake estaba ahí, un poco apartado, pero al mismo tiempo participando de toda esa efervescencia. Me parece que aquel era un mundo muy fascinante y muy loco y muy libre; más que el actual, en el que todo es mucho más opaco.
Hoy, desde luego, nadie piensa que la música pueda cambiar el mundo.
Creo que en los años 80 y hasta mediados de los 90 la música estaba aún muy presente en las vidas de la gente y tenía mucho impacto. Eso ahora no lo veo. Es una expresión que habría que reivindicar mucho más, porque nos da muchos momentos de felicidad y también nos ayuda cuando estamos tristes. De las expresiones artísticas, la música es la que más nos toca y de una manera más inmediata. Es la que me mejor conecta con tus alegrías, tus ilusiones, tus penas y tus miedos. A mí la música me ha ayudado un montón.
¿Diría que siente una especial predilección por los músicos que tienen un componente trágico en sus vidas o en sus obras?
Bueno, escucho música muy diversa. Es verdad que me gustan Leonard Cohen, Nick Drake, Elliott Smith… y Chet Baker, que me apasiona. Soy un poco oscuro en mis gustos, sí. Pero le tengo apego a la vida y me gustaría vivir muchos años, ¿eh?
¿Los cantautores con problemas atraen a gente con problemas?
Uf… no sé muy bien que responder a eso. A ver, yo tengo un montón de problemas emocionales. Pero problemas tenemos todos. Es bueno asumir que tenemos problemas, y no lo hacemos. La gente cada vez se abre menos y cada vez comparte menos. Hablo de compartir cosas importantes y profundas, no fotos de las vacaciones. El dolor nos revela, el dolor nos explica. En un mundo cada vez más roto, más enfermo, tendríamos que hablar más de nuestros problemas.
Usted ha elegido hacerlo a través la ficción.
Entre otras vías, sí.
“Hay gente que dice que en ‘Vengo de ese miedo’ no hay ficción, y eso es una auténtica gilipollez”
¿Escribir sobre una figura como Nick Drake ha sido una manera de alejarse de la confusión entre ficción y autobiografía que suscitó su anterior novela, ‘Vengo de ese mundo’?
Hay gente que dice que en ‘Vengo de ese miedo’ no hay ficción, y eso es una auténtica gilipollez. A lo mejor ese libro tiene más ficción que ‘Perro negro’. ¿Hay cosas ahí que se basan en mi vida? Sí, claro. Y también hay muchas cosas inventadas. Pero una vez que el libro sale, el lector tiene la libertad para interpretarlo como quiera. Yo no me voy a meter. Cuando tú lees un libro, escuchas una canción o ves una película, te llega de una manera u otra en función de los que hayas vivido. Mira, muchas de las cosas que leo sobre mis libros no las comparto, porque yo los escribí con otra intención. Pero es la interpretación de alguien y me parece bien.
Si ‘Vengo de ese miedo’ era una novela de monstruos, ¿puede hablarse de ‘Perro negro’ como una historia de fantasmas?
Sí, tiene esa atmósfera de relato gótico, de drama romántico, y Nick Drake es como alguien que nunca está, una ausencia que condiciona la vida de los demás personajes y les va chupando la energía. En ese sentido, es también una historia de vampiros.
El ‘Drácula’ de Bram Stoker es un referente en la estructura narrativa del libro, ¿no?
Absolutamente. Hay tres libros en los que me he fijado especialmente a la hora de escribir este. Uno es ‘Drácula’, que está presente en la estructura y también en los personajes. Otro es ‘El gran Gatsby’, que me parece un libro perfecto, es de los pocos que he releído tres o cuatro veces y con intención. Es también una historia de amores imposibles y comparten ese tono melancólico. Y otro libro importante ha sido ‘Jardines de Kensington’ de Rodrigo Fresán, que es una especie de biografía de James M. Barrie [el autor de ‘Peter Pan’] pero que habla también del Londres de los 60 y de un personaje que es como Ray Davies de los Kinks. Esa novela me ayudó mucho a construir el armazón de la mía.
¿Escribía con Nick Drake de fondo?
Para nada. A la hora de escribir, traté de alejarme de él. De hecho, esta vez he escrito sin música. La música de Nick Drake tiene un poder magnético que te atrapa y eso habría sido perjudicial.