Muy probablemente, ‘Bitelchús’ (1989) es la película más importante de Tim Burton, y no solo porque el éxito que obtuvo con ella le permitió convertirse en director de ‘Batman’ (1989) y, por consiguiente, consagrarse como cineasta. Tan solo el segundo largometraje de su carrera, con él empezó a configurar el imaginario personal que lo dio a conocer, inspirado en el terror gótico, el expresionismo alemán, los cuentos infantiles, el surrealismo y el ‘cartoon’, entre varias otras fuentes; con ‘Eduardo Manostijeras’ (1990) lo amplió, en ‘Pesadilla antes de navidad’ (1993) lo sublimó y desde entonces, en su cine posterior, se ha seguido nutriendo de él con resultados desiguales.
Dicho de otro modo, si hoy Tim Burton es una marca, el significante de un ideario artístico que trasciende el mundo del cine para situarse en el de la cultura pop y que por tanto es reconocible incluso para quienes no han visto sus películas, es gracias a ‘Bitelchús’; y por tanto tiene sentido que haya buscado inspiración en ella 36 años después de estrenarla, en un momento en el que, confiesa él mismo, necesitaba renovar su energía creativa.
“En los últimos años llegué a estar desilusionado con la industria, a sentirme perdido, hasta que me di cuenta de que, para tener éxito, necesito centrarme en hacer solo aquello que me hace disfrutar”, ha explicado hoy al hablar de la secuela ‘Bitelchús Bitelchús’, con la que esta noche inaugura la 81ª edición de la Mostra. Rodarla, dice también, lo ayudó a superar una crisis que a punto estuvo de llevarlo al abandono y, teniendo en cuenta el contundente rechazo que generó su ´Dumbo’ (2019), no hay motivos para dudar de su palabra.
Hoy también ha dicho que no volvió a ver la obra original antes de rodar esta continuación, y eso resulta bastante más difícil de creer si se tiene en cuenta la exactitud y la disciplina -y, dicho sea de paso, la desfachatez- con la que la nueva película reproduce los momentos más icónicos y memorables de su predecesora. Su metraje, dicho de otra manera, haya acomodo para el ‘hit’ de Harry Belafonte ‘Day O (The Banana Boat Song)’, para un monstruo de trapo que surge de la arena de un desierto como si fuera un gusano gigante de Arrakis, para una tropa de criaturas de ultratumba con la cabeza absurdamente pequeña y los ojos salidos de sus cuencas y, cómo no, para los gestos, muecas y posturas más recordados de su personaje titular, a quien por supuesto vuelve a encarnar Michael Keaton. Y en ambas películas, asimismo, esas imágenes vistosas tratan de funcionar a modo de distracción, o de masilla con la que tapar boquetes narrativos.
En realidad, y eso es algo en lo que hasta sus fans más acérrimos estarán de acuerdo, el director californiano nunca se ha distinguido precisamente por su talento como contador de historias. No es guionista de sus propias películas y, a excepción de ‘Ed Wood’ (1994), ninguna de ellas destaca por su solidez argumental; él mismo ha reconocdo, de hecho, que si decidió dirigir ‘Bitelchús’ es porque era una película que no narraba una historia sino tan solo desarrollaba vagamente su escueta premisa: una pareja recientemente fallecida contrata los servicios de un travieso demonio para que ahuyente a los nuevos habitantes del que fue su hogar. Punto.
En ese sentido, eso sí, ‘Bitelchús Bitelchús’ es todo lo contrario. Además de varios de los personajes que ya aparecían en la primera película -tanto Keaton como Winona Ryder y Catherine O’Hara vuelven a meterse en la piel de los que encarnaron entonces-, maneja otros nuevos encarnados por Jenna Ortega, Monica Bellucci, Willem Dafoe y Justin Theroux, y la mayoría de ellos las pasan canutas para justificar su propia existencia. Y, en su transcurso, una colección de tramas intentan robarse protagonismo las unas a las otras mientras avanzan sin rumbo fijo ni verdadero destino.
Una novia con el cuerpo recosido a base de grapas -que sin duda Burton ha basado en una de sus joyas animadas, ‘La novia cadáver’ (2005)- persigue al que fue su prometido, un parricida embauca a una joven emocionalmente dañada, un padre de familia logra una última oportunidad para despedirse de su esposa y su hija, una viuda llora la pérdida de su marido, y así. Y nada de eso importa. Para Burton no es más que un andamiaje sobre el que cargar un sinfín de referencias, gags, momentos musicales, caprichos visuales y demás ocurrencias. Algunas funcionan de maravilla -en especial esa secuencia que rinde homenaje a ‘La máscara del demonio’ (1960), de Mario Bava-, otras no lo hacen absoluto, y todas ellas muestran una total falta de consideración por la coherencia interna, la lógica, el ritmo y la eficacia narrativa general de la película a la que pertenecen. Y, aunque el conjunto la película resulta admirable como declaración de principios de un director decidido a hacer lo que le dé la santísima gana, no exhibe ni un ápice de la originalidad, la voluntad de riesgo y el encanto artesanal de su predecesora.
Bienvenida sea, en cualquier caso, si sirve para que Burton recupere la inspiración. Sin embargo, ¿cómo explicar su presencia en la Mostra de Venecia? A lo largo de la última década, el festival ha ido incrementando cada vez más la presencia en su programación de cine de Hollywood, con la intención de confirmarse como el lugar donde primero ven la luz títulos que meses después competirán por nominaciones y galardones. Pero hay una gran diferencia entre esta película y otras como ‘Gravity’ (2013), ‘Birdman’ (2014) y ‘La La Land’ (2016), que en su día también inauguraron el certamen: todas aquellas acabaron ganando Oscars. El único reconocimiento tras el que van los productores de ‘Bitelchús Bitelchús’, en cambio, está en la taquilla.
Hablando de premios: desde mañana, la vitrina personal de Sigourney Weaver incluirá el León de Oro del que esta noche le hace entrega la Mostra en honor a una carrera que suma cinco décadas e incluye películas esenciales como ‘Alien: el octavo pasajero’ (1979) y ‘Avatar’ (2009). Durante su encuentro con la prensa, la actriz se ha emocionado al recordar cómo algunos de sus personajes más icónicos ayudaron a diversificar el tipo de papeles que la industria ofrecía a las actrices, y al imaginar que su trabajo tal vez haya contribuido “a que una mujer como Kamala Harris pueda convertirse en Presidenta de Estados Unidos”.