Se calcula que a lo largo del siglo XX el hombre aniquiló a unos tres millones de ballenas. La cifra supone más del 90% de la especie, la mayor matanza animal perpetrada por el ser humano, el equivalente a si toda la población humana desapareciera de la tierra excepto los habitantes de Bulgaria. El biólogo marino Tom Mustill (Londres, 1983) estuvo a punto de morir cuando en 2015, una gigantesca jorobada saltó para ‘saludarle’ sobre el kayak en el que estaba. El vídeo del incidente se viralizó, él se obsesionó con ‘su’ ballena y gracias a la IA consiguió años más tarde localizarla: sabe que es un macho de siete años al que sigue la pista en la web ‘happywhale’, que rastrea a miles de cetáceos por todo el planeta.
Mustill ha escrito ‘Cómo hablar balleno’ (Taurus), un ensayo conmovedor sobre los cétaceos donde habla de estos parientes cercanos del hombre -de sangre caliente, mamíferos, con un alfabeto fonético y un comportamiento social muy ‘humano’ que incluye habilidades como cotillear, manipular o sentir injusticias-, en el que desgrana lo cerca que estamos de comprenderlos gracias a los avances de la inteligencia artificial.
-Existe una nueva ola de sensibilidad hacia los animales, ¿cuál es el origen de ella?
-Cada día crece la incomodidad que sentimos con la destrucción de las vidas de animales, de la que nos sentimos responsables. Y eso alimenta la comprensión de que tienen emociones, sentimientos y derechos. Hace 100 años, en mi país no todo el mundo podía votar. La ampliación de derechos es imparable. La frontera entre nosotros y los animales es cada vez más borrosa.
-Pero los derechos están relacionados con los países, y los animales no entienden de fronteras.
-Sí. Conseguir derechos para la naturaleza es mucho más difícil en Reino Unido que en Ecuador o Nueva Zelanda. Mi padre era juez, crecí viendo cómo se argumenta un nuevo derecho, como cuando se crearon los primeros embriones artificiales. Son preguntas difíciles que parten de una idea muy básica: que debería haber derechos para todos los seres. Las nuevas tecnologías y los cambios culturales amplían y distorsionan los límites de quién posee esos derechos.
-¿Por qué ahora?
-El clima y la crisis natural están relacionados. Psicológicamente ya es imposible no pensar en la perturbación del mundo en el que vivimos, la crisis climática se ha vuelto muy real. La gente se muere de calor. En Australia, millones de animales han muerto en incendios forestales. La mayoría de la gente estará de acuerdo en que un gato no es una roca y que un gato debería de estar más protegido que una roca. Porque, ¿qué es en realidad un derecho? Es algo inventado.
-¿Hasta dónde cree que llegará esa lucha?
-Solo los defensores más extremistas piensan que un ser humano debería tener tantos derechos como una rana. En el fondo hay una idea de daño y sufrimiento. Sospechamos que otras especies no tienen el mismo alto funcionamiento cognitivo que nosotros. Quizá ningún otro animal, a parte del ser humano, pueda imaginar jamás un derecho, pero sí sabemos que experimentan dolor. Y la mayoría de los derechos están relacionados con el dolor y el sufrimiento. Tienes derecho a que no te maten, a tener refugio y a no morir de hambre.
-En su ensayo habla de cómo el programa CETI (Cetacean Translation Initiative) está acercando la posibilidad de entender a las ballenas a pasos agigantados.
-No sabemos si algún día podremos comunicarnos con los cetáceos. Pero sabemos que la IA nos puede ayudar a ver patrones que el cerebro humano no puede ver. CETI está usando herramientas de mapeo que están detrás de Google Translate que podría revelar los sistemas de comunicación de los cachalotes. Ya existen indicios de que, ante los desafíos de la vida, tiene soluciones similares. Tienen, por ejemplo, una señal para morir. Tienen nombres, formas de diferenciarse.
-¿Entenderemos alguna vez lo que están diciendo?
-Tal vez. O tal vez sea imposible traducir su universo conceptual. Sea como sea, es emocionante. Y los resultados llegarán pronto, en dos o tres años. Creo que a la mayoría de la gente no le importa si los animales tienen o no un lenguaje. Les importa lo que intentan expresar. Si entiendes que una ballena está diciendo el nombre de su madre muerta, eso es increíblemente poderoso.
-¿Por qué invertimos tanto en ir a Marte y tan poco en saber lo que ocurre en el fondo del mar?
-Si crees que los humanos son lo más importante en la tierra, es probable que te parezca genial enviar una nave con tu nombre al espacio y sentirte como un héroe, excepcional y sexy. Aunque personalmente creo que explorar el mar es muy sexy. Pero fundamentalmente, todo surge de un gran malentendido.
-¿Cuál?
-El énfasis en el individuo, en que el ser humano deba ser sobresaliente y excepcional. No es así como hemos sobrevivido. Los humanos somos animales sociales. Los multimillonarios podrán comprar lugares remotos donde pretenden sobrevivir por sí mismos, pero dependen de un ecosistema. Las últimas investigaciones sobre el microbioma, todos esos organismos que viven en nuestros intestinos, apuntan a lo necesario que es tener contacto con el suelo, los árboles, el aire, la luz. Si quieres ayudar a los humanos a sobrevivir, lo que necesitas es ayudar a la Tierra a sobrevivir.
-En su ensayo relaciona el genocidio de las ballenas con el supremacismo blanco.
-Se basa en un sentimiento de superioridad que tiene mucho que ver con el miedo a lo desconocido. Los derechos tienen que ver con darle poder a otros, con regalar poder. Y eso es muy incómodo. De eso van, en realidad, las guerras culturales. Si los derechos se extienden a los animales, la gente perderá poder y luchará por él. Para algunos es una idea aterradora. Y también está el miedo profundo a descubrir que has estado haciendo algo muy dañino o injusto. A la gente le gusta considerarse buena.
-En España pasa algo parecido con los toros.
-Hay cambios que resultan perturbadores porque tienen que ver con tu identidad. Pasa lo mismo en las Islas Feroe, donde existe una tradición de 1.200 años de matar y cortar ballenas. Es un ritual que forma parte de la vida comunitaria, pero es muy cruel. Un estudio reciente apunta que las ballenas mueren muy lentamente, paralizadas. Es terrible. ¿Cómo se resuelve algo así sin destruir la comunidad de personas que se mantienen unidas matando ballenas? A los indígenas todavía se les permite cazarlas. Tal vez no sea apropiado decirle a otras culturas lo que deben o no hacer, sobre todo cuando en la tuya hay tanta hipocresía.