Alemania conserva unos 600 búnkeres de la era nazi y en ninguna otra ciudad se construyeron tantos como en Hamburgo, debido a su situación estratégica y a su industria pesada, que proporcionaba valioso material de guerra al ejército de Hitler. Después de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aliadas destruyeron gran parte de ellos, pero no pudieron con el de St. Pauli y ni con el de Wilhelmsburg. El riesgo de destruir con los explosivos las pocas casas que habían quedado en pie era demasiado grande y muchos hamburgueses los utilizaron como viviendas durante los dos primeros fríos inviernos.
El de Wilhelmsburg, situado muy cerca de los antiguos astilleros y en el que se refugiaban sus trabajadores durante los bombardeos, fue remodelado como infraestructura para administrar agua caliente a los barrios colindantes. Para el de St. Pauli se habían venido estudiando diversas posibilidades. Se trata de un búnker de 58 metros de altura, similar al que en Berlín se ha convertido en una galería de arte en la que se exhibe la colección Boros o al de Hagen, destinado a museo.
Si bien Alemania ha ido rehabilitando estos búnkeres para los más diversos usos, nadie hasta ahora había osado transformar uno de ellos en hotel. El paso que ha dado la cadena Hard Rock implica un cambio de mentalidad respecto a la memoria de los tiempos nazis, más desacomplejada, relajada y no exenta de polémica. El búnker de St. Pauli una mole de hormigón reforzado que ha dominado el paisaje urbano de la ciudad durante poco más de 80 años, fue construido por trabajadores forzados durante el régimen nazi. Mientras algunas voces hablan de banalización de las reliquias del Tercer Reich, las reservas se han cubierto desde antes de su inauguración. Está claro que hay un gran público para el que pernoctar en el viejo búker no supone ningún problema moral.
El edificio está ahora ocupado por dos restaurantes, espacios de coworking, un Hard Rock Hotel de cinco pisos y un bar, además de un vistoso jardín colgante en la azotea, desde el que la vegetación fluye abundantemente sobre la fachada de hormigón. Su orientación comercial está dirigida a clientes a los que les gusta la historia de la música moderna; no en vano, en Hamburgo es donde los Beatles comenzaron su carrera a principios de la década de 1960. En la planta baja, estarán pronto operativas una escuela de música y un centro de deporte con acento también en la música.
El hotel incluye en su modelo de negocio la programación de actuaciones en directo y talleres musicales. El barrio Karoviertel, que acoge festivales y actuaciones, cuenta además con abundantes y elegantes cafeterías y tiendas vintage, además de la discoteca Knust. Todo esto ha sido tenido en cuenta por el jefe de decoración de las habitaciones, Luis Salazar Goytisolo. «Es un concepto único», dice Ina Koch, jefa de la cafetería. Se ha dado una nueva y maravillosa vida a este edificio y me siento muy orgullosa de trabajar aquí«. »Hemos superado muchos obstáculos para descargar todo el material necesario para la construcción y todos los muebles que visten los diferentes espacios, piense que se trata de un edificio diseñado expresamente para que nada ni nadie pueda entrar en él -explica el jefe de la instalación, Johan Einberg-. También ha sido complicado hacer las modificaciones legalmente necesarias«. Todo ha sido descargado por varias grúas en la azotea y desde allí transportado manualmente hacia los pisos inferiores.
El precio de las 134 habitaciones del Reverb Hotel oscila desde 180 euros por una habitación clásica, con comodidades que incluyen un televisor de pantalla plana de 55 pulgadas y el asistente Alexa, hasta 269 euros por una suite con vistas panorámicas a la ciudad. Cabe destacar que su ubicación junto al estadio del mismo nombre permite a los huéspedes disfrutar de una vista panorámica del campo durante los partidos de fútbol. Y también merece la pena mencionar que no es necesario ser huésped del hotel para disfrutar de las comodidades de la cafetería y el bar Constant Grind en la planta baja, y de la tienda especializada para aquellos que buscan productos de Hard Rock. El bar-restaurante Karo & Paul, del chef alemán Frank Rosin, popular por sus apariciones en programas de televisión, está funcionando desde el pasado mes de abril y ocupa los tres primeros niveles del edificio. El restaurante La Sala está abierto en el quinto piso y ofrece vistas elevadas y un menú internacional. En la cima, Green Beanie seduce a los visitantes con un bar y una pasarela ajardinada que rodea el edificio y al que el público puede acceder también de forma gratuita.