El valencianismo no ha vivido muchas alegrías en los últimos años. Apenas le quedan motivos para sonreír en Primera División y solo la Copa del Rey ha regalado en el último lustro algún momento puntual para disfrutar con dos finales. En una salió cara y en otra cruz. Pero ayer unos ‘niños’ de apenas 10, 11 y 12 años le dieron a la afición un motivo para enchufar la tele por la mañana e ilusionarse con lo que hacían en el torneo más importante de España de su edad. Las semifinales esperaban ante el Rayo Vallecano y tras superar un partido compicadísimo llegó el turno de la final ante el Sevilla. Y los pupilos de Nacho Tarín respondieron a la perfección para conquistar un título que el Valencia CF no lograba desde hacía más de 20 años. Y eso es mérito de todos los integrantes de la plantilla. Sergio Almero, Zahkar Povstiuk, Carles Carbonell, Daniel Demchenko, David Ruiz, Ferran Mut, Hugo Moreno, Hugo Salas, Josep Carbonell, Omar Galiana, Sergio Revert, Sergio Rodríguez y por supuesto también a Mario García, uno más de la plantilla y parte importante del vestuario que ha estado presente en todo este torneo a pesar de no haber podido participar.
En fase de grupos, el Valencia CF ya mostraba su hoja de ruta en un torneo en el que la defensa es parte vital para salir campeón. Y de qué manera. El Valencia CF ha demostrado ser un equipo solidario, en el que más allá de la calidad individual todos reman a una y la mejor muestra es la presión por robar el balón. Y además en todos los registros. Ya sea a campo completo o a mitad de ‘cancha’, el técnico valencianista ha demostrado que su equipo está trabajado hasta el más mínimo detalle. Y además con una base muy sólida y las ideas claras. El momento más crítico se vivió tras la fase de grupos. En cuartos de final, el Valencia CF se midió a un Villarreal muy completo, que tuvo ocasiones pero con disparos lejanos y que dejó claro que era uno de los ‘cocos’ del torneo. El cuadro de Nacho Tarín también disfrutó de las ocasiones, y más claras, pero no llegó a anotar y todo se decidió desde el punto de penalti. Ahí apareció un Sergio Almero monumental que se hizo grande y que dejó claro que en los momentos decisivos está listo para cualquier reto. Mención especial también para un Ferran Mut con nervios de acero que se atrevió a lanzar a lo Panenka su penalti en la muerte súbita.
El Valencia CF se plantaba de esta manera en semifinales y además con un juego distinto al que a veces da resultado en este tipo de torneos. Lejos de jugar con un ‘9’ tanque, el cuadro de Nacho Tarín era una estructura sólida en la que dos ‘bajitos’ como Sergio Revert y Sergio González demostraron tener una calidad por encima de la media de su edad llevando locas a las defensas rivales. El primero de ellos fue el MVP del duelo de la semifinal contra el Rayo dejando un triplete para el recuerdo con un golazo de volea en un partido muy duro. El cuadro de la franja roja de hecho ha sido fue el único capaz de marcar al Valencia en todo el torneo. Ya en la final llegó el momento de Sergio González. El hijo de Vicente Rodríguez era el símbolo de alguna manera de una generación que dos décadas después del doblete vuelve a conquistar un trofeo que hace especial ilusión por el momento duro que vive la entidad. El ‘10’ marcó un doblete, uno de ellos un auténtico golazo, con la mirada de su padre el puñal de Benicalap desde la grada. Tras el partido llegó el grito del campeón: «Amunt Valencia».