Hace dos años Juan Tallón publicó ‘Obra maestra’ (Anagrama), una brillante novela a medio camino entre la realidad y la ficción sobre la misteriosa desaparición del Reina Sofía de una escultura de 38 toneladas de Richard Serra, el gran escultor del acero que acaba de fallecer a los 85 años. En la edición final de la novela, construida a partir de 72 testimonios de personajes reales e inventados, Tallón dejó fuera un capítulo protagonizado por Salman Rushdie en el que el autor de ‘Los versos satánicos’, de visita en Madrid, acude el Museo Reina Sofía para ver una de sus obras, ‘Equal-Parallel / Guernica-Bengasi’. Prensa Ibérica publica en exclusiva este capítulo inédito sobre la particular amistad entre Rushdie y Serra con motivo del fallecimiento de Serra, el poeta del acero.
Salman Rushdie, novelista. Mayo, 2014
Por Juan Tallón
Aterricé en Madrid para estar veinticuatro horas en la ciudad y participar en La Noche de los Libros, hablando de ‘Joseph Anton’. Pedí a los organizadores que me alojaran en un hotel del centro, sobre todo tenía que ser un hotel céntrico, desde el que salir a pasear tranquilamente, aunque solo fuese un rato. Ahora que al fin puedo hacerlo sin chaleco antibalas ni escolta, como un peatón más entre millones, cuando viajo, me da igual a dónde, quiero siempre experimentar la sensación de libertad que da caminar entre la multitud sin que alguien intente asesinarte. Es muy de agradecer que no haya una persona buscándote para matarte.
Antes del acto, en el que estuve acompañado de Gabriel Albiac y Juan Cruz, acudí al Museo Thyssen a disfrutar de una exposición de Cézanne, y también al Reina Sofía, donde me cité con el director para ver el ‘Guernica’. Tenía muchísimas ganas de enfrentar esa pintura de nuevo. Por casualidad me enteré de que, en realidad, había dos ‘Guernicas’ en el edificio. El otro era una escultura de mi admirado Richard Serra. Quise verla, claro. Mantengo una relación, digamos, muy pintoresca con el escultor.
Así que esto es el otro ‘Guernica’, pensé para mí al ver la obra, de dimensiones igual de descomunales que la de Picasso, aunque según otra escala. Le pregunté al director del museo si podía tocarla, y antes de que dijese algo, ya la estaba rozando con la yema de los dedos. Me contaron su rocambolesca biografía. No se me abrió la boca de la sorpresa, francamente, aunque habría podido. Y no solo por la desaparición, sino precisamente por su presencia. La escultura estaba y no estaba, era copia y original. Ese tipo de debates estimulantes eran tan propios de la trayectoria de Serra, cuya vida estaba atada inevitablemente a la controversia, rica en acontecimientos polémicos, y siempre por motivos interesantes, que en parte es a lo que debe aspirar un artista.
También me explicaron el porqué de su título. ¿Hay algo más aleatorio que los títulos de las obras de arte contemporáneo? En literatura el título nace de un texto, de su parte más profunda, o quizá de su parte superficial, pero simbólica. En cambio, los títulos de las obras de arte, después de las vanguardias, acostumbran a ser completamente fortuitos o caprichosos. ¿Por qué ‘Equal-Parallel / Guernica-Bengasi’? ¿A qué viene un título así? ¿Acaso tiene un mensaje político? Por supuesto que no. Lo contrario sería no entender a Serra. Solo fue un simple capricho, una ocurrencia de un minuto concreto, después de salir a la calle, comprar ‘The New York Times’ y ver en la portada que el gobierno de Estados Unidos había bombardeado la ciudad de Bengasi, matando a muchos civiles, hecho que le trajo a la cabeza el bombardeo de Guernica. De golpe, ya tenía el título de su escultura.
Nada de este procedimiento fortuito y caprichoso es nuevo para mí. Me explico: en 1992, Richard se encerró en la Serpentine Gallery de Londres a realizar una serie de grandes dibujos en lienzo, diseñados específicamente para los espacios de la galería. La forma de cada dibujo, realizado con gruesas capas de pintura negra sobre lino belga, y cortado a medida in situ, estaba determinada por la naturaleza del suelo, la pared, las esquinas o el techo de la Serpentine. Era otra reivindicación del espacio y su recreación física a través del arte. «El lugar forma parte de la obra», dice siempre. Uno de los lienzos se tituló ‘Two for Rushdie’, cosa que me encanta, por supuesto, e incluía dos trazos asimétricos dentro de un espacio cuadrangular perfectamente simétrico.
¿Por qué ‘Two for Rushdie’? Ja. Esa es buena. El título le llegó en un momento en que pensaba en la división creada en su país por la revolución cultural impulsada por los republicanos, equivalente a la económica que había propiciado Reagan. Se acordaba del modo en que habían atacado y destruido ‘Tilted Arc’, y también arremetido contra Mapplethorpe y Serrano, y en cómo ese tipo de censura no era simple intolerancia, en realidad conducía a una represión del tipo que acabó amenazando mi vida. No era que la vida de los artistas estuviese amenazada en Estados Unidos, aún no, pero la derecha política había empezado a atacar a artistas, mujeres, homosexuales, y los derechos civiles se habían visto reducidos. «A menudo sucede», dijo, «que la obra de arte es utilizada como chivo expiatorio al servicio de una estrategia política que alguien proyecta sobre ella. Eso era un flaco servicio para todo el arte. Y eso era lo que le había sucedido a Rushdie». ¿Tenía la obra algo que ve con este hecho, o conmigo? No. Pero a mí sigue haciéndome muchísima ilusión que se titule ‘Two for Rushdie’.