La carrera artística de Yoko Ono (Tokio, 1933) comenzó bajo las bombas de los aviones estadounidenses sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial. La pequeña Yoko huyó con su familia al campo, donde escaseaban los alimentos y los productos básicos, y donde, junto a su hermano pequeño, se pasaba los días mirando al cielo como una vía de escape del horror de la guerra. “Imaginábamos platos de comida en el aire y usábamos nuestros poderes de visualización para sobrevivir”, recordó en su momento la artista. “Quizás esa fue mi primera obra de arte”.
A partir de entonces no paró de crear. Y siempre con el telón de fondo de la fragmentación del individuo y de la necesidad de establecer vínculos, compartir y colaborar para lograr una sociedad más justa e igualitaria. Ono se convirtió en un referente del arte participativo durante la segunda mitad del siglo XX, convirtiendo las aportaciones del público en un elemento más de sus obras. Unas creaciones que la Tate Modern de Londres ha recopilado en la exposición ‘Yoko Ono: Music of the Mind’, que hace un repaso a los trabajos más destacados de la artista durante cerca de 60 años de carrera y que estará abierta al público desde el 15 de febrero y hasta el 1 de septiembre.
Arte participativo
Entre las piezas de la exposición está la antología ‘Grapefruit’, publicada en 1964, que recopila cientos de instrucciones escritas al público para que imagine, experimente y complete sus creaciones, físicamente o simplemente en sus cabezas. En una de ellas, la artista da las siguientes instrucciones: “Haz un agujero en un lienzo y pasa tu mano por dentro desde la parte trasera. Recibe a tus invitados en esta posición. Daros la mano y conversad a través de ellas”. La reproducción de ese lienzo es una de las cerca de 200 obras expuestas en la galería londinense.
Ono entendía el arte participativo como una forma de poner al público en el centro y de unir una sociedad fragmentada por la guerra y los conflictos. Algo que, según la comisaria de la exposición, Juliet Bingham, es el eje central de la exposición. “Ono describía su arte como transformativo, incompleto y participativo”, explica. A lo largo del recorrido, los visitantes pueden pintar sus propias sombras en un mismo lienzo (‘Shadow Piece’, 1963), escribir mensajes a sus madres y colgarlos de la pared (‘My Mommy is Beautiful’, 2004) o jugar una partida de ajedrez en un tablero con todas las casillas y las figuras blancas (‘White Chess Set, 1966). “Juega mientras puedas recordar dónde están todas tus piezas”, rezan las instrucciones.
Creaciones como el tablero blanco de ajedrez dan fuerza al propósito de Ono de acabar con los conflictos y de lograr una sociedad igualitaria y pacífica. “Empezó a hacer cada vez más obras que incorporan y amplifican su mensaje pacifista. Hay un gran número de trabajos que hacen referencia al cielo como metáfora para la paz y la libertad“, asegura Bingham. Ese cielo, observado junto a su hermano en su infancia en Japón, se materializa en obras como ‘Helmets: Pieces of Sky’ (2001), en la que una decena de cascos alemanes de la Segunda Guerra Mundial, colgados del techo, son rellenados con piezas de puzzle azules que los visitantes pueden llevarse a casa.
Activismo con Lennon
La exposición también deja espacio a las acciones que Ono realizó junto a su marido, John Lennon, para divulgar su mensaje pacifista. Entre ellas están las grabaciones de canciones como ‘Give Peace a Chance’ (1969); fotografías de la campaña ‘War is Over (If you want it)’, con grandes carteles colocados en zonas emblemáticas de ciudades como Londres o Nueva York a finales de los sesenta, o un fragmento del documental ‘Bed Peace’ (1969), que recuerda el momento en que la pareja atendió a la prensa desde la cama de su hotel en Montreal a modo de protesta contra la guerra de Vietnam.