“Nada se acerca más a la verdad que la verdad, pero lo cierto es que ni siquiera la verdad se acerca a la verdad. Por eso creamos ficciones…”. Declara John Edgar Wideman (Washington, 1941), al asumir como licencia narrativa que la ficción se introduzca en las historias reales de otras personas, y que estas se adentren en la suya propia. “Escribir para salvar una vida”, que publica la editorial Piel de Zapa, bordea la frontera entre los hechos y la recreación personal que el autor hace de ellos. Partiendo de una idea inicial desemboca en otra, áspera y hasta melancólicamente, aunque veces de forma un tanto extraviada. Esa idea inicial de la que hablo le obsesionó casi toda la vida desde el día en que el cuerpo brutalmente mutilado de aquel chico negro de 14 años, Emmett Till, fue devuelto a Chicago desde Misisipi. Era agosto de 1955 y al chico lo habían asesinado por silbarle a una mujer blanca. La madre, Mamie Till, insistió en que se abriera el ataúd para mostrar al mundo la horrible mutilación que había sufrido su hijo a manos de los verdugos de un villorrio llamado Money. Wideman tenía entonces la misma edad de la víctima del horrible crimen, jamás se le borró.
“Escribir para salvar una vida” no trata específicamente, sin embargo, de Emmet Till, sino de Louis, el padre del niño, un soldado estadounidense ahorcado en 1945 en Italia, después de que un consejo de guerra lo hallase culpable de violación y asesinato. No había cumplido los 23 años y lo llamaron a filas al violar la orden de alejamiento impuesta por golpear a su esposa. El padre de Wideman estaba, al mismo tiempo, en el ejército, algo que al autor le ha permitido figurar historias paralelas, entrelazar existencias que jamás se cruzaron con el fin de encontrar algún sentido a esa oscuridad que en Estados Unidos desconectó a los padres afroamericanos de sus hijos e hizo que se perdieran de vista unos a otros.
Realidad, ficción, ensayo, nadie sabe exactamente, el libro acaba convirtiéndose en un alegato en defensa de los derechos civiles. Si los hombres negros eran ciudadanos de segunda clase, las condiciones para ellos no mejoraban en el ejército. Wideman descubre en las discrepancias halladas en la copia de un expediente que el soldado Till fue condenado a muerte por tener el color de piel equivocado en el lugar y en el momento equivocados. Desde el principio resultó sospechoso del crimen, igual que a su infeliz hijo le condenó atreverse a silbar inocentemente a una mujer de una “raza superior” en un estado con leyes indecentes donde a cualquier negro lo linchaban por mucho menos. El juicio en Misisipi de los asesinos de Emmett culminó en una farsa, como el del presunto crimen cometido por el padre en Italia. Diez años después, el historial militar confidencial de Louis fue desclasificado misteriosamente y filtrado a la prensa justo a tiempo para sabotear cualquier posibilidad de una condena por el secuestro y asesinato del hijo. La justicia sureña culpó a Emmett por los supuestos delitos de su padre y sus asesinos fueron rápidamente absueltos por un jurado compuesto exclusivamente por blancos.
“Escribir para salvar una vida” es la historia paralela de la propia existencia de John Edgar Wideman. Comienza en Chicago, cuando el autor ve las fotos de Emmett Till muerto. Sus padres, como los de Till, atravesaron también por matrimonio difícil, y la relación con su progenitor era complicada y conflictiva. En una de partes más desgarradoras, su madre lo acusa de haberse convertido, como él, en un ser egoísta. Wideman la ve como una doble de Mamie Till, equipara su dolor al de cualquier mujer negra que siente con inquietud cómo cada vez que la puerta se cierra detrás del hombre o niño que ama, existen muchas posibilidades de que ese hombre o niño negro no regrese. El mundo que les espera fuera es un mundo que no los quiere y los matará. Emmett Till, un chico feliz de 14 años, no se había percatado del todo, pese a las advertencias, de que en Misisipi, en aquellos años, a un negro lo colgaban de una soga por no agachar la cabeza delante de un blanco. Su padre, Louis, tenía más que temer de su propio ejército que de los nazis, llega a pensar Wideman.
Escribir para salvar una vida
John Edgar Wideman
Traducción de Alberto Moyano
Piel de Zapa, 222 páginas, 22,50 euros