Equipo de desbordante entusiasmo juvenil, el Valencia somete a cada rival que visita Mestalla a partidos sin tregua, corriendo y presionando al galope, sin regalar una tregua, con el aliento encima de Mestalla, pero a veces sin el punto de finura que aporta el oficio. Con todo, Rubén Baraja ha conformado un bloque siempre fiable ante su gente, en un estadio cada vez más inexpugnable, aunque no siempre le dé para vencer. Así sucedió contra un rival clásico, un Sevilla reactivado por Quique Flores, pero zarandeado por los niños del Pipo. El vértigo y el corazón, sin puntería, no fueron suficientes para deshacer el empate, pero es el camino que ha encontrado el Valencia para competir, sobrevivir a su propio destino y situarse cerca de Europa.
Demasiado joven para especular con el tempo del partido, para planificar un futuro a largo plazo en 90 minutos, el Valencia se fue a por el partido desde el primer segundo. A los 37 segundos Fran Pérez, siempre descarado, lanzaba el primer disparo. El Valencia triangulaba rápido y al primer toque, con un plan muy definido a la espalda de los laterales avanzados de un Sevilla todavía posicionándose con su maquinaria pesada. A los 8 minutos, Sergi Canós había probado dos veces a Nyland. El de Nules, toda una vida soñando con Mestalla, juega en busca del tiempo perdido. Hasta ensaya sin pensarse los disparos de la frontal que le eran prohibidos en el Brentford.
Demasiado joven para especular con el tempo del partido, para planificar un futuro a largo plazo en 90 minutos, el Valencia se fue a por el partido desde el primer segundo
El partido se movía agitado, sin interrupciones, vivo como en el precioso duelo en la banda de Tribuna entre Gayà y Jesús Navas, capitanes y líderes espirituales de los dos equipos. Una imprecisión entre Diakhaby y Mamardashvili propició un centro sevillista con un despeje muy accidentado en plancha de Mosquera. La repetición delató que el central valenciano-colombiano acabó acunando el balón en su brazo izquierdo. La falta de intención le absolvió del penalti.
A partir de esa acción se desperezó el Sevilla de los mestallistas Quique y Oltra, mejor posicionado y atacando con muchos efectivos. El Valencia pasó varios minutos persiguiendo la posesión sevillista, pero recuperó el entro del cuadilátero antes del final de la primera parte. Con una rosquita de Gayà hacia Yaremchuk, que no supo pinchar el control, ni tampoco empalar en boca de gol. Aparecieron incluso invitados inesperados, como Folquier. Terco y firme, el guadalupeño irrumpió con peligro dos veces en el área. La primera acabó en córner, la segunda con un posible penalti de Isaac Romero, que cargó con fuerza desmedida. Soto Grado no vio penalti y Mestalla se fue al descanso rugiendo, como Gayà, que mordía la pelota protestando una falta.
El Valencia volvió a convocar la tormenta en los minutos iniciales de la segunda parte, con protagonismo creciente de Yaremchuk, con claras ocasiones en el 48 y 50. O de Hugo Duro, que en el 49 por poco replica su gol de cabeza ante el Athletic, con Gayà de nuevo como “partner in crime”. Con su trote anárquico Fran Pérez probaba de nuevo en disparos bloqueados. El ritmo alto del partido invitaba a los cambios, para mantener la tensión y limitar las primeras imprecisiones en pases sencillos. Baraja reemplazaba a Canós por Peter Federico, en su bautismo en Mestalla. El Pipo echaba más leña, más juventud, con Jesús Vázquez y Javi Guerra, que salía en la franja de partido que tanto le gusta. El Sevilla, que en su comprometida posición cada punto es bueno, esperaba agazapado, a la espera de contras. La tuvo Peter Federico, con una volea zurda en semifallo, que entre un mar de piernas casi sorprende a Nyland. Se agarraba la melena el dominicano. Baraja restableció las dos referencias en ataque con la salida final de Alberto Marí, en un Valencia más ambicioso, en un Mestalla jaleando córners. No hubo recompensa, pero sí un aplauso que transmite identificación.