En la región de Occitania, en el corazón del departamento de Tarn, a 30 minutos de Albi y a hora y media de Toulouse, espera al visitante uno de los pueblos más bonitos de Francia, Cordes-sur-Ciel, una villa enrollada sobre la cresta rocosa del Puech de Mordagne en la que tierra y cielo se funden ofreciendo una estampa inigualable. Algunas mañanas la bruma invade el valle y esta parece flotar por encima de las nubes.
Considerada como una de las primeras ‘bastidas’ de la región, esta ciudad fue fundada en el año 1222 por el joven conde de Toulouse Raimundo VII, quien tras la terrible campaña contra los albigenses intentó levantar de nuevo su devastado reino. En sus mejores tiempos la villa contó con hasta cuatro murallas de las que hoy día se conservan algunos restos y cinco de sus puertas de acceso, como la Porte de la Jane o la Porte des Ormeaux.
Fue durante el siglo XIV cuando vivió su época de mayor esplendor gracias al comercio del cuero y otros tejidos. Toda la actividad se desarrollaba en la Plaza del Mercado, la cual está parcialmente cubierta con un artesonado de madera sostenido por columnas pétreas. Aquí se encuentra, también, el pozo de Cordes, de cien metros de profundidad, donde se dice llegaron a arrojar a tres inquisidores en 1233. Este fue taponado en el siglo XVII, aunque se abrió de forma temporal en varias ocasiones en las que se llegaron a encontrar numerosas piezas arqueológicas.
Gracias a su prolífera actividad comercial el pueblo experimentó un crecimiento excepcional, lo que se refleja en las numerosas casas góticas levantadas por los nuevos burgueses y en cuyas fachadas se pueden ver bestias esculpidas, signos jacobeos, referencias cátaras y hasta símbolos alquimistas. Las más destacadas son la Grand Ecuyer, la Grand Veneur, en cuya fachada llama la atención una escena de caza esculpida en la segunda planta, la de Carrié-Boyer y la de Grand Fauconnier, que actualmente acoge el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo, un espacio que ofrece un encuentro único entre el patrimonio arquitectónico y la creación artística.
Paseando por sus empinadas callejuelas adoquinadas el visitante encontrará multitud de tiendas de artesanía y galerías de arte, ya que hace tiempo que pintores, ceramistas, escultores y otros artistas encuentran aquí su inspiración, así como sus monumentos más destacados como son la capilla de Saint-Jacques -lo único que queda del antiguo hospital del siglo XIV-, que fue reconstruida en los años 70 por el artista Yves Brayer y en cuyo interior destaca un fresco que ilustra la peregrinación a Compostela, la escalera del Pater Noster que tiene tantos escalones como palabras tiene el Padre Nuestro en latín, 52; la iglesia de Saint Michel, templo que se levantó entre los siglos XIII y XV y que muestra hoy día varios elementos de sus diferentes etapas constructivas, como el ábside derecho con su gran bóveda y sus capillas (siglo XIII), el campanario de 1375 y un rosetón ornamental del siglo XV y en cuyo interior se encuentran obras de arte sacro y estatuas de gran calidad artística; la Torre Barbacane, antigua casa del pintor Francis Meunier hoy convertida en galería de arte, y la capilla de Saint-Crucifix.
No hay que perderse el Museo Charles Portal que ubicado en un edificio medieval clasificado como Monumento histórico cuenta la historia de esta villa y su entorno desde la prehistoria hasta la época contemporánea, y el Museo de las Artes del Azúcar y del Chocolate- Yves Thuriès que ofrece una exposición permanente y única en el mundo de las obras maestras del azúcar y el chocolate sobre temas como la Edad Media, la mitología, los cuentos y las leyendas.
Aquellos que deseen llevarse un recuerdo y un buen sabor de boca deben optar por una de sus especialidades gastronómicas: el croquant de Cordes, un dulce hecho a base de harina, clara de huevo, azúcar, almendras y una pizca de misterio.
Fiestas de interés
Cada mes de julio se celebra en Cordes-sur-Ciel una fiesta que sumerge a los visitantes en la Edad Media con espectáculos de fuego, danzas, animaciones y hasta malabaristas que festejan al ritmo de panderetas, violas de arco, gaitas y otros instrumentos musicales. Además, este bello pueblo que Albert Camus describió como ‘uno de esos dos o tres lugares que nos esperan a cada uno de nosotros en este mundo’, también acoge anualmente el festival de música Cordes sur Ciel, un viaje musical y cultural que reúne a numerosos artistas internacionales.