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Un réquiem por España

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La caída de Barcelona en enero de 1939 significó el principio del fin de nuestra contienda más dolorosa. Quinientas mil personas emprendieron entonces el camino de un exilio conocido como La Retirada. A consecuencia de ese movimiento humano, el Rosellón se vio sometido a una presión demográfica que condujo a la creación de cuatro campos: Barcarès, Rivesaltes, Saint-Cyprien y Argelès-sur-Mer. Este último, el más famoso de todos, acogió a 80.000 personas en su playa norte. Las condiciones del campo eran tan precarias que, durante los primeros meses, los concentrados sólo tenían a su disposición dos elementos para abrigarse del mar y del viento: sus pertenencias y la arena. Las viviendas eran viviendas trogloditas, sólo que no estaban labradas en la piedra, sino que eran agujeros excavados en la arena; el mar hacía las veces de letrina; la gente enfermaba de hambre y frío, y moría de tristeza e impotencia. No es exagerado afirmar que Argelès-sur-Mer encarna uno de los momentos más indignos en la historia de España y uno de los más vergonzosos en la historia de Europa, dada la ausencia de empatía de las autoridades francesas, más preocupadas por ejercer un control ideológico sobre los recién llegados que por prestar ayuda a personas que habían perdido mucho más que una guerra.

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