A ver, no, esto no es la Provenza vallisoletana ni la Brihuega de Valladolid, ni falta que le hace. Es Tiedra, un rincón al borde de los Montes Torozos con mucha historia a sus espaldas y sobrados méritos para no tener que medir sus encantos con nadie. Mucho más desde que hace ya unos años se ha convertido en un foco de atracción con luz propia que deslumbra con especial fuerza mediado el verano.
La ‘culpa’ es de la lavanda, un cultivo con múltiples propiedades entre las que destaca su especial poder de atracción tanto para las abejas como para los amantes de la fotogenia. Especialmente cuando, a mediados del mes de julio, empieza un festival de colores que vuelve locos a ambos por igual: abejas e instagramers no dan abasto a recorrer los estrechos pasillos que separan las hileras de unas plantaciones que han ido ganando hectáreas y hectáreas cada año.
Y tampoco es tan raro, la verdad, porque Tiedra está muy bien situada, sin montañas en el entorno que estorben los últimos minutos de luz, ideal para disfrutar de unos atardeceres memorables en los que el sol baja como una bola anaranjada haciendo resaltar con toda la intensidad del mundo el morado de la lavanda y el amarillo fuego de los campos de girasol y trigo que los rodean. No es raro que en la última media hora del día pululen nerviosas entre los pasillos de lavanda familias enteras haciéndose fotos, parejas, fotógrafos de boda o modelos profesionales trabajando en el catálogo de temporada.
Unos atardeceres que ya estaban ahí antes de que a dos emprendedores de la localidad se les ocurriera en 2008 la idea de traerse de la Provenza francesa –precisamente– un cultivo alternativo al cereal que revitalizara la economía de la zona. Y dieron en el clavo. Porque el proyecto que comenzó con una destilería dedicada a la extracción de aceites esenciales se convirtió enseguida en el motor para todo un repertorio de iniciativas relacionadas con el agroturismo. En la actualidad, más de 400 hectáreas diseminadas por los alrededores de la localidad, a las que cada año agricultores de la zona van sumando algunas más. De hecho, campos de malva y oro se ven cada vez más también en torno a las localidades de San Cebrián de Mazote o Bercero.
La mejor manera de aprovechar bien un viaje a los campos de lavanda de Tiedra es haciendo la primera parada en el Centro de Interpretación Tiedra de Lavanda, que encontramos a la entrada de la localidad. Es la mejor forma de ir un poco más allá de la mera postal y descubrir las muchas cosas sorprendentes que tienen que ver con este cultivo. También de descubrir dónde están y cómo se llega a los puntos más fotogénicos. O, mejor aún, apuntarse a las visitas guiadas en 4×4 que llevan hasta los lugares más inaccesibles y menos trillados. Como complemento a estas visitas, cada año van sumando nuevas actividades, como mindfulness, yoga en familia, observación de estrellas o visitas a la destilería.
Miel de lavanda
Y, como sería una tontería preparar una escapada a Tiedra y limitarse solo a hacer fotos de lavandas, hay que dejar tiempo para el resto de sus encantos, como las actividades de apiturismo que incluyen una cata de una de las mieles más premiadas del mundo, Miel de Lavanda 79, o la visita al Centro Astronómico de Tiedra, desde el que disfrutar de día o de noche de unos cielos cuya pureza visual certifica la Fundación Starlight.
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Aplicación móvil. La mejor forma de aprovechar un paseo por Tiedra sin perderse nada es descargarse la aplicación móvil.
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Sendero de las Fuentes. Señalizado como PRC VA-13 enlaza, a largo de 18 km, ocho fuentes dispersas en su entorno cercano.
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Cómo llegar. El desvío 209 de la autovía A6 enlaza con la VA-VP-6605 para llegar en 6 km a Tiedra.
Desde luego, «un imprescindible» es su castillo, uno de los de mejor estampa de toda la provincia de Valladolid. Es visitable y no debes dejar de asomarte a su torre del homenaje, ubicada estratégicamente como un faro en medio de un mar de campos con unas espléndidas vistas de todo el entorno.
Otro de los rincones que hay que visitar es la ermita de Tiedra Vieja, en cuyo interior destaca una pared repleta de exvotos fotográficos, con los rostros y peticiones de vecinos que desde mediados del siglo XIX cuelgan aquí sus retratos para agradecer a la Virgen los favores concedidos.