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Un nudo de sangre en la cabeza

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En “Del inconveniente de haber nacido”, Emil Cioran, el más contumaz y angustiado de los existencialistas del pasado siglo, expresó con su inigualable talento para el aforismo la relación que se verifica entre la escritura y la muerte voluntaria: “Un libro es un suicidio diferido”. Aunque la intuición del filósofo rumano vertebra y bien podría servir como lema a “Doble Autorretrato Mundo”, la nueva y fascinante entrega del proyecto literario de Moisés Mori, habrá que esperar a la página 590 del libro para que esta almendra conceptual se exprese con plena rotundidad y con exquisita firmeza. Escribe Mori a tal efecto: “El suicidio […] es indisociable de la escritura. Pues justamente en la escritura se expresan a su modo las dolencias insuperables y cobra cuerpo la propia figura ante uno mismo y en el célebre espejo de la realidad social”. Así pues: suicidio; así pues: escritura; así pues: dolencia, figura, espejo. Se dan cita en este fragmento las palabras fundamentales de una pesquisa por momentos desoladora y junto a ellas se perfila la zona cero de un texto monumental y exigente, que desde ahora reclama su lugar junto a las obras mayores de Mori hasta la fecha: “Estampas rusas”, “Escenas de la vida de Annie Ernaux” y “Stendher en Santandal”.

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