“A Kafka nos lo hemos inventado. Es una creación de Max Brod, que era muy amigo de Kafka, pero era más amigo de Max Brod”, explicaba el traductor Carlos Fortea, acompañado del editor Jordi Llovet y del crítico Ignacio Echevarría, durante la presentación en el Círculo de Bellas Artes de Madrid de Cartas.1914-1920 (Galaxia Gutenberg, 2024).
Para Fortea, “incluso las fotos que conocemos de él, con ese aspecto vampírico, no transmiten lo que realmente era, porque no hay que olvidar que se trata de las fotografías de un enfermo de tuberculosis. Gracias a sus cartas, sin embargo, sabemos que Kafka era simpático, seductor y un poco sinvergüenza”. Unos adjetivos a los que habría que sumar también deportista, borrachín, cómico e incluso un hombre de acción que quiso ir voluntario al frente durante la Primera Guerra Mundial, pero que no fue autorizado a ello porque resultaba más útil en su puesto de trabajo gracias a sus conocimientos del alemán y el checo.
“Hasta los años 50 del siglo XX, Kafka era un fantasma. Ha sido después, desde hace 30 ó 40 años, cuando hemos empezado a conocer al Kafka humano”, apuntaba Ignacio Echevarría, para quien el autor de La transformación es, hoy en día, “un autor todavía vivo, palpitante, porque podemos leer nuevos escritos”. Entre ellos está su correspondencia, proyecto editorial iniciado por Galaxia Gutenberg en 1994 con la firma del contrato de derechos para lengua castellana, a cuyo primer volumen publicado en 2018, se suma ahora este segundo y a los que habrá que añadir un tercero en preparación, que ni siquiera ha sido publicado en el mercado alemán.
“Los retrasos en la edición de la obra de Kafka han estado marcados por la búsqueda por parte de los especialistas de una suerte de Santo Grial. Un paquete de cartas, escritos y otros documentos que estaban en el apartamento de la amante de Kafka cuando entró la Gestapo. Son unos materiales que no se destruyeron, pero no están localizados. Podrían estar en un archivo o en una comisaría”, explicaba Echeverría, que destacaba la cuidada traducción realizada por Galaxia Gutenberg y Carlos Fortea que, en esta ocasión, ha tomado el relevo de Adan Kovacsic, encargado de la traducción del primer volumen de la correspondencia.
“2024 es el Año Kafka y vamos a encontrar en las librerías ediciones marcadamente oportunistas. En ese sentido, es importante buscar una buena traducción de Kafka porque su estilo es tan limpio que cualquier grumo puede alterar el contenido. Por ello, la edición de Galaxia Gutenberg es la mejor que se puede leer después del original alemán”, enfatizaba Echevarría, que incluso se atrevía a llegar más allá al destacar que, a diferencia de la edición alemana, que es una edición crítica con notas para los investigadores, la de Galaxia incluye notas aclaratorias para facilitar la comprensión del lector. Como completaba Fortea, si bien estas misivas son materiales sobre lo cotidiano “ese presente tiene ahora más de 100 años”.
Cartas sin mácula
No es habitual que la correspondencia de un autor esté contenida en el corpus de sus obras completas. “En las de Octavio Paz, por ejemplo, no está porque la relación entre las cartas y la obra es discutible. Sin embargo, en las obras completas de Kafka sí la hemos incluido porque sus cartas están al mismo nivel que sus obras“, explicaba Echevarría, que destacaba cómo, al igual que sucede con sus originales, las cartas de Kafka no contienen ni un tachón.
“Cuando escribía cartas, Kafka hacía literatura. Por eso no es una correspondencia en la que destaque la espontaneidad que suele haber en este tipo de escritos. De hecho hay partes, como cuando cuenta que en su casa hay ratones, que son verdaderos relatos”, explicaba Fortea que, como traductor, destacaba la polifonía de voces que el autor checo desplegaba según el destinatario de las cartas.
“Un mismo día, Kafka podía escribir varias cartas —continuaba Echevarría—. Una de cinco folios a Felice lamentándose de algo, otra de dos folios al Instituto donde trabajaba para pedir un aumento de sueldo y otra más a un amigo mostrándose divertido. Algo que también demuestra la eficacia del servicio de Correos alemán de entreguerras, que era capaz de entregar en Praga tres cartas a Felice enviadas por Kafka en Berlín el día anterior. Era casi como internet”, bromeaba.
Una de las aportaciones más destacadas de la presente edición de la correspondencia de Kafka es que también se incluyen las cartas que recibió el escritor de otras personas como Max Brod, Kurt Wolff, Franz Werfel, sus padres o sus jefes de trabajo. Además, la organización no se ha hecho según el destinatario, como ha sucedido tradicionalmente con las cartas a Milena o las cartas a Felice, sino por orden cronológico. Si bien esta clasificación no ha sido sencilla, a consecuencia de que muchos de los sobres de las cartas se perdieron, las titánicas labores para fechar cada comunicación han merecido la pena, porque permite repasar la vida, las preocupaciones y las rutinas de Kafka: “Cuando escribe a Felice, por ejemplo, se obsesiona y deja de escribir relatos. Cuando se separan, retoma la escritura pero, cuando se vuelven a reencontrar, las cartas lo abarcan de nuevo todo”, recordaba Echeverría que destacaba la especial importancia de las cartas contenidas en este volumen en relación a la vida del escritor.
“Abarcan los años de 1917 a 1920. Para entonces ya se le había diagnosticado la tuberculosis, por lo que se retiró a casa de su hermana, donde pasó cuatro meses felices, sin escribir un solo relato, leyendo la Biblia, leyendo a Kierkegaard. Fue una época de gran crecimiento espiritual que influyó en los Aforismos de Zürau, en los que reflexiona sobre el pecado, la muerte y la vida”, explicaba Echeverría que, a pesar de la calidad literaria de las cartas y su vínculo con la vida del escritor, no encuentra relaciones directas entre su cotidianeidad y sus relatos. “Las cartas no dan lugar a relatos, pero hay un libro de Elias Canetti editado justamente en Galaxia Gutenberg y titulado Sobre Kafka. El otro proceso, en el que tras analizar las cartas entre el escritor y su novia, llega a la conclusión de que El proceso no es más que esa misma relación sentimental en forma de novela”.