Sin duda, “La generación ansiosa“, del psicólogo social norteamericano Jonathan Haidt, está contribuyendo a remover un debate ya existente: el de la vinculación entre los teléfonos smartphone y las redes sociales y el aumento de los trastornos mentales de los jóvenes occidentales. Haidt hace una afirmación no exenta de polémica, en un texto cargado de información valiosa, y es que “entre las relaciones sociales y la ansiedad, la depresión y otras dolencias hay una relación de causalidad y no de mera correlación“. Una afirmación que ha recibido críticas de parte de otros investigadores.
Haidt usa un lenguaje y afirmaciones muy contundentes, y criticadas en la ciencia social tras la aparición de su best-seller, como que “no se trata sólo de los smartphones y las redes sociales: se trata de una transformación histórica e insólita de la infancia humana“, que el autor define como la Gran Reconfiguración: “Los patrones sociales, los modelos de conducta, las emociones, la actividad física e incluso los patrones de sueño de los adolescentes experimentaron una reestructuración radical en el transcurso de sólo cinco años”. Afirma también que “la Gran Reconfiguración [así define los cambios en los adolescentes], por la cual la infancia basada en el teléfono sustituyó a la basada en el juego, es la principal causa de la epidemia internacional de enfermedades mentales en los adolescentes“.
Los datos sobre consumo de horas en pantallas son demoledores y llevan a Haidt ha asegurar que es esta la causa principal del aumento de la ansiedad y la depresión entre los adolescentes. “Sostengo que esta Gran Reconfiguración de la infancia es la principal razón del tsunami de enfermedades mentales en los adolescentes que comenzó a principios de la década de 2010″. Haidt cita a autores como Jean Twenge que asegura que los adolescentes que pasan más tiempo en redes sociales son “más propensos” a sufrir depresión, ansiedad y otros trastornos.
Sostengo que esta Gran Reconfiguración de la infancia es la principal razón del tsunami de enfermedades mentales
Lo contrario a lo que necesitan los niños
En cuanto a la base sana de un aprendizaje en la infancia, Haidt destaca como los móviles van en sentido contrario a bases necesarias como la motivación por el juego libre, la sintonización (lo contrario de padres que atienden más al teléfono que a sus hijos)y el aprendizaje social (que se ve afectado por los ‘likes’ de las redes sociales, que “pueden moldear el modelo mental de un adolescente en cuestión de horas“). “La experiencia y no la información es la clave para el desarrollo emocional”, destaca, para poner en valor la importancia de que los niños jueguen libremente. “Es como si les hubiéramos dado pequeños IPads llenos de películas sobre andar, pero que fuesen tan absorbentes que los niños nunca dedicaran el tiempo o el esfuerzo necesario para practicar y andar”. El tiempo con los amigos cae en picado desde 2010, según los estudios.
La identidad, la personalidad, las emociones y las relaciones serán diferentes si se desarrollan online
Haidt dedica también páginas a describir como los creadores de redes como Facebook actuaron para crear un bucle constante de retroalimentai´con de la validación social de los menores. “La identidad, la personalidad, las emociones y las relaciones serán diferentes si se desarrollan online“, destaca el autor. Y lo vincula con el desarrollo del cerebro en las edades tempranas.
Los cuatros perjuicios del abuso del móvil
Haidt señala, con referencias a estudios y metaanálisis, que las cuatro consecuencias negativas del abuso de las redes sociales por parte de niños y adolescentes son la privación social, la falta de sueño, la fragmentación de la atención y la adicción. Y acompaña el estudio con un capítulo dedicado a explicar porqué las chicas tienen problemas mayores de salud mental en relación al uso de las reldes sociales, y los chicos los tienen en menor medida pero relacionados con los videojuegos.
La fragmentación de la atención ha sido analizada a fondo, y Haidt la despliega con vivencias y ejemplos, y críticas a las aplicaciones: “Utilizan todos los trucos de su kit de herramientas psicológicas para enganchar a los usuarios“. Es más, la actuación de estas aplicaciones sobre el cerebro de los menores se basan en una “recompensa variable”, que genera un enganche más sólido y persistente. La investigadora Anna Lembke afirma: “El smartphone es la aguja hipodérmica de hoy, que administra dopamina digital las veinticuatro horas del día, los siete dáis de la semana para una generación conectada”.
Sobreprotección
Haidt dedica una especial atención a la sobreprotección creciente a los menores. Y añade que esta tendencia junto a la infraprotección en el mundo virtual “son las principales razones por las cuales los niños nacidos a partir de 1995 se convirtieron en la generación ansiosa”. Los padres, explica, mantienen a los hijos en burbujas, protegidos de la frustración, lo cual es contraproducente. En lugar de relaciones personales, asegura, se opta por las virtuales que son incorpóreas, asincrónicas y, a veces, de usar y tirar“. El retuit y el “me gusta” son claves, en este cambio de conducta infantil, según Haidt.
Es más, el autor sostiene que el aumento de los casos de mala salud mental en la década de 2010 “tiene sus raíces” en la sobreprotección de los padres. “Los smartphones, junto con la sobreprotección, funcionaron como “inhibidores de experiencias”, afirma.
Más depresiones en las chicas
Haidt describe como las chicas tienen más problemas de salud mental que los chicos, y su ‘enganche’ está más vinculado a las redes sociales que a los videojuegos ,como es el caso de ellos, porque los chicos tienen una característica psicológica más basada en expandir el yo, y cuestiones como la eficiencia y la competencia, mientras ellas prestan más atención a la comunión (integrar el yo en una unidad social) y son más vulnerables a los perjuicios de la constante comparación social de redes como Instagram. En los chicos, la llamada epidemia se manifiesta en los videojuegos y el porno, que los ha desconectado de su tendencia a “expandir el yo” externamente, físicamente.
Los matices del propio autor
Con todo, Haidt admite que “una gran parte de la epidemia” psicológica puede ser “consecuencia” de un contagio emocional al aflorar estas problemáticas de forma generalizada, con un “sesgo de prestigio” entre quienes explican sus casos. También Haidt abre una puerta a pensar de forma diferente en todo este debate cuando admite que, en el caso de los videojuegos, la adicción puede ser el trastorno o, en cambio, indicar trastornos que ya existían previamente. Haidt también admite que estos problemas psicológicos también tienen que ver en parte con una mayor disposición a explicar estas dolencias, o a que se patologiza la ansiedad y el malestar normales.
Propuestas
Haidt dedica la segunda parte del texto a proponer ideas como no usar smartphones antes del instituto (dar solo teléfonos básicos, antes de los 14 años). Nada de redes sociales antes de los 16; colegios e institutos sin móviles y mucho más juego sin supervisión e independencia infantil (en relación a la sobreprotección citada a menudo en el libro). El texto es un alegato a la acción colectiva y a “alzar la voz” para compartir el problema y las soluciones.
Críticas severas a la afirmación de Haidt de la causa-efecto
Un reciente artículo publicado en la revista Nature por parte de Candice L. Odgers, directora de investigación y desarrollo en la escuela de Ecología Social de la Universidad norteamericana de Virginia, advierte de que la propuesta de Haidt es “audaz”, y alerta de que afirmar “que las redes sociales son las culpables podría distraernos de responder de manera efectiva a las causas reales de la actual crisis de salud mental de los jóvenes”. Haidt afirma que la gran reconfiguración del cerebro de los niños se ha producido “diseñando un caballo de fuego de contenido adictivo que entraba a través de los ojos y los oídos de los niños” y que “al desplazar el juego físico y la socialización en persona, estas empresas han reconfigurado la infancia y “Cambió el desarrollo humano a una escala casi inimaginable”. Afirmaciones tan serias requieren pruebas serias“. Es más, Odgers critica abiertamente a Haidt por establecer una causa-efecto entre redes sociales y problemas mentales. “Los jóvenes -añade esta especialista- que ya tienen problemas de salud mental usan dichas plataformas [redes sociales] con más frecuencia o de manera diferente que sus pares sanos”. Y concluye que existe un estudio de 72 países que no halla asociaciones significativas entre salud mental y redes sociales: “No hay evidencia de cambios drásticos asociados con el uso de la tecnología digital”. La autora recuerda que la actual generación adolescente está influencia claramente por la crisis del 2008 y cita la importancia de la pobreza infantil en todo análisis.