Cerrar una etapa. Poder, por fin, sellar una etapa. Decir adiós a los miedos, a las dudas, a la incertidumbre. Y no hacerlo de cualquier manera, si no de la mejor posible. Consiguiendo el máximo objetivo. Cuando Alexia Putellas volvió a lesionarse fue un varapalo que la hizo trastabillar. El periplo que empezó el 14 de noviembre se terminó este jueves con la victoria del del Fútbol Club Barcelona ante el Brann (3-1). Alexia volvía a ser titular en la Champions, el escenario de las grandes ocasiones. Se abrazaba con sus compañeras tras el encuentro. Había vuelto justo para sellar el pase a las semifinales. Lo había conseguido y esa dura etapa quedaba superada.
El ambiente en el Johan Cruyff ponía la piel de gallina. Mientras la afición del Brann cantaba (incesantemente) durante todo el partido, los tambores del gol sur resonaban. La segunda máxima entrada de la historia en el feudo culé (5.510 espectadores) aguardaba un partido de entidad. Las culés salieron al campo con la mirada fija. De inicio, el balón ya fue suyo. Sin embargo, el Barça empezó espeso. Como en Noruega, las ideas estaban, pero faltaba ese ritmo.
Alexia levantaba los brazos mientras se dirigía al córner. Pedía a sus compañeras que se dieran prisa. No había tiempo que perder. La capitana, que volvía a la titularidad en Champions tras su reaparición, quería imprimir en sus compañeras la necesidad de dar un paso adelante. El Barça perdonó y tanto error le podía costar caro. Las culés estaban acusando la presión tenaz del Brann. Hansen intentó salvar el desorden culé con un chut cruzado tras un desmarque rompedor. El balón lo tocó antes Mikalsen y frustró la ocasión de la noruega.
Las azulgranas lo probaron sobretodo con centros directos al interior del área, intentando superar ese embudo en el centro del campo. Alexia se movía con libertad sobre el césped cuando bajó con el pecho un balón y se lo cede a Esme Brugts que habilita a Aitana Bonmatí, totalmente de espaldas, a la portería. Y ahí se vino la magia. El talento desbordante de la Balón de Oro encadenó genialidades. Primero con una media vuelta para colocarse a portería, siempre con el esférico bajo control. Después, con una veloz bicicleta, que desconfiguró la intención defensiva del Brann. Y por último, para terminar con la sinfonía, reventó el balón a la esquina izquierda de la portería. Entró que fue una delicia. El estruendo se transformó en suspiro. De alivio, de alegría. Aitana se abrazó con Alexia. Talento reconoce talento, dicen certeramente.
El Barça tenía claro que el trabajo no estaba hecho. No podía volver a suceder lo del partido de ida y se adentraron en el área contraria a base de combinaciones vertiginosas. Un rechace rocambolesco de la portera del conjunto noruego que, tras un par de rebotes cayó en las botas de Fridolina Rolfö casi sobre la línea de gol. Solo tuvo que empujarla levemente y girarse a buscar a Alexia para celebrar el gol. La sonrisa de las dos compañeras de recuperación brilló sobre el verde. Solo ellas sabían lo que habían pasado, los momentos compartidos durante los largos meses de rehabilitación.
La tranquilidad estaba imponiéndose en un partido costoso que se fue allanando con el paso de los minutos. Las noruegas intentaron revolverse ante su inferioridad en el marcador. Se aprovecharon de un desajuste de la defensa culé que dejó a Svendheim totalmente sola. Solo tuvo que colarse en el área, dejando atrás Lucy Bronze y cruzar el esférico. El balón entró llorando pegado al palo largo de Cata Coll. Levantó los brazos incrédula, celebrando el tanto que las volvía a meter en el partido.
Sin embargo, el Barça no cedió más. Las culés cerraron a cal y canto el marcador con una diana de Patri Guijarro sobre el minuto 90. El Barça es equipo de semifinales de la Champions por sexta vez consecutiva. Aguarda el Chelsea en la que será la reedición de las semifinales de la temporada pasada. El Barça se plantó en la final y ahora quiere repetir la gesta y poner su escudo en un vestuario de San Mamés el 25 de mayo.