A Andrés Fernández, cuando le expones sus experiencias en Primera División, en Segunda y en competiciones europeas, recalca, con evidentes síntomas de orgullo, que también echó raíces en Segunda B, Tercera y Preferente.
El guardameta del Levante, renovado hasta 2025 y dispuesto a disfrutar del día a día, podría presumir de haber sido tendencia en Osasuna y de, incluso, haber sonado como refuerzo para la portería del Real Madrid para sustituir a Íker Casillas: su máximo referente futbolístico con el que tuvo la suerte de coincidir en el Oporto mientras se tramitaba su cesión al Granada.
No obstante, prefiere mantener los pies en el suelo, tal y como ha mostrado en una trayectoria profesional con picos de rendimiento muy elevados, mientras tiene la sensación de que se encuentra en el club idóneo a sus 37 años de edad.
El murciano, en su vigésima pretemporada como profesional, afronta el curso consciente de que tendrá que dar un paso al frente, aunque sin cambiar los valores, labrados desde el respeto, la educación y el compañerismo, que le inculcaron desde pequeño.
El guardameta, reconociendo que tiene un vestuario muy bueno, busca alcanzar la excelencia en cada entrenamiento sin mirar al más allá, pero reconoce que le ilusiona la posibilidad de conseguir un ascenso a Primera.
Un hito que no ha vivido pese a sus dos décadas bajo palos. El portero sabe de la dificultad, pero confía en unos conceptos de Julián Calero que ya han calado en el vestuario. El destino dirá, tanto el devenir del Levante, como el futuro de un Andrés Fernández que no piensa en la retirada. Solo en disfrutar y en seguir acumulando momentos inolvidables.
¿Qué tal se encuentra?
Me encuentro bastante bien. Es verdad que, cuando pasan los años, empezar una pretemporada siempre cuesta. Creo que esta es mi vigésima como profesional, por lo que son unas cuantas (ríe). En otras etapas era tercer portero y entrenaba con el primer equipo. A diferencia del año pasado, donde llegué a finales de agosto y con la temporada empezada, aunque entrenes por tu cuenta es diferente, este año, poder ir quemando semana a semana, y viendo que cada vez queda menos, ayuda a coger mejor forma para el comienzo de la temporada.
Muchas pretemporadas a sus espaldas.
Con el Tenerife serían 22 o 23. Son muchos años. Hay chavales entrenando conmigo que no tienen ni 17. Imagínate. Han ido cambiando. Al principio eran muy físicas. Hasta a los porteros nos hacían correr por el bosque o por la playa. Ahora se miden más las cargas y se trabaja más dedicado a lo que se va a encontrar uno en LaLiga. Han ido variando bastante.
Sin embargo, el portero actual empezó a proyectarse en unas pruebas en el Levante en 2007. Qué caprichoso es el destino.
Estaba en el Tenerife B, entrenaba con el primer equipo y fui a probar en el Levante. Estuve una semana y, la verdad, fue una experiencia muy importante. Si no recuerdo mal, el Levante B estaba en Segunda B y lo viví con bastante emoción. De hecho, en algunos entrenamientos, me metieron en el primer equipo. Al final me tocó ir al Mallorca B, pero esa semana ayudó.
¿Por qué no firmó?
Lo que me trasladaron mi agente como Pepe Puig, entrenador de porteros, fue que valoraron muy positivamente mi comportamiento en portería, mis entrenamientos y mis cualidades, pero que no tenían fichas en el filial. Era muy complicado quedarse porque no salió ninguno de los porteros.
¿Sintió que podía hacer carrera como profesional?
No lo diría así, pero es cierto que empiezas a creértelo. A decir que, si consigo hacerlo bien, estaría más cerca. En ese momento seguía compaginándolo con la universidad. Aunque me costaba más ir a clases por las tardes lo mantenía porque no tenía tan claro que pudiera disfrutar y vivir del fútbol. En Osasuna estuve tres temporadas en el filial a buen nivel. En el cuarto año me cedieron al Huesca y ahí me sentí profesional por primera vez. Huesca es como una segunda casa.
¿Le inculcaron la importancia de los estudios desde pequeño?
De pequeño me inculcaron mucho respeto. Mucha educación no solo académica, sino también en las formas. En los buenos días, las buenas tardes, las buenas noches y las gracias. A veces me dicen que soy muy educado, pero, personalmente, lo veo lo más normal. Después, me han inculcado que hay que estudiar y trabajar siempre la mente. Sobre todo, cuando estás en un periodo donde no sabes a qué vas a dedicar tu futuro. Si el fútbol va bien, estupendo. A lo mejor hay que formarse para gestionar el patrimonio que uno genera, siendo ese mi caso. Es muy importante, sobre todo a edades tan jóvenes. Todos pueden ser Lamine Yamal, pero como Lamine solo hay uno. Hay que seguir formándose y aprendiendo, porque nunca sabes qué puede pasar.
No obstante, su debut en la élite con Osasuna no fue agradable: entró por la expulsión de Juantxo Elía, teniendo que parar un penalti, y encajó dos goles.
Cierto. Es lo que tiene la posición de portero. Debutar en Primera División, tanto actualmente como por aquel entonces, es muy difícil. Es muy complicado que un chaval se gane un puesto durante la pretemporada y que el entrenador apueste. La oportunidad llega habitualmente por una lesión o una expulsión. Casos como el mío habrán muchos, pero, al fin y al cabo, si trabajas, y tienes madera de futbolista profesional, llegas.
¿Sintió rabia por las circunstancias en las que se produjo su estreno en Primera?
Recuerdo al entrenador del filial, Enrique Martín Monreal. Debuté y no pensé ni en el penalti ni en cómo parar la vaselina. El rival también acierta y hace cosas maravillosas. Cuando volví a entrenar estaba contento por debutar en Primera División, pero, cuando fui con Enrique, fue muy claro. Me dijo: ‘vaya mierda de debut’. Esa frase me hizo recalcular y darle la razón. Me dijo que no podía conformarme con debutar, que tenía que seguir trabajando. Sus palabras me las tomé muy al pie de la letra. Me dije: ‘voy a intentar llegar hasta donde pueda, pero poniendo y dándolo todo. Si llego a ser profesional, bienvenido sea. Si no, saber que hice todo lo pude’.
¿Osasuna ha sido el lugar donde mejor rendimiento ha tenido?
Sí, aunque, más bien, por ser los primeros años, ser Primera División, ser joven, estar en boca de todos y que saliesen en prensa grandes equipos interesándose en mí. He tenido grandes momentos, por ejemplo, en el Villarreal, donde tuve un tramo de alto rendimiento hasta que me lesioné de la rodilla. Después, en Huesca hice grandes temporadas, pero, al estar en Segunda División, no son tan mediáticas. Pero sí que es verdad que los años en Osasuna fueron los más llamativos.
Sonó, incluso, como sustituto de Iker Casillas en el Real Madrid.
He de decir que, para esas cosas, he sido muy comedido. No les he dado importancia ni tampoco me he venido arriba, pero, en ese momento, noté cierto nerviosismo. Hubo una opción que parecía que podría ir hacia adelante. No era fácil que se hiciera, pero existía la posibilidad. Por mi forma de ser soy tranquilo. Soy de los que, hasta que las cosas no pasen, mantiene la calma. Lo viví como algo diferente.
Un Iker Casillas que es un ejemplo para usted.
Casillas es mi referente. Él empezó a jugar muy joven y mis sueños se veían reflejados en él. Todos queríamos ser como Casillas y hacer sus paradas. Era mi ídolo. Encima, años después, tuve la oportunidad de conocerlo y, en ocasiones, hablar con él.
No ha crecido con porteros intrascendentes: Casillas, Buffon o Valdés, y años atrás, Kahn, Dida…
Sin duda. He crecido con ellos jugando al FIFA 98 (ríe). Sin embargo, cuando me convertí en profesional, ver el altísimo nivel que daban todos los porteros en España fue impresionante: Iker Casillas en el Madrid, Víctor Valdés en el Barça, Gorka Iraizoz en el Athletic Club, De Gea en el Atlético… Había mucho nivel, tal y como sucede ahora.
Justo cuando se marchó del Oporto al Granada, Casillas firmó por Los Dragones. ¿Tuvo tiempo para coincidir con él?
Compartí dos semanas de entrenamientos con Casillas y me dio incluso para comer con él. Para mí fue un buen momento. Yo iba a salir, llegase quien llegase al Oporto, pero esos ratos con Casillas, y esa comida, son inolvidables. Me los guardo para siempre.
Supongo que intentó exprimirlo al máximo.
Sin duda. No hay mejor aprendizaje que convivir con un ejemplo a seguir, al igual que con alguien que ha pasado por lo que uno va a pasar. Pese a la inmediatez de mi salida, disfruté bastante de esos días entrenando aunque fueran de pretemporada. Hay días que estás más o menos cansado, pero, en los entrenamientos, quiero dar siempre el máximo. Me dé lo que me dé. Pero entrenar con Casillas fue inolvidable.
Pese a la falta de protagonismo que tuvo en Portugal, en el Oporto disputó su único partido en la Champions. ¿Le compensa con el paso del tiempo a pesar lo duro que fue aquel año?
Cuando llegas a un club Champions como el Oporto te das cuenta de los niveles que alcanza. Ese partido en Liga de Campeones valió mucho la pena. Me pasó una situación parecida a la que viví en el Levante, con la temporada empezada. Supuso no encontrarme del todo bien, de tener la oportunidad donde poder demostrar y, además, tenía un compañero que lo estaba haciendo muy bien. No me ando con rodeos. Cuando las cosas no salen como uno quiere es lo que hay, pero, por suerte, pude jugar un partido en Champions. Más que el hecho, es el recuerdo que deja. El poder escuchar el himno desde el terreno de juego. Hay futbolistas que están acostumbrados, pero hay muchísimos que no lo han podido vivir.
De Oporto, a Villarreal pasando por Granada, hasta volver a Huesca con 33 años. Firmando por tres temporadas, ¿pensó que sería su último club?
Volver a Huesca fue una apuesta arriesgada. En Villarreal había competencia, pero, por unas situaciones u otras, acababa jugando, mientras el club me tenía mucha consideración. El presidente, quedándome un año, fue claro conmigo y me pidió que me quedara. Sin embargo, surgió la propuesta de un Huesca recién ascendido a Primera, con un contrato de tres años. Fue una lástima porque nos quedamos a un punto de la salvación, pero es verdad que hice mis cábalas. Decía que, con 33 años, firmando tres y plantándome con 36, podía ser mi último contrato. Nunca he sido de organizar mucho el futuro porque nunca sabes lo que puede pasar, pero, mentalmente, sentía que encaraba la recta final.
Terminó contrato en El Alcoraz y, sin embargo, apareció el Levante. ¿Cómo se cocinó su llegada a Orriols?
El Huesca ofreció la renovación, pero fui claro con ellos. Por circunstancias personales, quería estar cerca de mi familia. O, por lo menos, estar a dos horas. El verano pasado no me dio tiempo a pensar mucho porque las conversaciones con el Levante surgieron pronto. Además, fueron rápidas. Cuando vi que la opción era viable, tanto por Miñambres como por los técnicos, quienes me transmitían que me querían firmar sí o sí, decidí esperar. Fue de las pocas veces en las que el momento y el lugar en el que quería estar coincidían. Cuando salió la posibilidad de ir al Levante fui bastante claro con mi agente. Me dijo que podía salirme algo de Primera División, pero sabía dónde estaba y la edad que tenía. Antepuse otros aspectos más allá de lo deportivo. No miento si digo que, en los momentos en los que entrenaba solo, pensaba si el fútbol se estaba acabando, pero me quedaba motivación.
¿El Levante fue el club perfecto?
Fue el sitio ideal por todo. Por club, por recordar a Paquito Fenollosa diciéndome, cuando jugaba en Osasuna, que algún día ficharía por el Levante. Fue lo primero que me comentó al verme. Para mí el Levante fue lo que yo quería. Se juntó todo.
Pese a no entrar en playoff, cuajó un gran rendimiento, haciendo 94 paradas. ¿Se lo imaginaba?
Sinceramente, lo que no me imaginaba fue que el club tuviera tantos problemas relacionados con las lesiones y las decisiones arbitrales. Fue un año extraño en muchos aspectos. No hubo una línea que transmitiera equilibrio. Creo que se venía de un aura negativo procedente de la temporada anterior, tanto en el estadio como en el club, marcado por las decepciones y las frustraciones.
¿Cómo recibió la propuesta de renovación?
Más que un premio, fue una satisfacción y un agradecimiento por poder seguir en este club. Para mí es fenomenal. Además, mi mujer está encantada de vivir en Valencia. La ciudad es maravillosa. Hubo muchos clubes que me llamaron diciéndome que no me retirara, que me querían fichar, pero les hablé con claridad. Les transmití que, hasta que el Levante no decidiera, no entablaría conversaciones con nadie ni valoraría ninguna propuesta. Fue una satisfacción, al igual que una condición lógica. Firmé una temporada con opción a otra, el año salió muy bien y el club quería una persona veterana en la portería.
Con 37 años, a cuatro meses de cumplir 38, ¿piensa en la retirada?
Si soy sincero, vivo mucho el día a día. Por ejemplo, ahora mismo, siento que estoy afrontando la última pretemporada, pero no lo sé. Ojalá terminé el año y diga: ‘otra temporada más y en Primera, u otro año más en el Levante’. Ojalá. No pongo un tope, por ejemplo, de retirarme a los 40. Parece un tópico, pero quiero disfrutar del día a día. Si no, iría a entrenar con una mentalidad diferente y no es lo que deseo. Quiero llegar cada mañana a Buñol y saludar a mis compañeros, reírme de uno, que se rían de mí, estar de cachondeo con los fisios, ir al campo y trabajar al máximo. Prefiero llevarlo de esa manera en vez de pensar que hay un final. En definitiva, pienso en lo que puedo controlar. Hay cosas que no podemos controlar, y pensar en lo que va a pasar dentro de un año… Muchas veces la cabeza se va, pero uno tiene que ser consciente de lo que puede tener en su mano. Ojalá, dentro de un año, podamos seguir en el Levante.
¿Qué es lo que le anima a seguir en activo y qué le haría tomar la decisión de colgar los guantes?
Lo que me llama a continuar son mis compañeros y el día a día. El año pasado había muy buen vestuario a pesar de las complicaciones. Este año también. Disfrutar de la rutina es lo que hace que quieras ir a entrenar. Si a uno le supone un suplicio… También, físicamente, no tener, por lo menos, siete ‘agujeros’. Con tener uno y lo puedas llevar, adelante. Pero si físicamente no estás bien es complicado.
Mientras, lleva cinco años haciendo camino con Biyectiva Technology, consultora de Inteligencia Artificial y automatización de procesos.
Así es.
Con su proyecto empresarial, ¿se quitó la espina de haber dejado la carrera de Ingeniería Informática?
Sí, quita la espina porque me gusta mucho el mundo de la tecnología y el emprendimiento. Decidí meterme porque encontré personas que me transmitieron confianza y con las que podía probar. Llevamos cinco años y estamos creciendo. Es un negocio que no es tan exponencial como otros, pero va poco a poco. Todo lo relacionado con el emprendimiento me gusta. He invertido en otras empresas. No sé si mi futuro estará lejos de los campos de fútbol, pero este mundo me gusta. En vez de jugar al FIFA en la play, las tardes las dedico a aprender. Trato de saber todo lo posible sobre el mundo empresarial porque es una herramienta que cualquier jugador, si consigue un patrimonio y quiere invertir con cabeza, puede tener una buena posibilidad después del fútbol.
Con más de 20 años de carrera profesional, y curtido en mil batallas, ¿se siente un líder bajo palos?
Nunca he sido de definirme mucho. Como portero, pretendo estar siempre muy concentrado. Estar atento y ayudar a los compañeros en todo lo que se pueda. Siempre me han dicho que soy reactivo. ¿Ser un líder? Lo tienen que decidir otros. Lo que está claro es que, por veteranía, este año me toca ser uno de los cuatro capitanes, pero no va a cambiar mi forma de ser. El año pasado, cuando tenía que coger a alguien y hablar con él lo hacía. Cuando cualquiera fallaba era el primero en ayudarle y eso no va a cambiar. Si tengo que afrontar situaciones adicionales, haré lo que haga falta.
No obstante, llevará el brazalete, entre otros, junto a Iborra. ¿Qué relación tiene con el centrocampista?
Tengo muy buena relación con Iborra de nuestros años en el Villarreal. Siempre hemos mantenido el contacto. Es una persona, un profesional y un ganador diez. Es alguien que ayuda mucho no solo a nivel de juego, sino también con su presencia en el campo, transmitiendo serenidad, tranquilidad y experiencia. Perfiles como el de Vicente nos vienen muy bien. Hoy en día están subiendo muchos futbolistas jóvenes y referentes como él ayudan bastante.
¿Qué es lo que más le enorgullece de su trayectoria?
Me enorgullece que nunca he bajado los brazos. Independientemente de lo que pase, ya sea bueno o malo, quiero seguir, trabajar y, sobre todo, aprender. Lo normal a mi edad es pensar que ya lo sabes todo, pero yo no quiero dejar de aprender. Hay gente joven que me está enseñando y entrenadores de porteros nuevos, que vienen con otras ideas, que buscan aspectos que me puedan aportar. Nunca se deja de aprender.
Y, ¿qué cambiaría?
Las decisiones que he tomado en mi carrera no tienen vuelta atrás, pero lo que cambiaría es el no haberme sentido, en ocasiones, tan responsable, ni haberme cargado tanto emocionalmente, cuando las cosas iban mal. He tenido momentos en los que me metieron gol, perdía el equipo y me tiraba tres días con una actitud insoportable. Dormir siempre he dormido, pero hubiera preferido, sobre todo al principio, normalizar los diferentes contextos y, sobre todo, encontrar un equilibrio. Me costó mucho digerir el descenso en Osasuna. Soy una persona que, emocionalmente, se implica mucho cuando hace algo. Intento implicarme al cien por cien. Cuando eres más joven ese porcentaje, a veces, parece mayor porque tienes más ímpetu y más fuerza. En Osasuna, cuando descendimos, me cargué de mucha responsabilidad, pero, ya digerido, lo vi con perspectiva y, objetivamente, me di cuenta de que éramos el equipo con menos presupuesto de Primera División y de que teníamos una directiva que, por lo que sea, terminó en la cárcel. Cuando sucede no haces ese análisis, piensas que pudiste hacer mucho más, al igual que el equipo. Me costó mucho digerirlo.
Pese a ello, en una carrera labrada desde el barro, nunca ha conseguido un ascenso.
No. La verdad es que no he tenido ni el premio ni la suerte de haberlo conseguido como otros compañeros. Ojalá pueda lograr algo así.
¿Sueña con conseguirlo en el Levante?
Sí. Más que soñar, es una ilusión. Por mucho que sea, por decirlo de alguna manera, metafísica, solo con pensar que hay que ascender no lo vas a conseguir. El día a día es lo que dan los objetivos, pero, de fondo, tienes que tener la ilusión de conseguirlo. Ojalá peleemos al final de temporada por subir a Primera División.
¿Sería la guinda a su carrera?
Sí, sin duda. Sería bastante bonito. No solo para mí, sino también para todo el levantinismo después de todo lo que ha sufrido estos años. Sería la guinda, pero, si creamos una unión entre el equipo y la afición, y vamos todos juntos a por ese sueño, ya sería muy bonito.
¿Qué expectativas tiene junto a Julián Calero?
Julián Calero es lo que veis. Es así. No va a cambiar su discurso dependiendo si hay una cámara o no. Tiene las ideas muy claras y el equipo las ha cogido. Nos ha transmitido que en el Levante hay que ir día a día, trabajar y matarse en cada entrenamiento, con unos conceptos y sabiendo lo que hay que hacer. Eso es lo que nos va a dar los resultados. No hay que pensar en el ascenso. Hay que trabajar y sobre todo, ser humildes. Esta temporada va a ser muy competida y muy exigente. Este año hay equipos muy buenos y grandes aficiones. Va a ser muy complicado, por lo que hay que estar unidos.