La marca de agua de la literatura de Gueorgui Gospodínov es el compromiso entre un realismo forense, empeñado en diseccionar el cuerpo ideológico de la Bulgaria que transita desde el nacimiento del Telón de Acero hasta el mundo que emana del colapso del entramado soviético y de sus países satélites, y el uso de una voz abiertamente posmoderna, lúdica e irreverente, consciente del escepticismo que acompaña a cualquier narrador que después de, digamos, 1950 escribe o dice “yo” y se reclama en posesión de algún tipo de legitimidad emanada de su discurso. La simbiosis entre ese empeño por emplear la literatura como un sismógrafo epocal, al tiempo que se problematiza la autoridad narrativa por frágil, por sospechosa o, sencillamente, por insostenible, otorga como precipitado un estilo que hace de la imprevisibilidad su mayor encanto, tejiendo ficciones de una rara coherencia y, al tiempo, de una soberbia audacia. Es una literatura que se mueve siempre a un paso del desplome, pero que, misteriosa y felizmente, logra mantenerse en pie. Como otros maestros contemporáneos del Este europeo, caso de Mircea Cartarescu, László Krasznahorkai o Andrzej Stasiuk, Gospodínov atesora la capacidad de construir mundos en el alambre. Es un arquitecto de la extrañeza.
Los veintiún textos que componen “Acerca del robo de historias y otros relatos” son un compendio de esas dos tensiones que, como cuerdas atadas a sus extremidades, tiran del poderoso cuerpo de la literatura del autor búlgaro. Convergen aquí relatos de impronta mágica, con un pie en la fábula y en la alegoría (“El alma navideña de un cerdo”, “Vaysha la Ciega”), con viñetas casi periodísticas que captan con talento el Zeitgeist de un territorio (“Forjando el pendiente búlgaro”, “Mosca en el urinario”), y se tienden la mano el impagable rumor de la oralidad balcánica (“El hombre de los muchos nombres”, “Los paños menores de la historia”) con el nacimiento del personaje por antonomasia de la literatura de Gospodínov, el “imperteneciente” Gaustín, protagonista del relato homónimo que cierra el volumen y que constituye, por cierto, el origen de su última y aclamada novela, “Las tempestálidas”.
El libro está repleto de un humor en ocasiones salvaje (la gitana que en “Acerca del robo de historias” visita la policlínica porque su marido le ha robado la sangre y en su lugar le ha dejado “los gitanitos”) y de un lirismo a menudo conmovedor (el medio siglo de amor vivido en unas pocas horas por dos desconocidos que se conocen en la cafetería de un aeropuerto en “Peonías y nomeolvides”), pero siempre, se mueva en el terreno de lo paródico o se ponga serio, Gospodínov invita al lector a permanecer consciente en todo momento del artefacto metaliterario. Narrar, parece insinuar el escritor búlgaro, es otro de los nombres del ser, y aunque la literatura, en tiempos de urgencia y posverdad, no cotiza como valor al alza, como Paul Ricoeur advierte en la cita que antecede al libro al modo de un conjuro: “Debemos contar nuestras historias sin cesar”.
Acerca del robo de historias y otros relatos
Gueorgui Gospodínov
Traducción de María Vútova
Impedimenta, 160 páginas 19,50 euros
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