Perdía en el descanso y ganó al final. Estaba en la calle, desahuciada, de vuelta al exilio, y seguirá en Alemania, viva y reforzada para seguir luchando y brindar alegría y esperanza a su gente. Ucrania perdía frente a Eslovaquia y ganó en una reacción impensable, con poco juego y mucho acierto, y tendrá una bala en la tercera jornada frente a Bélgica para clasificarse.
Mejoró Ucrania en el resultado, y partir de ahí pudo robustecer su autoestima, golpeada con el contundente 3-0 encajado con Rumanía. No pintaba más halagüeño el duelo con una Eslovaquia dominadora, asentada con un gol de Lukas Haraslin, pero un contraataque culminado por Mykola Shaparenko y un gran gol del valencianista Roman Yaremchuk después de una extraordinaria asistencia del mismo Shaparenko, le mantiene en pie.
Cambios a peor
Los cuatro cambios que practicó Rebrov en busca de la urgente reacción por el fiasco del estreno resultaron baldíos. No mejoró sustancialmente al equipo. El único relevo beneficioso fue el de la portería. Antoliy Trubin transmitió la seguridad que se echó de menos en Andriy Lunin, el meta del Madrid, en el calamitoso debut. Cierto que se comió el gol, en el último eslabón de una cadena de fallos, pero estuvo certero bajo los palos. Evitó la goleada que mantuvo la fe en las filas amarillas.
Trubin no calculó bien en el cabezazo picado de Ivan Schranz, pero antes Zinchenko saltó a destiempo, dejando al eslovaco a su espalda solo, y antes Tymchyk dejó que botara el balón en el área y antes Shaparenko miró cómo la pelota pasaba por encima de su cabeza hacia Haraslin y antes Yarmolenko se tomó el saque de banda a la bartola.
Más extremos
Se produjo en la banda derecha, donde Tymchyk y Yarmolenko sustituyeron a Konoplia y Tsygankov, un canal por donde progresó el fantástico Lukas Haraslin con todo el espacio del mundo para recibir, controlar y avanzar. Haraslin y Schranz, como Lamine Yamal y Nico Wiliams el día anterior, sublimaron el papel de los extremos, tantos años despreciado hasta que desaparecieron.
Los dos eslovacos estuvieron bien atendidos y suministrados a partir del paciente juego construido por Stanislav Lobotka, el exjugador del Celta y discípulo del seleccionador en el Nápoles, y sus interiores Kucka y Duda. Ucrania no supo cómo contener al rival, y si consiguió reducir el desequilibrio fue por el efecto psicológico del gol, producto de un contraataque bien acabado por Shaparenko tras un buen pase de Zinchenko.
A Eslovaquia le entró la preocupación por el castigo recibido en un partido tan bien jugado, y ya no se quitó el miedo de encima. El primero en transmitir esa inseguridad fue el último que debía dar síntomas de debilidad. El capitán Milan Skriniar estuvo cerca en las dos jugadas de los goles, pero demasiado lejos. Shaparenko le coló un balón por encima y Yaremchuk, el delantero del Valencia, controló y batió a Dubracka, que salió encogido de la portería.