No todo fue edificante ni hermoso en el partido de octavos con el que Turquía mandó a casa a Austria. Ahí están las imágenes de Merih Demiral, el autor de los dos goles turcos, con ambos brazos en alto y mostrando el símbolo de los “Lobos Grises”, movimiento ultraderechista bajo observación del espionaje alemán. A esas imágenes se sumaron las de la afición austríaca, entonando el “Ausländer raus” -“Extranjeros fuera”-. Lo de Demiral generó un cruce diplomático entre Berlín y Ankara, molesto por las críticas alemanas al mensaje ultra desde el estadio, y riesgo de sanción por dos partidos de la UEFA. Lo segundo está empezando a ser un ritual racista en esta Eurocopa, repetido por diversas aficiones visitantes y a partir una pegadiza canción de Gigi D’Agostino, con el texto trastocado.
El 2-1 para Turquía en octavos desencadenó el acostumbrado y ensordecedor “autokorso” turco, con columnas de potentes coches atravesando Hamburgo, Dortmund y Berlín al filo de la medianoche, a bocinazos y con sus banderas desplegadas. La comunidad germano-turca no solo es la mayor de origen extranjero de Alemania, con unos tres millones de ciudadanos, sino también la que con más vigor festeja sus triunfos.
Lo fundamental, para esa comunidad de origen inmigrante, es que los goles de Demiral en Leipzig les colocaron en cuartos . Es la primera vez desde 2008 que Turquía llega tan lejos en un torneo europeo. Berlín se prepara ya para el que puede ser el siguiente “autokorso”. La selección del italiano Vincenzo Montella se mide este sábado a la del neerlandés Ronald Koeman en el Olympiastadion berlinés. Para muchos germano-turcos, al partido contra los orange debe seguirle la final que les devolverá el día 14 al histórico estadio berlinés. “Berlin, Berlin, wir kommen nach Berlin” -“Berlín, Berlín, nos vamos a Berlín“- es el clamor más escuchado estos días por Alemania.
Confrontación
La tensión es máxima. Los goles de Demiral apearon del torneo a los Ralf Rangnick. Ante la eventual ausencia por sanción del goleador, las miradas de la afición se desplazaron hacia el madridista Arda Güler, el talento de 19 años que, aseguran, superará a Leo Messi. Será una confrontación entre dos selecciones extranjeras que, cada una a su manera, se sienten en casa. La de Turquía, por el apoyo procedente de ciudadanos de Alemania, en su mayoría nacidos en el país. Gente como el capitán de la selección anfitriona, Ilkay Gündogan, nacido en Gelsenkirchen y quien a diferencia de varios internacionales germano-turcos optó por jugar con la Mannschaft.
La afición de Países Bajos, por su parte, se ha convertido en una mascota multitudinaria, con sus columnas humanas cantando y saltando por las calles alemanas. Algunos de los estadios de esta Eurocopa, como Düsseldorf, Dortmund o Gelsenkirchen, están a media hora en automóvil de territorio neerlandés. También los orange se dicen convencidos de que regresarán a Berlín para la final. Su primera y hasta ahora única copa europea data de 1988. Turquía no la ha levantado nunca.
Única representante del extrarradio futbolístico
La turca es la única selección en cuartos que no pertenece a las potencias futbolísticas clásicas europeas. Con ella irán los corazones de muchos otros ciudadanos de raíces extranjeras. En algunos barrios berlineses, el porcentaje de población de origen no alemán alcanza el 51 %. Neukölln, uno de esos distritos, pero también la céntrica Ku’Damm son los escenarios más frecuentes de sus autokorso. Uno de ellos, en la fase de grupos, terminó con un transeúnte muerto, arrollado por un Mercedes AMG SL63 conducido por un hombre de 26 años.
Mehringdamm, una calle del también multiétnico Kreuzberg, se convirtió en una “milla del aficionado” oficiosa para el partido contra Austria. La calle se trufó de pantallas donde seguir un partido que no ofrecían en abierto las dos televisiones públicas nacionales -ARD y ZDF- ni tampoco la privada RTL. Era uno de los cinco partidos cuyos derechos se adjudicó Magenta, plataforma de pago de Telekom. La indignación turca fue mayúscula. Los intentos de las televisiones por explicar por qué un partido que atañe a ese colectivo no iba a transmitirse en abierto no convencieron a nadie. La tasa con que se financia el ente público -18,36 euros al mes- lo pagan todos los hogares del país, inclusive los que no tienen televisor y por supuesto también los turcos.