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Truman Capote y el tiempo perdido


“Dill era un chico muy curioso. Llevaba unos pantalones cortos azules abrochados a la camisa, tenía el pelo blanco como la nieve y pegado a la cabeza lo mismo que si fuera plumón de pato. Me aventajaba en un año, pero yo era un gigante a su lado. Mientras nos relataba la vieja historia del vampiro, sus ojos azules se iluminaban y se oscurecían; tenía una risa repentina y feliz, y solía tirarse de un mechón que le caía sobre la frente. […] Llegamos a considerar a Dill como una especie de Merlín de bolsillo cuya cabeza estaba llena de proyectos excéntricos, extrañas ambiciones y fantasías raras”.



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