“Dill era un chico muy curioso. Llevaba unos pantalones cortos azules abrochados a la camisa, tenía el pelo blanco como la nieve y pegado a la cabeza lo mismo que si fuera plumón de pato. Me aventajaba en un año, pero yo era un gigante a su lado. Mientras nos relataba la vieja historia del vampiro, sus ojos azules se iluminaban y se oscurecían; tenía una risa repentina y feliz, y solía tirarse de un mechón que le caía sobre la frente. […] Llegamos a considerar a Dill como una especie de Merlín de bolsillo cuya cabeza estaba llena de proyectos excéntricos, extrañas ambiciones y fantasías raras”.
Ahí está. Un Truman Capote de solo 7 años retratado con divertida perspicacia en las páginas de un clásico de la literatura estadounidense del siglo XX. Un niño “no mucho más alto que las coles” que se presenta con la inmortal frase “soy Charles Baker Harry, sé leer” y que se convierte en el mejor amigo de Scout Finch, la narradora de ‘Matar a un ruiseñor’. “A principios de verano -cuenta ella en otro momento de la historia-, me pidió que me casara con él, pero enseguida se olvidó”. La amistad de Dill y Scout en ‘Matar a un ruiseñor’ es una transcripción apenas disimulada de la estrecha relación que mantuvieron en la infancia Nelle Harper Lee, autora de ese libro memorable, y Truman Capote, que en aquellos días de juegos en la casa del árbol, pastelitos de membrillo y baños en el estanque no se llamaba Truman Capote, sino Truman Streckfus Persons. Un nombre imponente para alguien tan pequeño.
Ambos eran vecinos en Monroeville, una pequeña ciudad rural de Alabama a la que el pequeño Truman había ido a vivir con unos familiares de su madre, Lillie Mae, después de que esta diera pruebas sobradas de su incapacidad para hacerse cargo del niño (lo de su padre, Archulus Persons, un tarambana embaucador que a menudo tenía problemas con la justicia, era aún peor). A Truman y a Nelle (nadie la llamaba Harper por entonces) los unía “una angustia común”, según relata el biógrafo de Capote, Gerard Clarke. “Ambos sufrían de las heridas del rechazo de los padres y ambos sentían el desgarro de la soledad. Ninguno de los dos tenía muchos más verdaderos amigos. Nelle era demasiado bruta para la mayoría de las otras chicas y Truman, demasiado blando para la mayoría de los demás chicos”.
Como un juego de niños
En Monroeville, los dos niños abrazaron la vocación literaria en forma de juego, tecleando en una vieja Underwood que les regaló el señor A. C. Lee, padre de Nelle y futura fuente de inspiración para el personaje del intachable Atticus Finch en ‘Matar a un ruiseñor’. Tal vez por ello, Capote nunca pudo alejarse mucho en sus obras de ficción de esa infancia en Alabama sin sentir que la calidad de su escritura se resentía. Su primera tentativa de novela, ‘Crucero de verano’, transcurría en Nueva York, donde había vivido con su madre de forma intermitente desde los nueve años, pero, cuando en 1944 perdió su empleo como ayudante del corrector de pruebas de la sección de ilustración de ‘The New Yorker’ y regresó a Monroeville, entendió que su corazón de escritor estaba mucho más cerca de aquellas calles “llenas de polvo rojizo” que de la Quinta Avenida.
‘Crucero de verano”https://www.lne.es/”Creuer d’estiu’
De esa comprensión nació la novela que en 1948, y con la ayuda de una comentadísima foto del autor en la contraportada, lanzó a Truman Capote a la fama literaria. ‘Otras voces, otros ámbitos’ es un poético relato de iniciación que transcurre en una aislada plantación sureña y cuyo protagonista, Joel Knox, de 13 años, tiene demasiados puntos en común con el autor como para no ser tomado por un álter ego (una de las vecinas de Joel es Idabel Thompkins, una chica pelirroja que viste y se comporta como un muchacho y que se parece mucho a la joven Harper Lee).
Las pistas estaban a la vista de todos, pero habrían de pasar aún más de dos décadas para que Capote reconociera abiertamente el carácter autobiográfico de ese libro. Lo hizo en el texto ‘Una voz desde una nube’, incluido en la antología ‘Los perros ladran’ (1973): “‘Otras voces, otros ámbitos’ fue un intento de exorcizar mis demonios: un intento inconsciente, del todo intuitivo, pues yo me negaba a reconocer que, a excepción de unos cuantos incidentes y descripciones, era realmente autobiográfico. Al volver a leerlo ahora, me doy cuenta de que me engañaba de una manera imperdonable”.
‘Otras voces, otros ámbitos’
Autor: Truman Capote
Traducción: Víctor Rodríguez
Editorial: Anagrama
232 páginas
11,90 euros
También se engañaba cuando pensó que retomar ‘Crucero de verano’ podía ser una buena manera de hacer avanzar esa carrera literaria que acababa de despegar. El libro se le había atravesado. “A cada día que pasaba, me parecía más insustancial, superficial y falso”, dejó escrito. A falta de una segunda novela, sus editores trataron de sacar rédito a la incipiente fama de Capote publicando ‘Un árbol de noche’, una colección de ocho relatos breves ya aparecidos en diversas publicaciones (el que da título al volumen, ambientado en el sur, propone un siniestro regreso a los terrores de la infancia), y, más adelante, ‘Color local’, que reúne una serie de crónicas de viajes y que bien puede ser considerado el primer libro periodístico de su autor.
Regreso a Alabama
Finalmente, Capote se dio por vencido con ‘Crucero de verano’ y, a regañadientes, saltó por la borda. “Pensaba que estaba bien escrito y que había buena prosa, pero no acababa de gustarme, así que lo rompí” (en realidad, no lo rompió; el manuscrito quedó abandonado en una caja con papeles y viejas fotografías que fue subastada en Sotheby’s en 2004 y se publicó de manera póstuma dos años después). En busca de una nueva idea para un proyecto de ficción, el escritor recurrió de nuevo a lo que él mismo llamaba su “secreta geografía espiritual”: el paisaje de su niñez en Alabama. En junio de 1951 puso el punto final a ‘El arpa de hierba’, una novela dominada por el recuerdo y la nostalgia y protagonizada por un adolescente que, tras la muerte de su madre, es enviado a vivir con sus dos primas solteronas a una pequeña ciudad sureña muy parecida a Monroeville.
‘El arpa de hierba”https://www.lne.es/”L’arpa d’herba’
Autor: Truman Capote
Traducción: Joaquín Adsuar / Lluís-Antón Baulenas
Editorial: Anagrama
192 páginas
10,90 / 17,90 euros
Con ‘El arpa de hierba’ se inicia el “segundo ciclo” de la carrera de Capote (la taxonomía es suya), una década en la que el autor dejó relegada la ficción de largo recorrido en beneficio de la actividad social (buena parte de su tiempo quedó consagrado a la misión de dirigir las vidas de ese grupo de mujeres ricas y atractivas a las que él llamaba sus “cisnes”) y de la experimentación en diversos campos de la escritura. En ese periodo produjo relatos breves, ensayos, obras teatrales, guiones cinematográficos y numerosos reportajes periodísticos. El más interesante de estos últimos es ‘Se oyen las musas’, una larga pieza que retrata en clave humorística la gira que una compañía de ópera formada mayoritariamente por afroamericanos hizo por la Unión Soviética en el invierno de 1955 interpretando ‘Porgy and Bess’, de George Gershwin.
En el centro de la escena
‘Se oyen las musas’ supuso el primer asalto verdaderamente ambicioso de Capote al territorio de la literatura de no ficción, un intento deliberado -y plenamente conseguido- de emplear los recursos del novelista para dar forma y estructurar los hechos que relata en su reportaje. También es el libro que mayor deleite brindó a su autor en el momento de la escritura. “‘Se oyen las musas’ es una obra de la que puedo afirmar sin ninguna duda que disfruté escribiéndola, una actividad que raras veces he asociado con el placer”, señaló. Si a esa fruición se le suma la buena acogida que tuvo el texto, no es de extrañar que Capote tomara la decisión de seguir cultivando el periodismo literario, aunque antes de meterse hasta el cuello en esas aguas diera a la imprenta la que sería la última novela de ficción que completaría en su vida. Tenía 34 años.
‘Desayuno en Tiffany’s”https://www.lne.es/”Esmorzar a Tiffany’s’
Traducción: Enrique Murillo / Ferran Ràfols
Editorial: Anagrama / Proa
156 / 144 páginas
15 / 17,90 euros
‘Desayuno en Tiffany’s’ es una obra de poco más de 100 páginas (lo que los ingleses llaman ‘novella’ y los franceses, ‘nouvelle’) centrada en un personaje, la carismática Holly Golightly, que ha llegado a Nueva York procedente del Sur rural y que ahoga sus miedos e inseguridades en glamur impostado y relaciones más impostadas aún. Es llamativo que tantas mujeres del círculo de Capote se vieran a sí mismas como la inspiración de la que había nacido Holly Golightly cuando el modelo más obvio para el personaje, características físicas aparte, era el propio autor. Una vez más, Truman Capote se havía revelado incapaz de construir una ficción literaria sin ponerse en el centro de la escena. No es descabellado sugerir que su inminente (y elevada) apuesta por el periodismo (o por la “novela de no ficción”, como él prefería llamarlo) fue, en realidad, una manera de huir de sí mismo.
‘A sangre fría”https://www.lne.es/”A sang freda’
Autor: Truman Capote
Traducción: Jesús Zulaika / Avel.lí Artís Gener
Editorial: Anagrama / La butxaca
429/ 480 páginas
13,90 / 11,95 euros
La historia de ‘A sangre fría’ se ha contado mil veces. Nos interesa aquí subrayar que Capote recurrió a su amiga de la infancia Harper Lee para que le ayudara a organizar el material y entrevistar a los testimonios del espeluznante caso que se había propuestao recrear (el asesinato de cuatro miembros de una familia en un pueblo de Kansas en 1959). Durante los seis años que el escritor invirtió en la preparación y escritura de ‘A sangre fría’, Harper Lee conquistó la gloria literaria con la novela ‘Matar a un ruiseñor’, que en 1961 ganó el premio Pulitzer (distinción que le fue siempre negada a Capote) y un año después fue llevada al cine con una acogida extraordinaria. También ‘A sangre fría’, publicada en 1965, resultó un triunfo incuestionable, tanto artístico como comercial, pero la escasa generosidad de Capote a la hora de reconocer la aportación de Lee abrió una brecha entre ambos que ya nunca podrían salvar.
‘Plegarias atendidas”https://www.lne.es/”Pregàries ateses’
Autor: Truman Capote
Traducción: Ángel Luis Hernández / Jordi Ainaud
Editorial: Anagrama
160 / 200 páginas
10,90 euros
Después vinieron otras traiciones y otras rupturas. La versión más extendida dice que fue el éxito de ‘A sangre fría’ lo que despedazó a Truman Capote. Cada vez más aislado a causa de sus múltiples indiscreciones, se abocó a una espiral de alchohol, pastillas y relaciones turbulentas mientras trataba en vano de completar la impúdica y colosal novela ‘Plegarias atendidas’ (que no tenía recato en anunciar como “el equivalente contemporáneo de ‘En busca del tiempo perdido'”) y se convertía en la encarnación del cliché más deprimente del mundo literario: el del potencial desperdiciado.
El recuerdo de la infancia en Alabama, aquella secreta geografía espiritual que guiaba sus ficciones, no acudió esta vez en su auxilio.
Recordando a Willa Cather
En uno de los pasajes del revelador último capítulo de ‘Música para camaleones’ (jocosamente titulado ‘Vueltas nocturnas. O experiencias sexuales de dos gemelos siameses’), Truman Capote, que tenía fama de ser un conversador superdotado, relata cómo conoció a la persona cuya conversación más le impresionó en toda su vida. “Quizá porque la persona en cuestión es la que más mella ha hecho en mí”, añade.
Sucedió en 1942, cuando el escritor tenía solo 18 años y frecuentaba la New York Society Library con el fin de documentarse para un libro sobre los soldados confederados que nunca llegó a escribir. En esa biblioteca solía coincidir con una mujer de unos 65 años, ojos azules y aspecto “algo andrógino” que, un día en que cayó una copiosa nevada, le propuso ir juntos a un local cercano para tomar una taza de chocolate caliente (Capote pidió un martini muy seco).
Allí hablaron sobre literatura y la mujer le preguntó por sus autores vivos favoritos. Después de mencionar los nombres de William Faulkner, “a veces”, y Scott Fitzgerald, “en ocasiones”, Capote dijo: “Me gusta mucho Willa Cather. ¿Ha leído usted ‘Mi enemigo mortal’?”. A lo que ella, “sin ninguna expresión particular”, respondió: “En realidad, la escribí yo”. Se hicieron amigos.
Cuatro años después de la publicación de ‘Música para camaleones’, Capote decidió que la remembranza de aquel encuentro extraordinario bien merecía un desarrollo literario más extenso. El viernes 24 de agosto de 1984, mientras desayunaba en la residencia que tenía en Bel Air su amiga Joanne Carson, exmodelo y exesposa del presentador de televisión Johnny Carson, le preguntó a esta qué regalo quería para su inminente cumpleaños. “Lo que quiero, Truman, es que escribas”, dijo ella. Así que él pidió un bolígrafo y un cuaderno, se instaló junto a la piscina y se pasó el día escribiendo un texto de 14 páginas titulado ”Recordando a Willa Cather’ en el que volvía a contar esa misma historia añadiendo nuevos detalles e introduciendo pequeñas modificaciones.
Fue lo último que escribió. El manuscrito inacabado fue encontrado por Joanne Carson al día siguiente en la habitación de Truman Capote después de que este, agonizante a causa de una ingestión masiva de fármacos, se negara a recibir atención médica y muriera a mediodía, un mes antes de cumplir 60 años. La autopsia realizada por el forense del condado de Los Ángeles reveló que, por una vez, no había alcohol en su sangre.