¡Por fin! Tras años de espera llega a las librerías españolas una de las mejores biografías jamás escritas sobre uno de los más grandes y enigmáticos cineastas: “Hawks! El zorro plateado de Hollywood”, de Todd McCarthy. Son 818 páginas que se hacen cortas y que hacen justicia a la figura de un gigante cuya filmografía se divide en obras maestras y grandes películas, salvo alguna cosilla menor. Ninguna mediocre. Un creador, además, que pertenece al selecto club de los genios cuya vida repleta de peripecias y aventuras podría ser llevada a la pantalla. Pensemos en John Ford, John Huston, Orson Welles, Raoul Walsh. Con una diferencia: de los citados se ha escrito mucho, muchísimo. De Howard Hawks no: es una prolongación de su obsesión como director, ser invisible. Lo que importa es la historia, narrarla sin florituras ni rodeos. Que el espectador olvide que hay una cámara, un guión y un equipo detrás. De ahí que sus trabajos más memorables se conserven tan bien en cualquier género: western, policíaco, bélico, comedia, drama.
Hawks, que se sentía a gusto en Hollywood a diferencia de colegas como Ford, hizo negocios con el multimillonario Howard Hughes, compartió muchas copas con William Faulkner y Ernest Hemingway, fue aclamado como autor por Truffaut, Godard, Rivette y Bazin. Una famosa entrevista en la revista “Cahiers du Cinéma” en 1956 fue definitiva para ejecutar su reivindicación. Pionero en modernidad, plantó cara al sistema de los grandes estudios sin renunciar nunca a sus ventajas, y su buen ojo le permitió descubrir a futuras estrellas como Lauren Bacall y Montgomery Clift. Su vida es enigmática no tanto porque él se empeñara en ocultarla sino porque era muy dado a “guionizarla” con historias tan divertidas como poco creíbles. McCarthy separa el polvo de la paja filtrando verdades y certezas sobre una personalidad avasalladora y con muchos planos superpuestos.
Para los amantes del (gran) cine, “Hawks!” es un festín largo y suculento, un trabajo formidable y rotundo de indagación, contraste y descubrimiento. De él dijo Peter Bogdanovich que era un “gran romántico. Sus películas están pobladas de héroes, hay pocos villanos y casi ningún cobarde”. Y alguien tan poco sospechoso de admirar a cualquiera como Eric Rohmer sentenció que “no se puede amar hondamente una película si no se ama hondamente las de Howard Hawks”.
McCarthy publicó su libro en 1997, dos décadas después de la muerte de Hawks, un gran conversador que mostraba en las charlas la misma capacidad asombrosa para la narración pura y madura. Adentrarse el laberinto de su vida y obra era una aventura en sí misma que exigió no solo seguir el rastro complejo de su vida, analizar con espíritu crítico su vasta obra y buscar testimonios de amigos y colaboradores.
Cierto es que Hawks no gozó de la popularidad ni el prestigio artístico de Hitchcock, Capra, John Ford, De Mille, Wyler o Wilder, pero su nombre aparecía en la cúspide de los títulos de crédito y su control artístico era incontestable. Con una sola nominación al “Oscar”, que no ganó, entre 1939 y 1949 tuvo tal cantidad de éxitos que su nombre pasó a ser garantía de comercialidad, con un ojo de halcón para descubrir talentos y una habilidad especial para tratar estrellas. Su especialidad era no especializarse. Y huía de cualquier atisbo de pretenciosidad. Artista intuitivo, siempre decía: “Solo cuento historias”.
Recuerda McCarthy que a finales de los años sesenta, “una modesta revista de cine publicó un artículo con el siguiente título en portada: ‘¿Quién demonios es Howard Hawks?’. El título del texto de Robin Wood, que se publicó como un avance de lo que terminaría siendo su influyente estudio sobre el director, se burlaba de lo poco valorada que estaba la obra de Hawks por parte de la crítica seria, algo que fue cambiando a lo largo de los años”.
Qué irónico: “¿Quién demonios es Howard Hawks?” también podría ser el “título de una investigación sobre Howard Hawks como persona. Es mucho más sencillo interpretar a Hawks y hacerse una idea de quién era realmente a través de su obra que no atendiendo a su vida personal, y esta sensación la tenían incluso sus seres más cercanos. Se dice de muchas personas, por comodidad, que son enigmas, pero hasta los amigos de Hawks se referían a él en esos términos. Era como una esfinge, distante, frío, reservado, intimidante, egocéntrico; un hombre con los ojos azules como cubitos de hielo. También era astuto y controlador, como cualquier director que se precie, y nunca perdía el control sobre sus emociones. Pero esos ojos azules glaciales de repente podían volverse cálidos e insolentes. Se comportaba siempre como un caballero, con una elegancia, un gusto, un buen juicio y un estilo impecables; era un director infinitamente generoso con el reparto y el equipo de rodaje, un amigo leal y un hombre inteligente. Pero incluso quienes pasaron meses y años a su lado reconocían abiertamente que proyectaba en todo momento una especie de distancia, y que nunca podías llegar a conocerlo”.
Hawks dejó pistas en las entrevistas, aunque eran muchas veces engañosas, o “exageradas”. Lo que está claro es que en la mayoría de sus películas había un reflejo de lo que el cineasta imaginaba de sí mismo: intrépido aviador, audaz piloto de carreras, soldado heroico, explorador valiente, detective sarcástico, criminal, amante seductor, cazador carismático y sheriff que no necesita ayuda de nadie. Incluso sus criminales eran gente valiente y con cierto código de honor.
En sus 40 largometrajes, ocho de ellos mudos, Hawks logró la proeza de tener un control casi absoluto y apenas cedió a hacer títulos de encargo. Solía ganar las batallas a los grandes productores, aunque no siempre. Le gustaba contar grandes historias con holgados presupuestos y estrellas deslumbrantes. No escribía guiones, aunque los reescribía sin parar y escogía historias y colaboradores. Y repartos, claro. Afirma el autor que Hawks podía ser “infinitamente comunicativo, pero también inaccesible. Era el tipo de hombre para que se inventó la palabra enigma y no hay análisis crítico ni indagación biográfica que puedan cambiar eso”. En sus últimos días, reconoció: “He tenido una vida fantástica”. Por una vez, concluye McCarthy, no exageraba.
Hawks!, el zorro plateado de Hollywood
Todd McCarthy
Hatari Books, 818 páginas, 49,95 euros
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