Bloqueo, repetición de sonidos o palabras, silencios… son algunos de los síntomas de la tartamudez.
Según la Fundación Española de la Tartamudez, alrededor del 2% de adultos y 5% de los niños tartamudean. Esto se traduce aproximadamente en 800.000 personas en nuestro país.
La tartamudez se inicia en la infancia, generalmente entre los 2 y 5 años. Hay evidencia que el tartamudeo es más habitual en los niños, con una proporción de cuatro niños por cada niña.
Sin embargo, como explica a este diario Clara Gutiérrez, logopeda especializada en tartamudez y miembro del Colegio Profesional de Logopedas de la Comunidad de Madrid, tiene un origen neurobiológico.
- “Históricamente, se ha relacionado este trastorno del habla con problemas psicológicos, pero la ciencia ha demostrado que todas las respuestas psicológicas que pueden aparecer, sentimientos como el miedo o la vergüenza, son consecuencias propias de la tartamudez”.
Y es que, la tartamudez es una dificultad para comunicarse y no es una enfermedad. Es involuntaria y cíclica, aparece y desaparece por períodos de tiempo variables y la especialista hace especial hincapié en la importancia de la detección precoz.
- Las primeras disfluencias (interrupciones o bloqueos) suelen aparecer entre los dos y los seis años. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que “este periodo también coincide con el propio desarrollo evolutivo del niño”.
Al detectar los primeros síntomas, independientemente de si se piensa que son evolutivas o de tipo tartamudez, hay que acudir a un profesional logopeda para una valoración más exhaustiva.
Porque como aclara Gutiérrez:
- “Los logopedas tenemos unas herramientas estandarizadas y con un marco teórico basado en evidencia científica, que nos permite distinguir si son evolutivas o si son de disfluencias atípicas, que no son propias del desarrollo”.
Una vez realizada la valoración, se puede hacer un primer diagnóstico de tartamudez infantil y su posterior intervención, clave para que las disfluencias se afiancen.
La tartamudez también tiene síntomas físicos
Más allá de los síntomas propios de la tartamudez, como los bloqueos al principio del habla, prolongaciones de sonidos o repeticiones de sílabas, también se manifiesta físicamente.
La especialista señala que los niños experimentan una “sensación de pérdida de control sobre su propio habla que genera:
- Tensión facial
- Tensión o temblor de los labios y la mandíbula
- Parpadeo más rápido de lo habitual”.
Incluso apartan la mirada de su interlocutor porque se despierta una sensación incómoda, como si estuvieran haciendo algo mal. Esta situación conlleva que muchas personas con tartamudez realicen comportamientos secundarios como sustituir palabras, utilizar un excesivo número de muletillas y aparecen “sentimientos como la vergüenza, la frustración o el miedo; y se convierte en un círculo vicioso”.
¿Por qué aparece la tartamudez?
Se desconoce el origen del tartamudeo. Lo que sí se sabe es que tiene un componente genético, por lo que hay más predisposición si hay otro familiar que tiene tartamudez.
Tratamiento de la tartamudez
En torno a un 80% de los niños aquejados de tartamudez logran disminuir las disfluencias. Para ello, es esencial una intervención temprana, que puede ser directa (únicamente con el paciente) o indirecta (también con los padres).
Es importante destacar que no se cura, ya que, como se ha comentado, no se trata de una enfermedad.
- “A través del juego se enseñan una serie de estrategias que sabemos que facilitan la fluidez y a conseguir una comunicación más cómoda”. Se sabe que “un porcentaje muy alto de estos niños que empiezan con la atención temprana remite la tartamudez infantil y que no se va a convertir en persistente”.
Eso sí, es imposible predecir qué casos van a ser persistentes, por lo que “siempre recomendamos que una vez que está hecho el diagnóstico hay que hacer un acompañamiento durante un periodo de al menos un año para confirmar la persistencia o no”.
Se trabaja para que el hablante con tartamudez pueda comunicarse libremente sin ninguna barrera y también con estrategias “para determinadas situaciones que requieren una comunicación más fluida”. Sin olvidar al entorno.
- Se educa a los padres sobre cómo actuar para evitar que el niño se sienta mal por su forma de expresarse.
“No te pongas nervioso”
La tartamudez no está relacionada con los nervios. Una persona que se bloquea o repite palabras o sílabas, no tiene por qué estar nerviosa.
Es uno de los mitos que siempre han rodeado a este trastorno del habla y que todos deberíamos desterrar. La Fundación Española de la Tartamudez ha elaborado una guía práctica para saber cómo actuar ante una persona que tartamudea.
- Al hablar con una persona que tartamudea, trata en todo momento de comportarte exactamente igual que lo harías con otra persona.
- Evitar hacer comentarios tales como: “Habla más despacio”, “No te pongas nervioso”, etc., ya que estos comentarios hacen que la situación de habla se torne más tensa y desagradable.
- No “ayudes” a la persona que tartamudea completándole la frase.
- Mantén el contacto visual y no te avergüences, burles o rías de la situación.
- Cuando tú hables, utiliza un ritmo pausado y tranquilo, sin que parezca poco natural o exagerado.
- Intenta transmitir a la persona que lo importante es lo que dice y no cómo lo dice.
- Cuando la persona que tartamudea salga del bloqueo o hable fluidamente, no le digas frases como “Lo hiciste bien”, “Te felicito, estás hablando mucho mejor”. Esto hace que se sienta evaluado cada vez que habla.
- Una persona con dificultades en su habla tendrá más dificultad en controlarse hablando por teléfono. Sea extremadamente paciente. Si coge el teléfono y no oye nada, asegúrese que no sea alguien con problemas de tartamudez.
La tartamudez no es una barrera como muestran muchos famosos
“Una persona con disfluencias puede ser un buen comunicador, ya que hay una falsa creencia de que una persona que tartamudea no habla bien”, subraya Gutiérrez.
En la historia reciente tenemos a personalidades números uno en sus ámbitos que han tenido o tienen tartamudez. Un ejemplo de ello es el cantante Marc Anthony, que fue tartamudo hasta los 12 años. Él mismo confesó que se refugió en la música, puesto que le ayuda a reducir las disfluencias.
Aunque parezca extraño, un tartamudo puede cantar sin trabarse una sola vez, ya que el cerebro no tiene que procesar el proceso del habla, como si ocurre al comunicarse.
Marilyn Monroe, Bruce Willis, James Earl son otros de los famosos que han tenido este trastorno del habla.