18 años enterrando coches, libros, pianos, balones… El cementerio más insólito del mundo está en un pueblo de Salamanca
En el cementerio de Morille no hay flores ni fotografías. Nadie acude los domingos a limpiar los epitafios. Como tampoco revolotea un aire de solemnidad. En este pueblito de Salamanca, los muertos se celebran. Se viven con tanta exaltación que, para el forastero, dicha algarabía puede resultar hasta ofensiva.
Sin embargo, lo que el recién llegado no sabe es que aquí no se entierran cuerpos… sino textos literarios, piezas plásticas, documentos audiovisuales, instrumentos musicales y bocetos cinematográficos, entre otros objetos que poco tienen que ver con la carne y el hueso. “Es una locura, lo sé”, dice su fundador, Domingo Sánchez, con la habitual risa que le caracteriza. Hace 18 años que organizó el primer sepelio, pero aún hoy, tras más d...