Pogacar espanta las moscas del Tour al ataque
Con el calor llegan las moscas que se enganchan al sudor del cuerpo. Bajo el sol justiciero provenzal el público se complica la vida aguardando al pelotón en la salida de Saint Paul Trois Châteaux, donde siempre quería dormir Lance Armstrong, o cuando pasan por Gap, calles llenas, la gente buscando sombras, los habitantes recordando que hace cuatro años, cuando llegó el Tour, no había nadie, porque el covid había cerrado la localidad a cal y canto.Los ciclistas escuchan el cántico de las cigarras. No hay lugar en el mundo donde el sonido estridente de estos insectos resuene con más decibelios. Tadej Pogacar tarda 15 segundos exactamente en aparecer e irse, que son muchos menos si lo hace en pleno demarraje, a 12 kilómetros de la llegada, o bajo la protección de la meta. Las moscas se asust...