José Sacristán: “Todavía hoy suenan ecos de voces siniestras del franquismo”
Sujeta el vaso de cristal por la base, con la mano abierta, como si le diera miedo que se le cayera. Lo dejará después en cualquier lugar, se frotará las muñecas y pasará mucho tiempo apretando y agarrándose las manos. Son manos pequeñas, las de un hombre de 86 años llamado Héctor que quizá mantenga a raya un temblor, que tal vez reprima el recuerdo de una coreografía antigua de cuando era boxeador, pero sigue habitando un ring con su mujer, Berna, con quien lleva toda la vida creando una colección, peleando y discutiendo qué piezas comprar, creando un universo, una forma de vida y también una leyenda. Esa noche han invitado a su casa a Susana, una coleccionista joven, modesta pero ambiciosa, a la que cuentan que adivinan ya el final y no buscan un comprador para sus obras, sino un hereder...