Nada tan elocuente como la imagen de Gareth Southgate al final del partido frente a Países Bajos. Es fácil imaginar la descarga de emoción del grito, que pudiera ser de dolor, y es de alegría, de liberación, de rabia por la victoria de Inglaterra que la clasificaba para final de la Eurocopa de este domingo.
Un grito, tal vez un alarido, real, humano, desgarrador. El grito, y no el de Edvard Much, más expresivo que el expresionista cuadro del pintor noruego, es la reacción de un hombre criticado, despreciado, vejado, conminado a ser despedido este próximo lunes y que, día a día, en cambio, se ha convertido en el mejor seleccionador que habrá tenido Inglaterra. Excepción hecha, claro está, de Alf Ramsey, el entrenador que conquistó el título Mundial en 1966 para una selección de la que nunca más se supo en las listas de campeones. Por eso Ramsey es Sir.
Nadie, ningún técnico más, transcurridos 58 años, como nadie en los 30 anteriores cuando empezaron los torneos de selecciones, ha sido capaz de conducir a la selección de los tres leones a tres semifinales en cuatro torneos, y clasificarla para dos finales consecutivas. Y ahí la ha metido Southgate, al mismo nivel que la elogiada España, y con razón, por el juego desplegado. La de Berlín será la primera que juegue Inglaterra lejos de las Islas, recordó el técnico para revalorizar el mérito.
“El único motivo por el que acepté este cargo fue para lograr éxitos para Inglaterra como nación e intentar mejorar el fútbol inglés. Estoy inmensamente orgulloso de haber llevado el equipo a su primera final en el extranjero“, repitió tras batir a Países Bajos, recuperada la calma en la sala de prensa. Pensando ya en la final, lamentó que su equipo tendría un menos de descanso. Los antecedentes de las últimas competiciones reseñan que ese factor suele ser relevante en el desenlace del partido definitivo.
Inglaterra no ha perdido ninguno de 12 partidos que ha disputado en las dos últimas Eurocopas: suma siete triunfos y cinco empates.
Tres marcadores adversos
El superviviente que se ha convertido en el mejor entrenador vive de los resultados. Como todos. Es el único argumento que le ha sostenido a medida que el equipo iba coloreando la eficacia con pequeñas dosis de cierto atractivo, de creciente consistencia y de mucha fe.
Ha remontado los tres últimos resultados: ante Eslovaquia, con un gol de Jude Bellingham en el minuto 95 y otro de Harry Kane al comenzar la prórroga (2-1) igualó el gol de Suiza en el minuto 75 con un gran tiro de Bukayo Saka cinco después (1-1), para vencer a los penaltis (5-3), y levantó el gol de Xavi Simons mediante en penalti de Kane y el tanto de Ollie Watkins en el minuto 90 (2-1).
Frente a Eslovenia, en el tercer partido de la fase de grupos, los aficionados le lanzaron vasos de plástico, llenos o no, como muestra de repulsa por el juego y el cero a cero. Tal vez los que estaban en Colonia aquella noche no eran los mismos que le cantaban y le vitoreaban en Dortmund.
Frente a Eslovenia, en Colonia, le lanzaron vasos de plástico, llenos o no, como repulsa al juego y al 0-0; en Dortmund, tras la semfinal, le aclamaron y le vitorearon
Todos queremos ser amados, ¿no? Cuando estás haciendo algo por tu país, cuando lees todo lo que se ha escrito de ti, es duro”
“Todavía estamos aquí”
Inglaterra, a los mandos de este hombre nacido en Watford hace 53 años (sumará uno más el 3 de septiembre), no ha perdido ninguno de 12 partidos que ha disputado en las Eurocopas: suma siete triunfos y cinco empates. Lo que parece una heroicidad que es derrotar al equipo de Southgate, es lo que tendrá que hacer la España de Luis de la Fuente para conquistar el cuarto título. A no ser que se produzca a los penaltis. Hasta Ronald Koeman, que nunca había perdido frente a Inglaterra como jugador ni entrenador, sucumbió ante ese desconocido poder de Southgate por convertir a su equipo en imbatible.
“Todavía estamos aquí”, dijo el miércoles, sin asomo de revancha. “Vinimos a ganar el torneo y seguiremos luchando”, repitió de una frase que fue objeto de mofa y befa. Ridiculizada. Y ahora, en todos los medios, y todos los exjugadores con sus micrófonos, aquellos que nunca ganaron ningún título -apuntilló un día Southgate- van arriando velas.
“Todos queremos ser amados, ¿no? Cuando estás haciendo algo por tu país, cuando lees todo lo que se ha escrito de ti, es duro…”, comentó Southgate escogiendo las palabras precisas con serenidad, contenido en la sala de prensa. Ya había descargado toda su excitación.