Persuadidos por los elementos más progresistas de la vanguardia intelectual, en la última etapa de nuestro largo peregrinaje por el planeta Tierra hemos llegado a pensar que nos habíamos emancipado de las supersticiones, dogmas, prejuicios y demás formas de sumisión. Creímos que, por fin, gracias a un esfuerzo constante de la razón los individuos de la especie humana, a diferencia de otros animales, éramos seres libres. Y lo celebramos como el mayor éxito de la modernidad. Valoramos la libertad por encima de todas las cosas, incluso de la vida misma. Apreciamos en ella la fuente de la que mana la felicidad. En esto que llamamos la cultura occidental, la discusión sobre sus límites, el bienestar y la igualdad viene después.
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