Shirin Musa (Quetta, 1977) llega sonriente al campus del Obelisco de la ULPGC, fascinada por el buen clima de la Isla. Cuenta que es su primera vez en el Archipiélago, lugar que conoce por unos dibujos animados que ponían cuando era pequeña en la televisión neerlandesa llamados Bassie & Adriaan en las Islas Canarias. Su determinación a la hora de hablar es directa y firme, igual que su forma de lucha por los derechos de las mujeres con contextos migrantes como el suyo.
¿Cuál diría que es el principal punto o conclusión que ha expuesto en su ponencia?
Lo principal que he querido señalar es que no es solo sobre mí, que por supuesto tengo mi historia, sino que esto concierne a muchas mujeres, con contextos migrantes, de refugiadas o biculturales, cuyos problemas no están reconocidos en el sistema. El cautiverio marital no está reconocido en España. Cuando te encierran en tu casa porque has venido aquí por un matrimonio, no está reconocido en el sistema. Cuando se habla de legislación, políticas y reconocer nuestros problemas, no están en el sistema. En Países Bajos se han realizado cambios en el sistema exitosos. En la legislación sobre el cautiverio marital no había unidad para ayudar a mujeres forzadas a casarse. La sociedad y la política se han dado cuenta ahora. Creemos en la libre determinación de los individuos que acuden a nosotros pero, también, en la importancia de que el sistema cambie. Y para que eso ocurra necesitas organizaciones y también personas que estén dispuestas a escucharte y llevar tus problemas más lejos para que se solucionen. De todo esto fue la conferencia. Y también de decir qué podemos hacer por las mujeres migrantes. Las mujeres migrantes como yo no solo vivimos en Países Bajos, vivimos por toda Europa. También en España. Hay muchos nombres para nosotras: migrantes, refugiadas, biculturales (como se dicen en Países Bajos), descendientes de migrantes o refugiados… Al final somos mujeres neerlandesas y nuestros problemas son problemas neerlandeses también. Y si no hay soluciones para esos problemas tan serios, no es solo que la comunidad tenga un problema, o la familia o la mujer, sino que se convierte en un problema para toda la nación.
¿Por qué piensa que este tipo de problemas, como el cautiverio marital al que se ha referido, no se sienten todavía como europeos?
El cautiverio marital está reconocido por la Asamblea Parlamentaria del Consejo Europeo como violencia de género. Y hecho mis deberes en lo que respecta a España (abre su bolso y saca el móvil). España tiene 12 políticos del parlamento nacional que están en el parlamento del Consejo Europeo. Estos son los miembros que en enero de 2023 votaron para que el cautiverio marital fuese reconocido como violencia de género. ¿Si lo están votando en la Asamblea Parlamentaria del Consejo Europeo, por qué no en el parlamento español? Tiene sentido, ¿no? Esto empezó en Países Bajos como una historia personal, pero no es solo mi historia. Es la historia de muchísimas mujeres. Porque la gente se casa y luego se divorcia, y conseguir un divorcio europeo yendo al juzgado es fácil. Pero también nos tenemos que divorciar según la ley religiosa o según la ley del país en el que te has casado. Esto es muy importante. El Estado tiene que tomar acción y, ¿por qué no en España?
¿Cómo consigue hacerse oír?
Porque acudí a una mujer neerlandesa que trabaja en la Asamblea Parlamentaria del Consejo Europeo y le dije que necesitábamos una investigación, un reconocimiento del cautiverio marital desde su organismo. Así es como trato estos asuntos: voy directamente a los que toman las decisiones, a las que hacen las políticas y pueden arreglarlo. En España, de 12 miembros, menos tres abstenciones y un voto en contra, el resto votó a favor de considerar el cautiverio marital como violencia de género. Son buenos resultados. Tengo esperanza. Para eso están las elecciones.
Usted fundó en 2011 la ONG Femme for Freedom. ¿Cómo trabajan desde esta organización?
Damos apoyo legal, ayudamos a las mujeres cuando se sienten atrapadas en el sistema y este no las entiende. Ayudamos a mujeres que se enfrentan a matrimonios forzosos, a matrimonios polígamos… Y vamos más allá: damos formación para que puedan mejorar su situación financiera. Porque las mujeres que tienen contextos de migración son las personas más pobres del país. Incluso tienen cinco años menos de esperanza de vida que la mayoría de personas en Países Bajos. Nos centramos también en estos problemas, para que sus desafíos se implementen en las políticas nacionales.
En sus palabras, ser europeo no debería tener nada que ver con el color de la piel o la religión que se profesa. ¿Cree que la concepción de lo que es o no europeo es inflexible? ¿Hasta qué punto influyen el racismo o la islamofobia?
Yo soy una mujer musulmana y tengo mi propia narrativa. Y la cosa es que Europa es muy diversa y está cambiando. Tenemos que tomarnos en serio estos problemas porque, si estas mujeres no pueden tomar sus propias decisiones, toda la nación lo sufrirá. Supongamos que las mujeres españolas no pudieran trabajar y tuvieran menos derechos y oportunidades, esto afectaría a todo el país. Esto está más que probado: los países en los que las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos, tienen más prosperidad económica, pertenecen al rango de los países más ricos, sobre todo en comparación con los países en los que las mujeres tienen menos derechos o viven en dictaduras. Además, los migrantes siguen llegando a Europa. Y la mayoría de ellos son hombres, hombres que más tarde se pueden casar y traer a sus mujeres aquí. Es muy importante que tengamos buenos programas de integración y, también, cuando ellas tienen que hacer frente a problemas de matrimonios forzosos, mutilación genital femenina o cautiverio marital, deben ser ayudadas.