
[ad_1]
Mestalla tributó el mejor homenaje posible a Ángel Castellanos, con una victoria sobre el Villarreal llena de autoridad, buen juego, ocasiones y goles. Liderado por otro jugador al que se recordará como una leyenda, como José Luis Gayà, el Valencia liquidó el duelo regional en una primera media hora de juego frenética, ante el desbordado conjunto de Marcelino, que agudiza su crisis. Con un tanto tempranero de Yaremchuk y un doblete desde el punto de penalti de un Pepelu imperial en la dirección de esta banda de rock juvenil dirigida por Rubén Baraja. Un estadio de nuevo por encima del 90% de asistencia, disfrutó de una velada plácida, apenas inquietada con el gol de maquillaje de Gerad Moreno. Sin fichajes a la vista, el técnico pucelano ha remontado el vuelo del Valencia justo en el punto en el que cayó en picado la temporada pasada.
El Valencia arrancó huracanado, igual que un Mestalla incapaz de contener las emociones, que rompió en aplausos el luto por la muerte de Castellanos. Un equipo de impulso juvenil al que Baraja le ha dado orden, método, optimismo. Liderado por un Gayà en funciones de lateral, extremo, casi delantero, en tres minutos había llegado en tres ocasiones a la puerta de Jorgensen. En el cuarto intento, a los cuatro minutos, Pepelu vio de nuevo la escapada de Gayà. Hugo Duro arrastró a los centrales para liberar a Yaremchuk, que leyó las intenciones y frenó su carrera para recibir en solitario. El delantero ucraniano, con la mochila llena de confianza, definió de primeras, con un disparo fuerte y seco, inaugurando el marcador, pero no deteniendo la tormenta.
Más listo, más hambriento, más vivo, el Valencia ganaba todas las pelotas divididas y robaba balones desde la misma línea de centrales del Villarreal. Con la pierna izquierda, Jorgensen desbarataba el segundo tanto de Yaremchuk. Los contratiempos aumentaban para Marcelino con la lesión de Raúl Albiol, ovacionado por un Mestalla que se ha quedado con la espina clavada de su regreso a casa. El central de Vilamarxant era sustituido por Éric Bailly, que entró en frío a un partido volcánico, en el que el Valencia seguía asediando a los visitantes en oleadas, apuntándose Foulquier a la fiesta de Gayà y de un Sergi Canós que regateaba con facilidad, pero desviaba la puntería.
El Villarreal intentaba mantenerse en pie buscando la pausa de sus jugadores más cerebrales. Con la cabeza levantada de Parejo, con Gerard reculando yardas para inventar espacios, aunque el Valencia replegaba con eficiencia. En la enésima internada por banda izquierda, llegaba el segundo gol. Hugo Duro fue a buscar el envío al primer palo de Gayà, siendo levemente obstaculizado en su intento de remate por Terrats, que lo acompañaba en la carrera. Gil Manzano decretó un penalti que no fue reclamado ni por el delantero getafense, ni por el rugido de la grada. Pepelu, con su sangre fría, definía con calma.
A la media hora, Hugo Duro perdonaba el tercero, en una acción sintomática de lo que era el partido, al llegar otros tres compañeros al remate. Con un Mestalla eufórico, con Parejo perdiendo su proverbial templanza sacando un puño ante Hugo Duro, el Valencia cometía un pecado de juventud al bajar un punto su intensidad. Un respiro que dio aire al Villarreal antes del final de la primera parte. Bailly, habilitado por Parejo, tuvo la ocasión más clara, antes de que Morales, tirando de desmarque, regate y picardía, batiera a Mamardashvili, pero cayendo en fuera de juego. El paso por vestuarios llegaba en el momento más oportuno para los de Baraja.
Acostumbrado a vivir en el alambre de marcadores cortos, los blanquinegros debían aprender a gestionar una ventaja cómoda y con muchos minutos por delante. La lógica invitaba a pensar en una segunda parte con la iniciativa a cargo del Villarreal y un Valencia ordenado, esperando la contra. Con el equipo de Marcelino instalado en campo rival, tendrían su opción los locales. Hugo Duro estrellaba la pelota en el poste, justo antes del segundo penalti favorable al Valencia, con una inocente mano de Altimira, atosigado en la pugna con Canós. Pepelu completaba su clínic en la dirección del juego y en la ejecución de las penas máximas. El de Dénia pateaba esta vez al lado contrario y raso.
Mestalla saltaba y cantaba, ovacionaba a Marcelino, se las prometía felices. Y quedaban todavía veinte largos minutos cuando Ilias, el más rebelde de los groguets, ganaba el duelo con Gayà para asistir a Gerard Moreno en el gol que recortaba distancias. No hubo zozobra y el Valencia solventó el tramo final con más oficio del que aparenta su juventud y con Pepelu casi acariciando el hat trick.
[ad_2]
Source link