El consciente, cambiante y concienciado Ricardo Mojardín (Rebollal, Boal, 1956) ha conseguido vencer la inercia para mostrar, hurgando en los trasteros de la memoria, una escogida representación de doce de sus mejores series de grabados, técnica en la que es consumado maestro, que abarcan tres décadas y se articulan en torno a una de sus constantes: el autorretrato, sea mediante alusiones, su silueta asombrosa o su reencarnación en diversos animales, a los que se siente íntimamente enlazado. Lo hace en la que fuera su casa, la Escuela de Arte de Oviedo, de la que se jubiló hace siete años, y tras pasar por la de Almería en una variante dedicada exclusivamente a su obra xilográfica, por lo que la nueva cita supone un utilísimo abrevadero para los jóvenes estudiantes que ya no tuvieron la fortuna de tenerlo como profesor, tal es la diversidad de recursos aplicados de los que pueden aprender.
También pintor y autor de vívidas instalaciones, su interés por el grabado le hizo seguir cursos en Oviedo, Madrid, Calella (Barcelona) y Venecia, gracias a los cuales pudo entrar en 1987, aconsejado por María Álvarez, como profesor interino en la Escuela de Artes Aplicadas de Oviedo, donde impulsaría, junto a la que había sido su maestra, los talleres de artes gráficas, en los que se han formado un buen número de xilógrafos y aguafuertistas jóvenes. Dejó su trabajo en Ensidesa, donde ya era maestro industrial, para sacar al año siguiente por oposición estatal su plaza de Maestro de Taller de Calcografía y Xilografía. Por puntuación podría haber elegido destino en la Escuela de Arte de Madrid, pero prefirió seguir en Asturias hasta su jubilación, tras la cual permanece un tanto agazapado, mas no inactivo, en su retiro en Lloriana, cerca de San Claudio.
Aunque ya desde 1985 había tenido ocasión de mostrar su obra gráfica en diversas exposiciones colectivas, fue en 1988 cuando expuso individualmente por primera vez sus xilografías, junto a pinturas sobre papel, en la Fundación Municipal de Cultura de Castrillón. Sus exposiciones posteriores mostraron siempre ese carácter de experimentación continua en los campos de la pintura, el dibujo y el grabado, que hace que su obra sea inabarcable en su variedad. La de ahora de Oviedo arranca con una serie inédita de cuatro xilografías, “Treinta y cinco”, realizada, con esa edad, en 1991, en una época en la que, dedicado intensamente a su labor como profesor, se redujo su actividad expositiva individual pero no colectiva, que le llevaría a mostrar pinturas, grabados y libros de artista en Bilbao, Gerona, Madrid, Burgos, Sabadell, El Ferrol, Zaragoza, Zamora, Toro, Teruel, Lisboa, Nantes y hasta en Japón, dentro de una exposición internacional que antes se exhibió por toda Cataluña.
De 1992 es la serie “Las claves del arte”, realizada mediante fotopolímero, collage y gofrado, que dio a conocer en una exposición en el Museo de Bellas Artes de Asturias en la que había también un conjunto de poemas-objeto que asimismo tenían como base la estampa en papel, como el tenedor en el que aparecía insertada una tarjeta de visita de un tal “Ricardo Mojardín. Hiperecléctico”. Pero el cambio de registro clave se produjo más tarde, hacia 1998, cuando presenta en la galería Vértice de Oviedo sus “Autorretratos sombra”, en xilografía, aguatinta bruñida y aguafuerte. En esta serie, Mojardín supo deslindar perfectamente la labor más creativa y generadora de ideas de lo que era mero apropiacionismo conceptual, que dejó para la técnica de reproducción mecánica mediante offset, en la que proyectaba, sobre la obra de grandes maestros del arte como Rembrandt, Durero, Piranesi, Moronobu o Tiziano, su propia sombra, a modo de excrecencia ectoplásmica de moderno Peter Pan.
Por uno de esos grabados, en el que aparecía la sombra del artista trazando un brochazo sobre los ojos de “El cardenal” de Rafael, recibió el Premio María de Salamanca de los Premios Nacionales de Grabado de 1998, con el que se iniciaría el verdadero reconocimiento internacional de su maestría como grabador y xilógrafo, que le llevaría a exponer su obra gráfica en lugares tan alejados como Quito (Ecuador), en 2000. A modo de repaso sirvió la antológica que presentó en el Museo del Grabado Español Contemporáneo de Marbella (Málaga) entre noviembre de 2001 y enero de 2002, como homenaje por el premio nacional.
A partir de entonces, Ricardo Mojardín ha dedicado todas sus fuerzas al complejo conjunto de pinturas y grabados denominado genéricamente “Karmanimal”, protagonizado por animales, que le lleva ocupando veinte años y en el que también se autorretrata. De él se muestran varias series y evoluciones como las tituladas “H-T”, de 2003, en xilografía y transfer sobre raso; “Órdenes para vacas”, de 2004, en xilografía; “Constelación”, de 2010, en xilografía y collage; las suites “Dorada” y “Plateada”, de 2013, en xilografía y lápiz de color; “Vaca roja/vaca verde”, de 2015, en innovadora xilografía láser, y la que preside la exposición, “Animalinks”, de 2016, compuesta por seis xilografías iluminadas con acuarela. Pero el proyecto que cierra esta escogida retrospectiva y que el artista considera el más relevante y loco de su carrera como grabador es “Apocalipsis interruptus”, presentado en 2006 en la galería Espacio Líquido de Gijón como una instalación en la que un grupo de conejos encerrados en una jaula daba buena cuenta de los grabados de Durero, que dio lugar a un libro carpeta con treinta estampas y un DVD en el que se recoge la acción roedora.
Autorretratos y otros animales. Grabados
Ricardo Mojardín
Escuela de Arte de Oviedo, avenida Julián Clavería, 12, Oviedo Hasta el 2 de febrero