Nos habíamos ilusionado tanto que, de nuevo, y casi por instinto, le veíamos ganando a esos chavales a los que casi dobla la edad, plantando cara a su némesis, Djokovic, llegando a otra Final de Grand Slam, mordiendo el trofeo…Lo habitual en los últimos veinte años, vamos. En Brisbane le vimos vibrar con cada punto, someter a sus rivales, levantar al público y sonreír. Ser Nadal. Sus entrenamientos se convertían en auténticos acontecimientos. La gente abarrotaba las instalaciones para ver a Rafa. Pero tiene que parar otra vez. Y esta lesión, hay que reconocerlo, nos deja muy tocados. Hay que ver cómo evoluciona, pero de momento se pierde el Abierto de Australia después de meses y meses de sufrimiento y mucha incertidumbre, de momentos en los que no sabía si podría volver a competir profesionalmente. La nueva lesión le duele a Rafa y nos duele a todos. Y la gran pregunta es si es el momento de asumir que no volveremos a verle ganar un trofeo o de ser tan tozudos como él y confiar en que volverá a hacerlo.
Resulta admirable la resistencia mental de este deportista. Cualquier persona lo habría dejado hace tiempo, habría dicho basta ante tanta lesión, tanto sinsabor, tanto infortunio físico. Nadal ya ha ganado todo lo que había que ganar en el tenis y económicamente tiene la vida más que solucionada, pero le da igual. Sigue y sigue. Una recuperación tras otra. Siempre positivo, nunca negativo. Y nosotros, no nos queda otra viéndole así, tenemos que seguir confiando en el deportista ejemplar capaz de lograr remontadas increíbles. Seguramente esta es la más difícil, la más dura, la más inverosímil, pero no por ello imposible. No asumimos aún su retirada. Queremos que sea por la puerta grande como fue la de Federer. Esa imagen con los dos juntos, esas lágrimas de complicidad, esa cercanía, ese abrazo. El adiós lo tiene que decidir Rafa Nadal sobre la pista y no una maldita lesión.
Bellingham, en la mesa de los grandes. Esta semana hemos conocido que el inglés comparte valor de mercado con Mbappe y Haaland. Normal, su rendimiento deportivo es brutal. Pero Jude también es un número uno en humildad, en cercanía. Que cunda el ejemplo.
Pellegrini, despierta. El Betis se ha caído de forma alarmante en los últimos partidos. La eliminación en la Copa es un golpe duro y el entrenador tiene que dar un golpe en la mesa: hay plantilla para mucho más y algunos necesitan una ración de banquillo.
La generación que ilusiona al valencianismo. Ante la necesidad, apuesta por la cantera. Qué bien lo está haciendo Baraja, cómo está moldeando a los jóvenes y qué bien están respondiendo ellos. La línea es ascendente. 2024 tiene que ser un buen año, al fin, para este equipo.
Real Zaragoza, tan lejos y tan cerca. El equipo maño es duodécimo en Segunda, pero sólo le separan cinco puntos del playoff de ascenso. Está muy difícil, pero queda tiempo. La afición tiene que empujar más que nunca para que el equipo regrese a su sitio, a Primera división.