El corazón de Ronda esconde un lugar singular en una de sus azoteas, concretamente en la del hotel Catalonia Ronda, situado estratégicamente frente a la emblemática plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería. Este hotel no solo ofrece una experiencia de lujo, sino que también permite a sus huéspedes contemplar una panorámica única del coso desde las alturas mientras disfrutan de un baño en su piscina infinita.
La fachada del hotel forma parte del Plan de Protección del casco histórico y es un reflejo de la historia y la singularidad que caracteriza a esta ciudad andaluza. Cuenta con 80 habitaciones elegantes y confortables, muchas de las cuales disponen de balcones que ofrecen vistas inigualables a la plaza de toros. Las estancias están diseñadas para proporcionar el máximo confort y una experiencia inolvidable a los huéspedes, combinando modernidad y encanto histórico.
La piscina infinity del Catalonia Ronda es, sin duda, uno de sus mayores atractivos. Situada en la cubierta superior del hotel, ofrece una panorámica espectacular de la plaza de toros y del paisaje de la ciudad del Tajo. Los huéspedes pueden relajarse en una elegante terraza chill-out con tumbonas, así como disfrutar del hidromasaje. Es el lugar perfecto para disfrutar de un atardecer romántico o simplemente desconectar.
El Catalonia Ronda también destaca por su oferta gastronómica. Su restaurante sirve menús a la carta, tanto individuales como para grupos, asegurando una experiencia culinaria adaptada a todos los gustos. Además, el bar con terraza exterior permite disfrutar de una copa mientras se admiran las vistas.
Para aquellos que buscan un momento de relajación, el hotel ofrece una completa Zona Wellness & Spa. Este espacio incluye una sauna seca, piscina con chorros, cabinas de masaje, gimnasio, ducha de sensaciones y un solárium exterior.
Todo un despliegue de servicios en un marco incomparable. Y es que la Plaza de Toros, inaugurada en 1785 y declarada Bien de Interés Cultural en 1993, es una pieza central del patrimonio histórico de la ciudad. No solo es un símbolo de la tradición taurina, sino también un monumento arquitectónico de gran relevancia.
En 1997 se llevó a cabo un plan integral de restauración que consolidó el edificio y permitió nuevos usos y servicios, manteniendo su majestuosidad y su valor histórico.
La plaza se caracteriza por su fachada de carácter popular y la elegante doble arquería interior de estilo neoclásico, con columnas toscanas que sostienen unos arcos muy rebajados. Los elementos arquitectónicos, como los pináculos pétreos a modo de antorchas y las gradas de piedra y madera, recuerdan la jerarquización de las plazas públicas y añaden un toque de grandeza al conjunto.