Alemania es la anfitriona, Turquía juega como local y Países Bajos se siente como en casa. No solo el organizador se siente respaldado abrumadoramente en las gradas. Los estadios, por ahora, se han llenado todos, y el colorido que se observa en las gradas por las camisetas de los aficionados ayuda a calcular la dimensión de cada afición.
Tal vez merece una mención aparte Escocia, con los miles de seguidores que han viajado sin entrada a Alemania, solo por disfrutar del acontecimiento. Desde Múnich a Colonia para concluir en Stuttgart, este domingo, donde tienen la oportunidad de clasificarse si bate a Hungría. Llenan los centros de las ciudades y se reúnen en torno a cajas de cervezas o en las terrazas de los bares horas y horas. No hay limitación de compra de alcohol dentro ni fuera de los estadios. Después de los partidos se ven extrañas figuras de contorsionistas producto de los excesos.
Sus zamarras azules son discretas. Las naranjas son mucho más llamativas. Existe una secular tradición de los fans neerlandeses de acompañar al equipo de fútbol. Desde 1974 y la entonces llamada Holanda, apodada La naranja mecánica, que se plantó en la final del Mundial, precisamente organizado por Alemania. La confluencia de los dos países en la final, y la icónica presencia de sus respectivos capitanes, Franz Beckenbauer y Johan Cruyff, simbolizaron una rivalidad futbolística ahora diluida. Seguramente por la ausencia de futbolistas tan carismáticos.
Ninguna selección ha jugado tantos partidos en Alemania como Países Bajos. Los germanos han organizado dos Mundiales (1974 y 2006) y dos Eurocopas (1988 y 2024). Alemania ha disputado 20 encuentros en esos torneos (incluidos los dos de esta edición), y Países Bajos llega a 18. “Podemos afrontar los malos momentos gracias a la afición”, dijo Cody Gakpo después del partido con Polonia.
Países Bajos conquistó la Eurocopa de 1988 en Alemania, el único título de su palmarés.
Los dos conjuntos jugaron siete encuentros en 1974; en 1988 Alemania disputó cuatro y Países Bajos, cinco. Se midieron en la semifinal, y venció el cuadro naranja por 1-2. Ronald Koeman anotó el momentáneo empate de penalti. El duelo se disputó en Hamburgo, la ciudad a la que volvió el actual seleccionador el pasado domingo para el duelo frente a Austria.
La final se celebró en Múnich y Países Bajos conquistó el título, el único de su palmarés, tras vencer por 2-0. El martes se cumplirán 36 años. En 2006, Alemania repitió con siete (perdió la semifinal y luchó por el tercer y cuarto puesto) y Países Bajos sucumbió en octavos (cuatro).
Mal grupo, malas sedes
El sorteo de la fase final de este certamen, sin embargo, no agració a los aficionados neerlandeses. No tanto por los rivales del grupo D (Francia, Austria y luego Polonia, al triunfar en la repesca), sino por las sedes de los partidos: Hamburgo, Leipzig y Berlín. Las tres más alejadas de la frontera que les separa.
Hamburgo dista casi 300 kilómetros de Groningen (el núcleo urbano más cercano); Leipzig, sede del choque con Francia, está a 570 de Eindhoven; el estadio olímpico de Berlín, donde se medirán a Austria, a 510 de Enschede. Solo quedaba Múnich para extender la lejanía: más de 700 km. Nada que ver, por supuesto, con Düsseldorf (110 km), Colonia, Dortmund o Gelsenkirchen, en un radio inferior a los 170 km. Los coches con matrículas holandesas atraviesan las autopistas de oeste a este.
La selección neerlandesa tiene la mala fortuna de jugar en tres de las cuatro sedes más lejanas de la frontera: Hamburgo, Leipzig y Berlín.
Concentración turca
Son las cuatro sedes de la región del Rhur, dentro del estado de Renania del Norte-Westfalia, la zona más poblada del país, y donde se concentra la mayor densidad de habitantes de origen turco, a traízdel proceso inmigratorio abierto tras la Segunda Guerra Mundial. Turquía, como selección, participa por primera vez en una fase final en suelo alemán. Un detalle que acentúa el entusiasmo desatado en torno a la selección.
Turquía juega su primera competición oficial en Alemania de las cuatro organizadas anteriormente.
Si Países Bajos juega como en casa, Turquía juega en casa. En Dortmund se estrenó la selección contra Georgia (3-1) y en Dortmund se mide a Portugal. El tercer partido será en Hamburgo. El primer día destacó una pequeña pelea en las gradas antes del inicio, en una jornada de tormenat y mal tiempo que no disuadió a los fans de llenar el Signa Iduna Park. El llamado muro amarillo que forman los aficionados del Borussia Dortmund, el titular el campo, se tornó en rojo.
La identificación entre turcos y alemanes es fácil. Llega a ser una fusión. Hay varios seleccionados de Vincenzo Montella que han nacido en Alemania y han elegido la selección de Turquía. Nadie más indicado para explicarlo que Salih Özcan.
“Siento que estoy jugando en casa”, reconoce Salih Özcan, internacional turco, nacido en Colonia y futbolista del Borussia Dortmund,
Cuestión de identidad
“Nací y crecí en Alemania, pero me siento turco, es una cuestión de identidad”, comentó el lunes. El centrocampista, de 26 años, es natural de Colonia y juega en el Dortmund. “Siento que estoy jugando en casa. Es realmente una gran ventaja para nosotros jugar en Alemania”, reconocía, instando a los aficionados a dejarse la garganta en la grada. Lo hicieron ante Georgia y lo harán contra Portugal y la República Checa.
El capitán Hakan Çalhanoglu juega en el Inter de Milán. Nació en Mannheim y progresó en el Karlsruher, el Hamburgo y el Bayer Leverkusen. Kaan Ayhan, defensa, es de Gelsenkirchen y empezó a jugar en el Schalke 04; Kenan Yildiz creció en Regensburg, fue canterano del Bayern Múnich y ha saltado directamente a la Juventus de Turín. Cenk Tosun, el delantero del Besiktas es natural de Wetzlar.